martes, 12 de abril de 2011

“El sueño del celta”, de Mario Vargas Llosa.

La figura pública de Mario Vargas Llosa nunca me ha despertado demasiadas simpatías pero he de reconocer que sigo su trayectoria literaria con interés desde hace muchos años por lo que tenía curiosidad por ver como había asimilado el señor marqués la repercusión del Nóbel. Lejos de la brillantez de sus primeras novelas “El sueño del celta” es una obra que no decepciona si se realizan las necesarias concesiones a un novelista que tira de oficio y de una sabia elección del material que maneja para mantener atrapado al lector. “El sueño del celta” es una novela sobre los últimos días de una de esas figuras olvidadas y anónimas de la Historia, el irlandés Roger Casement. Mientras espera noticias en prisión sobre un posible indulto a su condena de alta traición, Casement rememora su rica y compleja vida de luchador contra la opresión de las políticas colonialistas, primero como cónsul británico en el Congo Belga y la Amazonía peruana, y, más adelante tras haber alcanzado los más altos honores del Imperio británico, como nacionalista irlandés. Como decía, la novela funciona no tanto a la habilidad en la construcción equilibrada del protagonista que Vargas Llosa realiza de Casement ya que su admiración llega hasta tal punto de embobamiento que más que ante un ser humano hay pasajes que parece presentarnos aun nuevo mesias descendido para expiar en su maltrecho cuerpo los pecados de sus congéneres y disculpando eso sí algunas que otra canilla al aire que el arrojado Casement se permitía con los muchachitos colonizados como en la indudable habilidad de escritor avezado de Vargas Llosa quién con una prosa sencilla y accesible presenta unos atractivos hechos históricos protagonizados por Casement quién estuvo de una manera u otra involucrado en los principales procesos coloniales de principios del siglo pasado y los episodios claves previos a la independencia de Irlanda y algunas figuras históricas y literarias de la época a las que trató como Di Valera o Joseph Conrad. Si se tiene estómago para salvar el arrebatado y un poco indigesto alegato con que Casement se compromete en la defensa del protagonista de su obra, la novela llega a leerse con agrado e interés y, aunque no aguante la comparación con sus mejores obras, tampoco desmerece en la larga producción del Premio Nóbel, resultando incluso un buen punto de partida para intentar conocer un poco mejor la figura real de Casement más allá de la poco creíble descripción que de ella realiza el peruano.

2 comentarios:

Toni dijo...

A mi si me ha gustado, aunque en algunos pasajes de libro me empezaba a cansar tanta opresión colonialista. Pero esos atractivos sucesos históricos los cuenta que da gusto. Y se lee muy bien, ya que yo pienso que hay gente que no acomete su lectura por que se piensa que va a estar escrita en idioma muy culto y farragoso, cuando no es asi. Eso si, por ejemplo, la anterior que habia leido de Vargas Llosa me gustó más, La fiesta del Chivo.
Un saludo.

PAblo dijo...

Toni,

A mí esa recreación del contexto histórico en que se maneja Casement es lo que más me ha gustado. La novela es entretenida y ágil aunque a mí lo que se me ha atragantado en algunos momentos es que parece una hagiografía.

Impacientes Saludos.