domingo, 4 de enero de 2009

“Asesinatos, S.L.” de Jack London

En estos días que se regalarán miles de best-sellers insulsos e intercambiables, me parece una buena idea reivindicar un clásico como Jack London, un tipo que no sólo escribía excelentes obras de aventuras que le convirtieron en lo que hoy se denominaría un “superventas” (sí, ya sé que en cuanto han leído Jack London lo han asociado con “Colmillo Blanco”, pero es que en la producción de London hay más de cincuenta obras) sino que además escribía con suficiente talento cómo para reflexionar e incorporar en sus textos muchas de las grandes ideas políticas y filosóficas que empezaron a desarrollarse a principios del siglo pasado y su propio posicionamiento personal en tramas generalmente bien desarrolladas y entretenidas.

Un ejemplo de todo esto que les cuento, y una de las obras menos conocidas de London, es “Asesinatos S.L.” una novela que el autor dejó inacabada y que hasta 1963 no fue terminada a partir de las notas dejadas por London por Robert Fish. En ella, London adelanta la idea por desgracia hoy en día tan habitual del asesinato selectivo a través de una sociedad de filántropos y filósofos asesinos que mediante el asesinato pretenden mejorar el mundo y convertirlo en un sitio mejor. La compañía está dirigida por el misterioso Dragomiloff, un tipo de oscuro origen que mantiene su organización secreta a la opinión pública y sólo acepta aquellos encargos que considera de utilidad social. Todo marcha perfectamente en la rutina de Dragomiloff al que todos toman por Sergius Constantine, un inofensivo hombre de negocios, hasta que es descubierto por el sagaz socialista millonario Winter Hall, quién aparte de desenmascararle, encarga a Dragomiloff su propio asesinato para acabar así con la organización. Tras una discusión, entre Dragomiloff y Hall en la que este le convence de la utilidad social de su propia muerte, Dragomiloff, un fanático de la ética y la lógica aparte de un asesino avezado, acepta el encargo en nombre de la organización, comprometiéndose a luchar durante un año por su vida contra los bastos recursos de la organización de asesinos que él mismo creó, iniciándose una persecución por todos los Estados Unidos. Sin embargo, la cosa se complica todavía más cuando Hall descubre que Dragomiloff y Constantine son la misma persona y este es el padre de su prometida, Grunya.

Como ven, compleja trama la desarrollada por London en una novela que sin dejar de ser una obra menor dentro de su producción plantea interesantes y pintorescas situaciones, resuelta por London y Fish con bastante sencillez, adivinándose que lo publicado quizás se trate de un borrador de una obra que el autor no llegó a terminar. Resulta curioso como London retrata a los asesinos y a Hall como auténticos fanáticos de la ética y la lógica y como esa aplicación de la lógica hasta sus últimas consecuencias provoca resultados tan absurdos como su autodestrucción. Tampoco queda nada clara la condición de Dragoniloff, un personaje ambiguo sobre el que gira toda la trama, y al que London parece admirar, siendo este junto al personaje de Hall, personaje este que tiene algunos puntos en común con el propio London, los mejor desarrollados de la obra.

En fin, una novela entretenida que más allá de su sencillez formal plantea cuestiones que por desgracia se han materializado con los pasos de los años, que se deja leer con agrado a pesar que su final sea en exceso predecible. Yo que ustedes probaba a regalarla en estas fechas antes que lo último de Dan Brown y sus clones. Seguro que acertaban.

sábado, 3 de enero de 2009

“Viaje a Italia” de Cosey

A uno que este año por circunstancias de la vida no ha viajado en vacaciones a ningún sitio, le apetece leer cosas que le trasladen a otros lugares y al menos en la imaginación le ayuden a mitigar el mono de la aventura. Por eso, una buena noticia que nos dejo el 2008 fue la reedición por parte de Planeta en un único álbum de los dos que conforman “Viaje a Italia” de Cosey. Sin embargo, no hay que dejarse engañar por su título “Viaje a Italia” es una obra que ahonda en la reflexión acerca de los valores superiores del ser humano la amistad y el amor y su poder terapéutico a través de la historia de amistad de tres de los protagonistas y en el momento de su publicación, 1988, sirvió para poner a Cosey en el candelero de la BD más ambiciosa y abriendo el camino a una manera de entender el cómic como medio para narrar buenas historias sino para transmitir estados de animo que luego ha sido explorada por otros como Blain, Sfar o Guibert.

Viaje a Italia” nos cuenta la historia de Arthur, un veterano de Vietnam, cuya vida tras la guerra parece carente de sentido y objetivo aislado en su mundo interior casi por completo de su familia y amigos y encontrando únicamente algo que compartir en los momentos que pasa con su amigo de infancia Ian Fraschetti, también veterano de guerra de origen italiano. En una de sus conversaciones, Ian y Arthur deciden viajar a Italia para reencontrarse con Shirley, la chica que fue su primer amor de juventud. En el sur de Italia, los amigos vivirán más de una aventura y se llevarán una enorme sorpresa en su reencuentro con Shirley, un reencuentro que les devolverá las emociones y sentimientos de su juventud perdida y que les someterá a una dura prueba ante la última petición de Shirley, un favor que les puede redimir o hundir completamente en sus infiernos personales.

Cosey engarza con mano de orfebre una obra extraordinaria que bajo la apariencia de su sencillez formal esconde una enorme dificultad tanto por el número de temas a tratar como por su complejidad. En la narración aparentemente lineal y clásica del viaje y sus preámbulos puede percibirse un cierto descuido por parte del autor a la hora de pergeñar la trama. No se engañen, al finalizar la lectura de esta obra las complejas motivaciones de los principales personajes quedan totalmente explicadas tanto en lo que el autor narra con su dibujo realista y detallista como en los medidos diálogos entre los personajes logrando epatar al lector en lo más profundo con la exquisita sensibilidad y elegancia minuciosa con que Cosey hilvana cada gesto, cada mirada, de sus personajes.
Como autores de otros ámbitos, como Paul Bowles o Anthony Minghella, Cosey explora los límites del relato costumbrista para situar a sus personajes heridos en territorios ajenos a los que se mueven normalmente en un primer paso para lograr su sanación. Y, como en el caso de estos autores, logra una obra de gran belleza poética cargada de intimismo sin resultar por ello pacata ni sensiblera atrapando al lector desde la primera viñeta.


En definitiva, un tebeo excelente que no debería faltar en la biblioteca de ningún amante del noveno arte y que, además, cuenta para gusto del que les escribe esto con uno de los mejores finales que he leído en este medio. Es una lástima que la obra posterior de Cosey (la anterior en la serie “Jonathan”, también) aunque meritoria, no haya alcanzado el nivel de esta obra, empeñado el autor en depurar formalmente la misma temática aun cuando sea únicamente por su influencia en autores posteriores, que la labor de recuperación de Planeta en cuidadas ediciones esté justificada.

viernes, 2 de enero de 2009

“Australia” de Baz Luhmann


No sé que relación tienen ustedes con el país de los canguros pero yo más bien poca, aparte las evidentes nociones y referencias de cultura general (canguros, nadadores, tenistas, ovejas, koalas y cuatro o cinco artistas) que más o menos conocemos todos pero más allá de los tópicos para mí ese enorme país es desconocido y siempre he tenido la impresión (prejuicio) que los australianos son un poco los primos acomplejados de los yanquis, incapaces de sacar partido a la enorme potencialidad de su país-continente. Por ese motivo, cuando coincidiendo con las fechas navideñas se anunció el estreno de “Australia” me pareció una buena idea. Un proyecto rico en medios, que contaba con actores reconocidos y competentes actores de origen australiano como Nicole Kidman y Hugh Jackman dirigidos por un director interesante como Baz Luhmann, quién consiguió hace unos años que nos volviéramos a interesarnos por el musical con “Moulin Rouge”, para contarnos una epopeya australiana podría funcionar. Sin embargo, tras las casi tres horas de proyección, salí más que aburrido de este tostón despilfarrador en el que los chicos del canguro y el boomerang se han embarcado para venderse por el mundo. ¿Por qué? Por lo de siempre. En lugar de buscar un camino original, Luhmann hace lo que cualquier australiano: imitar a los yanquis.

Luhmann ha querido realizar una película de las de antes (el nuevo “Lo que el viento se llevó”, según el departamento de marketing), un melodrama cargado de emociones, intrigas, pasiones y aventura en las remotas y bellas extensiones salvajes del Norte de Australia. Suena bien, pero la cosa se queda ahí. El guión es demasiado endeble para sostener el refrito insufrible de situaciones sacado de los incontables clásicos del género de los que corta y pega Luhmann para su “Australia”. Luhmann en esta superproducción juega a ser John Ford y, claro, John Ford no hay más que uno. La trama de la película, dividida en dos grandes actos tan desconectados que parecen dos películas diferentes tiene como punto de inflexión la entrada de Estados Unidos en la 2ª Guerra Mundial es un producto irregular en el que se adivina con bastante antelación todo lo que va a pasar y al que se le ven las costuras por más sitios de lo admisible a mayor gloria de la épica hueca, el humor simplón y el romanticismo bobalicón y anticuado. Sin embargo, Kidman y Jackman parecen cómodos en una película realizada para su lucimiento aunque hubiese sido de agradecer una mayor química de la que desprende esta pareja increíble que lo mismo se planta a hacerse arrumacos en medio de la sabana australiana todo sudados (es un decir, que ya sabemos que Nicole nunca suda) que en un baile de gala en la Casa del Gobernador con la misma gracia que si de un videoclip de cava se tratase, compartiendo eso sí los planos justos que tampoco hay que arrimarse demasiado y ellos son unas estrellas. Probablemente, si la historia hilvanada por Luhmann hubiera contado con un malvado a la altura de la pareja de buenísimos protagonistas que en algún momento hubiera logrado despeinarles o al menos lograr que se les corriera el rimel algo habríamos ganado pero me temo que ninguno de los secundarios de la historia están demasiado desarrollados por el director salvo el niño (sí, otra película con niño, qué cruz) que lleva el peso de la narración y que por momentos logra con su carilla fresca mitigar el aburrido concurso de poses de la parejita de protagonistas. Lo más interesante de la historia es sin duda las bellas panorámicas de los espacios naturales de la salvaje Australia, la fotografía, y el actor aborigen que interpreta a King George (David Guspilil) que es lo más australiano de la película.

En fin, una excelente oportunidad perdida para hacerme cambiar mi prejuicio respecto a los australianos. Tras ver este pestiño, me reafirmo en mi idea.

jueves, 1 de enero de 2009

Selección mínima del Lector Impaciente con lo mejor del 2008.

Vamos, vamos, levántense que ya estamos en un nuevo año y hay que empezarlo con energía independientemente de la hora a la que uno se acuesta. A los resacosos que se tomen un vaso de leche, un par de litros de agua y una tortilla de aspirinas y los demás vayán echándole un ojo a esta pequeña selección de algunas de las mejores obras que les he ido comentando durante el año pasado. No es una lista exhaustiva por lo que sólo destaco una obra en cada categoría ya que aunque me empeño se publica y estrena tantas cosas a lo largo de un año que resulta imposible estar al tanto de todo sin dejarse la bolsa o la salud, algo a lo que no estoy dispuesto.

En fin, ahí va esta pequeña selección con la que empezar el nuevo año con buen pie y afrontar con argumentos los refritos televisivos del día de Año Nuevo.

Cómic 2008

Cash, I see a darkness” de Reinhard Kleist.

Libro 2008

Los príncipes valientes” de Javier Pérez de Andujar.

Película 2008

El intercambio” de Clint Eastwood.

Obra de teatro 2008

Un Dios Salvaje” de Yasmina Reza.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

¡¡Feliz 2009 del Lector Impaciente!!


Hábía tenido la original idea de preparar para hoy un completo resumen sobre lo mejor y lo peor que nos ha dejado el 2008 pero como habrá un montón de colegas que lo harán mejor que yo y me esperan todos estos juerguistas para irnos de cotillón, a comer las uvas y tomarnos una copichuela a su salud creo que pasaré ampliamente, que hoy es un día y una noche para pasarlo bien, olvidar las penas que nos haya podido dejar el año que se va y esperar con ilusión el nuevo año que llega.

Mis mejores deseos para todos/as en el Nuevo Año.

Nos leemos en 2009 (y paso lista).

Impacientes Saludos.

Premio a la Librería Especializadas en el Salón de Barcelona, una buena iniciativa.


Me informa Tomás Pardo, de Ficomic, sobre un nuevo Premio en la próxima Edición del Salón Internacional de Barcelona, el Premio a la Librería Especializada, una idea que ya se había adelantado a lo largo de este año y que finalmente se materializará el año que viene.

Me parece una excelente iniciativa y un guiño en estos tiempos de crisis hacia las librerías que durante años han sido verdaderos puntos de encuentro para los aficionados y los nuevos autores. Quizás en estos momentos, el futuro de la librería tradicional es más incierto que nunca con la competencia de las grandes superficies que han descubierto que en esto de los tebeos hay negocio, el comercio electrónico y la competencia, en algunos casos desleal, de las mismas editoriales, y requieran readaptarse al nuevo mercado con una mayor especialización y su arma de siempre, la atención personalizada al cliente.

Me da la sensación que las Librerías pequeñas, las situadas en ciudades pequeñas y las de reciente creación van a tener muchas dificultades para poder optar a este premio frente a las que llevan años implantadas. Quizás las bases y las iniciativas a premiar deban ir perfilándose mejor en futuras ediciones pero la sola existencia de un premio de estas características me parece una buena noticia y un reconocimiento para todas.

Aquí pueden leer las bases y la nota de prensa

martes, 30 de diciembre de 2008

“Las aventuras de Sock Monkey”, por Tony Millionaire




Las aproximaciones artísticas adultas al mundo infantil suelen estar teñidas de un cierto paternalismo tontorrón que tiende a obviar por esos convencionalismos políticamente correctos a los que somos tan aficionados los que una vez fuimos niños, que la infancia es un estadio de la vida extraño, difícil y cruel, pero también extraordinariamente creativo y fértil a todo tipo de influencias en el que cada niño es el rey absoluto de su pequeño mundo interior.

Tony Millionaire, autor conocido en Estados Unidos por “Maakies” (y en España por “Billy Avellanas”, publicado por La Cúpula y del que tengo pendiente escribirles), parece mantener abierto el canal de comunicación con su infancia y ese perturbador mundo que la mayoría abandonamos con los años y en su segunda obra publicada en España por Rossell Comics en una más que correcta edición, “Las aventuras de Sock Monkey” nos lo muestra en toda su gloriosa e inocente crudeza, optando por un camino diferente al que siguieron otros grandes del cómic que retrataron sin ñoñerias el mundo infantil como Schultz con “Peanuts”, Quino en “Mafalda” o Watterson en “Calvin y Hobbes”, en cuyas obras los niños y sus relaciones con el entorno son los protagonistas únicos de sus historias.

En “Las aventuras de Sock Monkey”, Tony Millionaire convierte en protagonistas de sus historias a los mejores amigos del niño, sus muñecos preferidos, un mono y un cuervo de trapos, el tío Gabby y el Señor Cuervo, y en aras de su imaginación los convierte, cuan Quijote y Sancho, en una especie de caballeros andantes dispuestos a deshacer los entuertos que habitualmente ellos mismos han creado en un mundo en el que los juguetes tienen vida, los carillones están habitados por duendes y las arañas de cristal son magníficas ciudadelas que explorar. En sus aventuras, tío Gabby y el Señor Cuervo, viajarán a Borneo para reunir a una cabeza reducida con sus amigos, o serán capaces de urdir una cita entre un ratón y un murciélago, en esplendorosas aventuras que tienden a tener un triste final con el que Millionaire realiza un guiño a los adultos a los que están destinados sus cuentos, la vida es corta, aprovéchala.

Millionaire reúne en este cómic todas sus influencias reconocidas a través de su espléndida técnica de dibujo de trazo clásico y detallista, directamente emparentada con los grandes ilustradores norteamericanos de los años treinta y cuarenta. Así, en este cómic se pueden encontrar ecos siniestros de la obra de Shepard o de las aventuras marineras de Patrick O’Brian, pudiéndose incluso rastrear en los rasgos de su pareja de protagonistas los del capitán Aubry y el Doctor Maturin. La estructura de las cuatro historias de mayor extensión es similar mediante una primera viñeta en la que el autor dibuja una hermosa (y siempre distinta) casa decimonónica nos introduce directamente en las aventuras de sus personajes prescindiendo prácticamente de los cuadros de textos y dejando que la historia avance a través de la actuación de los protagonistas hacia un final impactante e inesperado, mediante una técnica narrativa que recuerda más al de las tiras que a las narraciones largas. Además, en este volumen, se recogen varias historias de una página en las que Millionaire aprovecha para narrar oscuras historias cargadas de humor negro.

Ojalá “Las aventuras de Sock Monkey” venda lo suficiente para poder continuar disfrutando de las lastimosamente tiernas aventuras de Tio Gabby y el Señor Cuervo y el torrente imaginativo que Millionaire derrocha en todas sus obras (¡”Maakies” en castellano, YA!).

lunes, 29 de diciembre de 2008

“The Spirit” de Frank Miller

Acabo de llegar a casa tras ver “The Spirit”, la película que Frank Miller ha perpetrado versionando libremente la obra de ese genio del noveno arte que fue Will Eisner. Y vengo triste, ni enfadado ni indignado con Miller que está en su derecho de interpretar cómo le dé la gana la obra de Eisner, ni estafado aunque me hayan vendido por el dinero de la entrada una mierda cuando anunciaban pastel de manzana porque, por desgracia, ya esperaba algo así. No, me siento triste porque tengo la sensación que merced a la voitude del iconoclasta y posmodernista truño montado por Miller habrá cantidad de gente joven que se alejará como de la rabia de cualquier cómic bajo el título de “The Spirit”, que ignorará deliberadamente la obra de Eisner y se queden con la idea preconcebida que Miller y Eisner están en la misma onda. Y no es así, no lo están. No sé si la intención de Miller era homenajear a su amigo Eisner y si este llegó a conocer algo del proyecto de Miller pero lo que tengo claro es que Miller le ha pegado una buena patada a la obra y a los admiradores de su maestro.

Hace cincuenta años Eisner, queriendo o sin querer, revolucionó el lenguaje del cómic mediante “The Spirit”, un cómic que se desarrolló durante años y en el que incorporó soluciones gráficas novedosas y universales que siguen siendo válidas en la actualidad, creando un personaje ajeno a lo que se hacía por aquel entonces ni superhéroe ni detective pero con un poco de los dos en historias cortas repletas de humor y plasticidad.

Tengo la sensación que Miller ha pretendido hacer lo mismo que aportó Eisner al cómic en el cine de una manera deliberada y consciente, prescindiendo en su obra de cualquier atisbo del humor inteligente de Eisner para sustituirlo por la cansina apología del héroe solitario rompecorazones que todo lo resuelve a puñetazos que ha explotado con mayor o menor brillantez durante años en el mundo del cómic. Miller quiere renovar el lenguaje cinematográfico marginando el argumento, la trama y casi hasta el guión en función de la fuerza visual de las imágenes y la narración hueca y monótona del protagonista narrador durante larguísimos períodos para pasar a unos diálogos ridículos entre personajes planos y estúpidos dando un paso más adelante en la exploración del estilo que impactó en “Sin City”. Sin embargo, ese paso le ha llevado a tirarse por el precipicio de cabeza llevándose por el camino a actores tan notables como Samuel L. Jackson, Gabriel Match o Scarlett Johansson que en el despropósito montado a su autoproclamada gloria no tienen nada a lo que agarrarse.

Me gustaría decir algo positivo de esta película pero les mentiría. Miller perpetra el bodrio definitivo. La peor película de la década aunque seguramente encontrará por ahí alguien que defienda lo indefendible. Yo que ustedes ni me acercaba al cine.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Álvaro Pons, nuevo editor jefe de Planeta


Ha llegado de fuentes bien informadas a este Lector Impaciente noticias que anuncian como a partir del próximo mes de Enero el conocido divulgador y proselitista de la historieta, Álvaro Pons, será presentado como nuevo editor en jefe de Planeta. Con esta decisión, tomada por el mismísimo José Manuel Lara,en persona, el presidente del importante grupo editorial pretende dar un golpe de efecto que acalle los constantes rumores de los que es objeto hace tiempo la editorial.

Pons, una figura conocida y respetada en el mundillo por su página web, vendría a sustituir en el puesto al destituido David Hernando y abandonaría su puesto como docente en la Universidad de Valencia y su labor en su web La Cárcel de Papel para afrontar a tiempo completo su nuevo puesto profesional para el que cuenta con plenos poderes. Entre los planes inmediatos de Pons se encuentra recuperar los derechos de Marvel para Planeta manteniendo los de DC, prescindir de las líneas de cómics europeo y nacional, y firmar un contrato de larga duración con una fotocopiadora cercana a la Universidad de Valencia para que se haga cargo en exclusiva de la edición de los cómics de la editorial.

A lo largo del próximo mes, Álvaro Pons confirmará la noticia que les adelanto pero si alguien quiere contrastar esta información le sugiero se ponga a la mayor brevedad en contacto con los santos inocentes 2008.

sábado, 27 de diciembre de 2008

“El intercambio” de Clint Eastwood

Del cine norteamericano cada vez resulta más difícil esperar ver una buena película, una historia de las de antes que mantenga atrapado en la butaca sin que a los cinco minutos ya sepas por donde van a ir los tiros. Por eso Clint Eastwood es una garantía. Un tipo duro que no se casa más qe con las buenas historias y película tras película se empeña en rescatar el reverso de la bucólica sociedad norteamericana de fanfarria y pastel de manzana, lanzando ganchos al hígado al efectismo simplón que se ha apoderado del cine actual, y mediante los recursos clásicos de un medio que aprendió de sus mayores (estén pendientes de cómo se usa la banda sonora en una película) sugerir y crear atmósferas con una maestría que los directores más jóvenes ignoran y añadiendo año tras año una nueva muesca a su ya excelente filmografía.

Y es que Eastwood demuestra en su senectud estar en plena forma en una película soberbia en la que se retrotrae a Los Ángeles de 1928 para describir la lucha de una madre por encontrar a su hijo frente a la corrupta y despótica actuación de la policía de la época que pretende tacharla de loca, dispuesta a llegar hasta el último extremo para tapar su negligencia.

Gracias a un excelente guión de J. Michael Straczinsky, la historia no decae en ningún momento y Eastwood nos transporta con pausada sensibilidad del melodrama a la intriga pasando por la denuncia o el terror pero posicionando siempre la cámara para mantener un cuidadoso distanciamiento y que sea esta la que marque la crónica de la sobrecogedora historia de la señora Collins, protagonizada por Angelina Jolie, quien sabiamente dirigida, sacrifica su contundente belleza en función a su mejor actuación hasta la fecha, con una actuación sutil y exquisita que probablemente la deparará el tan ansiado Oscar. Seguramente, no será el único premio que esta película logre ya que el camaleónico Malkovich en su papel de reverendo azote de la corrupta policía, también es merecedor al menos a una candidatura entre un reparto que brilla a gran altura al compás de la batuta de Eastwood quién, monaguillo antes que fraile, sabe otorgar su momento de gloria a cada uno de los magníficos secundarios con maravillosos planos cortos y medios y consigue que hasta las actuaciones infantiles sobrecojan y resulten creíbles.

Recen conmigo porque Clint Eastwood nos dure durante muchos años y disfruten de este estupendo regalo de Navidad. El Cine y los espectadores le necesitamos.

viernes, 26 de diciembre de 2008

“Batman: Año 100” de Paul Pope



Frank Miller antes de apostatar de su carrera en el cómic en pos de las glorias cinematográficas (el lunes iré a ver su “The Spirit” ya les contaré), se convirtió en uno de los autores más influyentes del cómic norteamericano de los ochenta al redefinir a dos de los personajes más importantes del panteón superheroico, Daredevil y, sobre todo, Batman. Las versiones de estos personajes creadas por Miller son tan sólidas y coherentes que el modelo que ha impuesto ha sido seguido al dedillo por los distintos autores que se han encargado de ellos con posterioridad sin que ninguno de aquéllos se haya atrevido a saltarse las premisas marcadas por Miller. En 2006, Paul Pope, el enfant terrible de su generación y del que todo el mundo –yo incluido- habla maravillas, se hace cargo de una miniserie de cuatro episodios para DC con lo que empiezo a flotarme las manos pensando lo que el alternativo Pope puede ofrecer para renovar al icónico Batman. En 2008, Planeta, en una más que correcta edición, publica la serie en un tomo recopilatorio y aunque una vez leído el cómic hay que reconocer que Pope realiza un buen trabajo a nivel visual, muy por encima en cuanto a calidad a lo que acostumbra a ofrecer el género superheroico, nada hay demasiado original en su historia y se mantiene, como un buen discípulo, sumiso ante la ortodoxia marcada por el papa Miller veinte años atrás en un cómic en que la presencia de este sobrevuela constantemente.

En un futuro incierto pero no muy lejano, Estados Unidos está dominado por un estado federal que limita los derechos individuales y reprime con dureza y sin contemplaciones sus manifestaciones. En este contexto, en la ciudad de Gotham es detectado un individuo sin clasificar, un ISC, que viste como un murciélago y da saltos de ocho metros, quien parece ha asesinado a un federal, disparando las alarmas del gobierno e iniciando un enorme despliegue para su captura. A pesar de las reticencias del comisario local, Gordon, la policía colabora con los federales y pronto se descubre que el sujeto para coincidir con un justiciero que actúo cien años antes, en la época en la que el abuelo del comisario Gordon ejercía el cargo. Sin embargo, todos los archivos sobre este personaje han desaparecido dejando abiertas un montón de incógnitas: ¿quién es Batman? ¿Es el mismo sujeto que actuaba hace cien años? ¿Dónde se esconde? Mientras tanto, un Batman centenario y malherido cuenta con un nuevo Robin y un grupo de jóvenes ayudantes con los que esquivar a sus perseguidores y poner en evidencia una conspiración a escala mundial. ¿Podrá un anciano Batman hacer frente a todos los recursos de un estado policial cuando se ponen en su contra?.

Paul Pope es un dibujante extraordinario. Probablemente el dibujante más brillante de su generación y ha sabido absorber influencias estilísticas dispares desde Alex Toth a Miller o Mazzuchelli pasando por la narrativa propia del cómic japonés sinteitzada en el “Akira” de Otomo para crearse un estilo personal vigoroso, enérgico y detallista. En “Año 100”, Pope toma directamente como referencia la obra de Miller "El Regreso del Señor de la Noche” en un homenaje constante hacia el autor de “Ronin” que se inicia en el título del cómic y se percibe en cada página. Pope desarrolla un hombre murciélago crepuscular y realista que se enfrenta a un Estado policial, dotando a la historia de un ritmo frenético que engancha al lector desde la portada del primer número que hace la vez de primera viñeta. La historia está bien resuelta dada la preocupación del autor por dejar todo bien atado y explicado aunque no resulta demasiado original y pone de relieve el posicionamiento ideológico del autor (Pope es un firme defensor de los movimientos libertarios) sin aportar demasiado a la idiosincrasia del personaje. A nivel estético, Pope modifica la versión clásica de Batman en una curiosa mixtura de pragmatismo y clasicismo buscando dotar de autenticidad a su Batman vistiéndole con botas de combate, preocupándose en llenar de costuras y cremalleras su uniforme y armándole de una curiosa variedad de gadgets bastantes realistas entre los que destacan unas mandíbulas vampíricas para evitar las soluciones fáciles tan propias del cómic de superhéroes. El colorista madrileño José Villarrubia realiza un extraordinario trabajo complementando a la perfección la labor de Pope y a partir de una base de colores fríos y oscuros caracterizar la sombría y suburbial Gotham en la que se desarrolla la historia.

En mi opinión, Pope resulta más interesante e imaginativo en sus historias cortas como queda patente en la historia que completa el volumen de Planeta, “Berlin Batman”, creada por Pope diez años antes que “Batman Año 100” y sirve como buen complemento a la historia principal para comprobar la evolución en el grafismo de Pope durante esos años. Sin embargo, a pesar de su simplicidad “Berlín Batman” es una historia mucho más original que “Batman Año 100” presentando a un Hombre Murciélago judío en el Berlín de entreguerras que lucha contra los nazis.


Otras obras de Pope en El lector impaciente, aquí.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Felices Fiestas 2008 de El lector impaciente

Bueno, pues ya estamos otro año (y que sean muchos) metidos en la vorágine de las fiestas navideñas. Yo, como imagino que muchos/as, he pasado por distintas etapas respecto a este invento de la Navidad en mi vida. Desde el entusiasmo infantil al escepticismo adolescente pasando por cierto acomodamiento de adulto a las convenciones que nos vienen impuestas socialmente. En los últimos años, intento buscarle el lado más positivo al invento y lo reduzco a la que para mí es la esencia: un par de días para intentar ser felices. Yo, de corazón, espero que ustedes lo consigan.

Más allá de lo que celebren (venida del Mesias, del Profeta, del solsticio invernal o de los regalos del Corte Inglés) espero que coman, rían, canten y se diviertan y, si han de conducir, beban con moderación. Nosotros en mi humilde morada recordaremos a los que no están y nos ilusionaremos por la que viene, un motivo más de celebración.

En fin, eso es todo, nos vemos por aquí en unos días que tras el empacho de las comidas y los turrones tendré alguna lectura que comentarles.

Impacientes Saludos.

martes, 23 de diciembre de 2008

“Bokko” de Hideki Mori. Conclusiones Finales.


Ya les comenté hace algún tiempo esta serie cuando Ponent Mon llevaba publicada poco menos de la mitad como una posible revelación del año. Una vez finalizada, en el undécimo volumen, puedo hablar de ella con más perspectiva y adelantar que aunque se trate de un producto entretenido mi interés ha ido decayendo conforme pasaban los meses.

Bokko” sufre los mismos males que tantos otros tebeos en los que priman criterios empresariales antes que los artísticos. Parte de un planteamiento y un escenario interesante para a continuación ver como la trama es artificiosamente extendida hasta que la serie ya no da más de sí y se cierra de cualquier manera o con un punto de precipitación.
Hideki Mori nos cuenta una historia situada en la China medieval en la que diferentes reinos pugnan en constantes luchas entre sí, donde el monje guerrero protagonista, Ge Li, lucha por proteger las ciudades asediadas de los ejércitos invasores mientras se opone a la corrupción que dentro de su orden, los Mo zhe, ha introducido su jurado enemigo, Xue Bing.

A partir de un determinado momento, (en este caso, bastante claro, el cuarto volumen) la serie inicia un lento pero constante declive repitiendo situaciones una y otra vez. A partir de ese cuarto volumen, buena parte de lo que Mori nos cuenta en “Bokko” nos suena ha ya leído. Ge Li vuelve a encontrarse en una ciudad sitiada, vuelve a tener dificultades para hacerse con el mando de la ciudad y se enfrenta a las tácticas que ponen en práctica los invasores para intentar invadirles hasta donde puede o le dejan. Es cierto que el autor intenta añadir alguna otra trama que renueve el interés como la investigación de los verdaderos motivos que llevan al emperador de Qin a invadir Zhao, las nuevas tácticas desarrolladas por los Mo Zhe con la Unidad de Insectos o la introducción de nuevos personajes como Niang o Lan Zhu, pero la fórmula realmente está agotada y por suerte Mori opta por terminar la serie de una manera digna aunque en mi opinión algo precipitada.


En definitiva, “Bokko” es un buen producto de entretenimiento, excelente incluso en sus primeros volúmenes, que no llega a colmar las expectativas creadas pero que se lee con agrado a pesar de sus limitaciones.

Para leer más sobre “Bokko” en El lector impaciente pinchad aquí.

lunes, 22 de diciembre de 2008

“Estudio en Escarlata” de Arthur Conan Doyle



Inicio con esta entrada un repaso del canon sherlocksiano y, por extensión, de la obra de Arthur Conan Doyle, uno de mis escritores preferidos, siguiendo la edición incompleta comentada por Juan Antonio Molina Foix que la Editorial Valdemar publicó hace ya unos años.

Estudio en Escarlata”, la primera novela que Conan Doyle publicó sobre el inmortal habitante del 221 de Baker Street, es probablemente la más floja de las cuatro novelas largas que el autor publicó sobre el personaje pero al ser la primera resulta indispensable para adentrarse en el universo sherlocksiano al incorporarse en ella todos los elementos característicos del detective que se irían desarrollando en las siguientes entregas.

Estudio en escarlata” narra el primer encuentro entre un convaleciente Watson, licenciado como médico militar tras su servicio en la campaña de Afganistán, y Sherlock cuando por mediación de un amigo común deciden compartir el alquiler de una vivienda. A Watson le va seduciendo la personalidad de su excéntrico compañero de casa, sobre todo cuando este le explica su teoría deductiva y va averiguando como se gana la vida como detective al solucionar un complicado caso de asesinato relacionado con la aparición de un hombre muerto en una casa abandonada junto a una pared en la que aparece escrita con sangre la palabra “rache” (venganza, en alemán).

En “Estudio en escarlata”, Conan Doyle da los primeros pasos hacia la inmortalidad sin ser demasiado consciente de ello. Conan Doyle era un médico de poco éxito que languidecía en su consulta de oftalmología. El autor decidió entonces escribir una novela sobre un trasunto de los héroes de folletín que triunfaban por aquel entonces y que él despreciaba como Lupin o Lecoq, incorporando las características que a él le parecían que les faltaban a esos antecedentes. Conan Doyle, escribió la novela escasamente convencido de su éxito e introdujo una larga elipsis en su segunda parte que poca relación tenía con los hechos narrados hasta el momento, situada veinte años antes en Utah en un relato del Oeste al gusto de la época que servía de explicación a los asesinatos pero sin cohesión con el resto de la trama y sin que Sherlock o Watson aparezcan por ningún lado, con lo que “Estudio en escarlata” realmente es un “dos en uno” de lo más curioso, dos relatos independientes con algunos personajes en común. La trama detectivesca está bien hilvanada pero artificialmente alargada con la segunda parte que alarga en exceso una novela que como relato hubiera funcionado mejor. A pesar que Conan Doyle vio como esa primera novela fue rechazada por varias editoriales, finalmente fue publicada por la editorial Lock&Co en 1888 y el resto, como ya saben, es historia.

Otras novelas con Sherlock Holmes como protagonista en El lector impaciente aquí y aquí.

“Fabulas: El buen príncipe” de Bill Willingham, Mack Buckingham y Aaron Alexovich

Nueva entrega de “Fábulas” probablemente el título más comercial y entretenido de los que engloban la línea Vertigo en la actualidad y que por los misteriosos designios de Planeta coincide su publicación en fechas con “El Príncipe Malo” de la colección hermana “Jack of Fables” del que ya les hablé hace poco por aquí.

Este nuevo tomo, que engloba los números 60 a 69 de la colección original, se centra en las aventuras de uno de los secundarios de la serie, Papa Moscas, y como acaba convirtiéndose del fregona de la Comunidad de las Fábulas en un príncipe encantado portador de la mítica Ex Calibur, capaz de mantener a raya a los ejércitos del Adversario y mantener su propio reino, Santuario, en el mundo de las Fábulas.

Willingham lleva varios arcos arguméntales de “Fábulas” escribiendo la serie con el piloto automático. Entiéndanme, no quiero decir con ello que me aburra pero la serie ha caído en una dinámica monótona en la que no sorprende desde que averiguamos la identidad del Adversario, tras haber descubierto los autores quizá que la serie se mantiene simplemente profundizando en la historia de los distintos personajes que habitan Villa Fábula. Lo que los autores cuentan lo cuentan bien, en historias como “El buen príncipe” narradas con mucho oficio, imaginación y habilidad para retomar algunos de los personajes que conocimos en los primeros números de la serie y que el guionista “mató” antes de poder desarrollar todo su potencial, y resolver algún misterio como el del Pozo Encantado, mientras se va demorando en los preparativos de la que se augura sea la gran batalla entre las fábulas y el Adversario, pero la serie ha perdido la originalidad de los primeros números y se hace necesario que Willingham vaya planteándose introducir alguna sorpresa inesperada que renueve su interés porque el que los buenos den pál pelo a los malos no es tan divertido como al contrario.

En el aspecto gráfico, Buckingham sigue dando la talla manteniendo un estilo que ya se ha vuelto característico de la serie (en este arco argumental hay un interludio de un episodio titulado “El secreto de cumpleaños” protagonizado por los lobeznos dibujado por un autor con un estilo completamente divergente al de Buckingham, Aaron Alexovich, y no vean como chirría la cosa) y mostrando su capacidad para llevar tanto la narración de las tramas ideadas por Willingham como enriquecerlas incorporando gran cantidad de personajes sin que se recarguen las viñetas ni sufra la historia. Buckingham se ha convertido en un maestro en introducir viñetas corales, repletas de personajes perfectamente definidos un poco al estilo de George Pérez (salvando las distancias) pero manteniendo como su principal influencia a un Kirby cuya sombra cada vez es más patente en su estilo. No importa demasiado, pues Buckingham toma lo mejor de los mejores y su estilo tiene la suficiente personalidad como para resultar reconocible por sí mismo sin caer en el plagio. Las portadas de James Jean son auténticas maravillas de las que nos queda ya poco por disfrutar pues el portadista abandonará la serie próximamente

En definitiva, “Fábulas” sigue manteniendo el interés de sus incondicionales pero la serie empieza a necesitar de un giro o una sorpresa que renueve la expectación alcanzada en anteriores entregas pues la fórmula empieza a dar síntomas de agotamiento. Esperemos que Willingham y Buckingham se hayan dado cuenta de ello y nos tengan guardada alguna buena en los próximos números.
Más sobre "Fábulas" en El lector impaciente aquí, aquí, aquí y aquí.

domingo, 21 de diciembre de 2008

“Cash, I see a darkness” de Reinhard Kleist

Vaya por delante que no soy ningún entusiasta de la música. Mi innata dureza de oído me hace no apreciarla en exceso y mi magra cartera en mi mocedad me llevó a renunciar a una discoteca en condiciones que me permitiera suplir mis carencias en beneficio de una tebeoteca y una biblioteca que me satisfacían más. Por ese motivo, cuando se estrenó “En la cuerda floja”, la película sobre la vida de Johnny Cash fue cuando empecé a interesarme por la existencia de este ídolo de la música country y rockabilli americanas aunque no llamó tanto mi atención como para ir al cine a verla. Ha tenido que caer en mis manos casi por casualidad “Cash, I see a darkness”, el cómic que el alemán Reinhard Kleist dedica a la vida de Cash y que Planeta publicó hace ya unos meses para que se haya despertado mi entusiasmo hacia la apasionante vida y obra de Cash y vaya a incorporar alguno de sus discos en cuanto pueda a mi exigua discoteca. Pero es que “Cash, I see a darkness” es un pedazo de cómic y Reinhard Kleist, autor alemán que desconocía, un autor al que seguir muy de cerca.

Realizar una biografía en cualquier ámbito creativo puede ser una tarea relativamente más cómoda que realizar otro tipo de obra. Si la vida del biografiado/a es suficientemente atractiva para el público con ceñirse con mejor o peor estilo a los hechos basta para cumplir aseadamente. En este sentido, la vida de Cash es material de primera calidad. Desde un origen muy humilde en una familia de agricultores pobres se convirtió en una de las primeras estrellas de la industria musical en los cincuenta, codeándose con Elvis Presley y realizando giras extenuantes por todos los Estados Unidos convirtiéndose en el cantante preferido de la América profunda trabajadora, de los presos y de los indios americanos. Sin embargo, esta idílica manifestación del sueño americano tenía su reverso negativo. Cash durante sus mejores años fue un adicto a las anfetaminas y protagonizó todo tipo de excesos y escándalos, fue detenido varias veces y vivió y mientras estaba casado una intensa y escandalosa relación para la pacata moralidad de la época con una mujer también casada que sería su gran amor, su compañera de espectáculo June Carter. Con los años, la carrera de Cash fue perdiendo pujanza hasta convertirse en una vieja gloria semiolvidada que sólo volvió a retomar relevancia en los años noventa gracias al productor Rick Rubin.

Como ven, una vida apasionante por sí misma, pero es que además Reinhard Kleist, gran admirador de Cash, no opta por el camino fácil y logra hacer de su biografía un cómic intenso, arriesgado e inteligente a la vez que refleja con precisión y alejamiento todas las luces y sombras que rodearon las distintas etapas de su vida. En lugar de optar por una sencilla narración lineal, Kleist convierte a Cash en un personaje más del cómic, situando la acción en los días previos del legendario concierto en directo de Cash en el penal de alta seguridad de Folsom en 1968, y haciendo que uno de los reclusos, Glen Sherley, que espera ansioso el concierto y compone canciones, nos ponga en antecedentes sobre la vida del cantante hasta ese punto mientras espera el momento para poder entregar a Cash una de sus canciones. El concierto sería uno de los momentos cumbre en la carrera de Cash y la canción compuesta por Sherley,”Folsom Prison Blues” uno de los mayores éxitos en la carrera de Cash, a quien más adelante Kleist convierte en narrador de la historia de Sherley.

A partir de esa anécdota, Kleist construye un ingenioso e intenso artificio del que se sirve para construir un cómic intenso del que es imposible despegarse hasta que no se ha terminado, en el que no se limita a narrar los hechos de la vida del protagonista sino que refleja a la perfección la compleja y atormentada personalidad de Cash y la intensidad de su relación con los presos norteamericanos entre los que era un auténtico ídolo. Kleist no sólo incorpora esta historia a la narración sino que introduce en la historia la narración de varias de las canciones de Cash como “A boy called Sue”, “The ballad of Ira Hayes”o la misma “Folsom Prison Blues” para reflejar el compromiso y creatividad de Cash, con lo que “Cash, I see a darkness” se convierte en una especie de muñeca rusa apasionante que se nutre de varias pequeñas historias que acaban dando un fiel retrato de Cash como sólo a través del cómic puede lograrse.

Kleist exprime los recursos del medio para construir un relato elíptico, equilibrado y complejo, que funciona perfectamente en todas sus partes gracias a la excelente planificación del relato del alemán quién, dotado de un trazo nervioso y enérgico utiliza con maestría una amplia gama de recursos gráficos y cambia a lo largo del cómic en varias ocasiones de estilo, pasando con soltura de la caricatura al realismo o al expresionismo, optando en todo momento por el negro y los grises y pasando de composiciones de página y perspectivas clásicas, divididas en viñetas llenas de detalles a composiciones esquemáticas, rotas y escorzos con los que incentiva la carga dramática de la historia, usando con moderación concisos y precisos cuadros de texto e incorporando recursos a la historia similares a los usados por autores de la talla de Blutch, Peeters o Burns, con los que guarda más de una similitud.

En definitiva, para mí uno de los mejores cómics publicados a lo largo del año en una correcta edición por parte de Planeta que además me ha permitido conocer en profundidad a un poliédrico y excelente cantante.

Con ustedes, Johnny Cash.

Folsom Prison Blues



A boy named Sue





sábado, 20 de diciembre de 2008

Francisco Casavella (1963-2008)


Estoy convencido que, en ocasiones, morirse es una liberación tanto para el que se muere como para los que le rodeaban. Pero morirte a los cuarenta y cinco años, cuando acaban de darte uno de los premios más prestigiosos que puedes recibir en tu ámbito profesional y tienes ante ti un futuro más que prometedor tras años de trabajo es una putada de las gordas. Tanto para ti como para los que te rodean. Por desgracia, es lo que le ha ocurrido a Francisco Casavella un novelista que tras años de ir cimentando una carrera literaria callada y sólida, aprendiendo el oficio de escribir sin coger atajos, se hizo con el Nadal este mismo año por “Lo que sé de los vampiros”. Una putada para él que se ha ido por un traicionero infarto pero también para todos los que nos quedamos sin disfrutar de las historias que ha dejado sin escribir. Una auténtica lástima.

Como soy un acumulador de libros, cómics y tantas otras cosas “inútiles” tengo “Lo que sé de los vampiros” esperando en un estante desde hace casi un año sin encontrar el momento para hincarle el diente. En cuanto pueda, me pongo con él. El mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerle, para no olvidarle.

D.E.P.

viernes, 19 de diciembre de 2008

“Ultimatum a la Tierra” de Scott Derrickson


En 1951, Robert Wise filmó la primera versión de “The day the Earth Stood Still” una película ágil e imaginativa que en apenas algo más de hora y media mantenía entretenido al personal de todos los públicos con las peripecias de un visitante del espacio cuya misión era advertir a los terrícolas de las terribles consecuencias de la carrera armamentística y al que el ejército estadounidense, siempre dado a recibir a los visitantes tirando de gatillo, recibía y despedía a tiros no sin antes haberse llevado una buena tunda del guardaespaldas del alienígena Klaatu, el gigantesco robot Gorot. La película adquirió con los años la etiqueta “de culto” y es el ejemplo arquetípico de las producciones de la maravillosa “Serie B” del cine norteamericano de los años cincuenta.

En 2008, partiendo prácticamente de las mismas premisas –sustituyan las políticas belicistas por las ecologistas que sostienen el deterioro global del planeta- pero aprovechando los espectaculares avances en materia de efectos especiales, Scott Derrickson, escasamente conocido por películas como “El exorcismo de Emily Rose” o “Hellraiser V”, filma una película farragosa, larga e incoherente destinada a ser olvidada en cuanto desaparezca el DVD de la sección de ofertas de las grandes superficies. Pero, vamos por partes.

El “Ultimatum a la Tierra” de Scott Derrickson intentado captar la esencia de la obra original se pierde entre los árboles sin llegar nunca al bosque. La obra de Wise se sustenta en un guión sólido, serio y bien desarrollado al que el director se ciñó escrupulosamente para suplir lo que los efectos especiales de la época, puestos siempre al servicio de la historia, no podían mostrar. En la película de Derrickson es al revés un guión burdo, estúpido e incoherente está al servicio de unas secuencias de efectos especiales, espectaculares por momentos pero mortalmente aburridas siempre, rodadas con un sentido de la épica hueco que infla la película hasta unos 103 minutos que se hacen muy largos, aburrido el espectador de ver tanto plano cenital de camiones, helicópteros, tanques, aviones y cualquier otro transporte que al guionista se le pudiese ocurrir meter en la peli para rellenar y hacer volar por los aires. En este maremagnum de tontería cara, naufraga también la mayoría del reparto, lastrados por la inoperancia del guión y del director, siendo especialmente clamoroso en el caso de Kathy Bates en el papel de Secretaria de Defensa Americana –quién la ha visto y quién la ve- y Robert Knepper, el T-Bag de “Prison Break” que en su pequeño papel de general a cargo del ataque a la esfera de Klaatu a mí me recordaba a José Luis López Vázquez con guerrera gritando eso de “señorito”. Sólo destacar, entre tanto desatino, la pareja protagonista formada por Keanu Reeves, que gracias a su inexpresividad innata es ideal para interpretar a personajes del estilo de Klaatu, y Jennifer Connolly, que sale indemne de cualquier marrón en que la meta su representante gracias a su enorme talento, incluso lastrada como en esta ocasión por tener que compartir buena parte de la película con un niño plasta (sí, hasta niño plasta tiene la película) como Jadem Smith, que me temo ha heredado el mismo talento para irritar en casi cualquier película que su padre Will Smith.

En fin, que si este fin de semana pensaban acercarse al cine a ver el “remake” de “Ultimatum a la Tierra” mi consejo es que busquen otra opción o quédense en casa viendo en DVD la película original de Robert Wise. Les saldrá más a cuenta y disfrutarán más.
¿Cuándo vendrá un Klaatu que nos rescate de tanta película tonta?

miércoles, 17 de diciembre de 2008

“Batman Arkham: Pingüino”


Dentro de la estrambótica e impresionante galería de villanos que han hecho de Batman mi superhéroe preferido sin discusión desde chiquitillo, uno de los que más han evolucionado a lo largo de los años desde su concepción inicial hasta la actualidad ha sido el mezquino y astuto Oswald Cobblepot, mundialmente conocido, como El Pingüino, creado por Bill Finger. De ser el acomplejado y cómico chiquitín que vestido con un ridículo frac y armado con un paraguas durante años cometió robos relacionados con los pájaros para acabar inevitablemente en prisión pasó a convertirse en toda una mente criminal fría y calculadora, rodeado de espectaculars mujeres, capaz de encargar a otros sus fechorías y controlar su organización con mano de hierro quedando su participación en los crímenes que ordenaba generalmente impune.

Precisamente esa evolución del personaje es la que queda perfectamente reflejada en la selección de historias incluidas en el tercer tomo de “Batman: Arkham”, los monográficos que Planeta dedica a algunos de los principales villanos del Hombre Murciélago, y que en la línea de las anteriores entregas ofrece una recopilación de historias representativas del personaje a lo largo de las distintas épocas de las series del murciélago bastante entretenidas pero sin incorporar ninguno de los enfrentamientos claves de estos personajes que es de suponer la editorial reserva para el año que viene coincidiendo con el aniversario de la creación de Batman. En este volumen, aparte de la primera aparición del Pingüino en “Detective Comics 58” de 1941 firmada por Bob Kane, destacan la historia s “El Asunto Pingüino” (Batman, 448 y 449 – Detective Comics, 615), firmada por Marv Wolfman y Jim Aparo que se sitúa en un periodo de transición en la evolución del personaje que comentaba en el párrafo anterior y permite disfrutar de un Aparo más que correcto como continuador del estilo del gran Neal Adams en una historia que a pesar de estar fechada en 1990 (posterior al "Año Uno") tiene algunas características de la época setentera del personaje. Del resto de historias, más modernas y cercanas en el tiempo, me han gustado especialmente las tituladas “El regreso del pingüino” (Batman 548 y 549), guionizada por Doug Moench y dibujada por Kelley Jones en el que este último retrata perfectamente la esencia entre caricaturesca del personaje en una historia sombría en la que se hace referencia a los posibles malos tratos que el pingüino sufrió en su infancia, y “Sueños de Pingüino” (Batman, 586) en la que Brubaker fantasea acerca de la posibilidad que el sr. Coblepott acabase con Batman.

De momento, de los tres tomos “Batman: Arkham” que llevo leídos, el que más me ha gustado ha sido este a pesar de los horribles escaneados con que Planeta ha completado algunas de las historias. Conforme me vaya poniendo al día con el resto, les iré contando.

Más “Batman: Arkham” en El lector impaciente aquí y aquí.

Fechas para el XXVII Salón de Cómic de Barcelona: ahora estas, mañana las otras.


Me mandó hace unos días Tomás Pardo, de Ficomic, una nota de prensa informando sobre el nuevo cambio de fechas de la próxima edición del Salón de Cómic de Barcelona que pasa a celebrarse en el mes de Junio a finales de Mayo (en concreto, del 29 de Mayo al 1 de Junio de 2009).

El Salón del Cómic, que tradicionalmente se venía celebrando en Mayo, lleva unos años sin encontrar una ubicación idónea, y sus últimas ediciones se han celebrado en Abril, Mayo o Junio, sin encontrar unas fechas definitivas. Esto, claro está, provoca el desconcierto en el aficionado despierto dado a ver teorías conspirativas y buscarle tres pies al gato. Yo, sinceramente, no creo que el motivo principal de tanto cambio sean los intereses comerciales de una sola compañía (vale, podéis llamarme ingenuo, si queréis). Creo que la dificultad radica más bien que en grandes ciudades como Madrid y Barcelona se están celebrando ferias y salones todas las semanas solapándose unas con otros y fiándose al mejor postor a quién se reservan las mejores fechas. Quizás este sea el único motivo del baile de fechas constante que ha sufrido el Salón organizado por Ficomic en los últimos años, sin descartar otros como los que públicamente ha ido declarando la organización para justificar tanto cambio (ya saben, los exámenes de los estudiantes, proximidad del Día del Libro, etc.).

Dicho esto, creo que las fechas anunciadas para el próximo Salón son bastante acertadas y permiten augurar un aumento de visitas importante, si se remonta algo la crisis, al iniciarse en viernes (y no en jueves como era habitual) y finalizar un lunes –y no un domingo- que es festivo en Cataluña y otros lugares que puede provocar un aumento de visitas por parte de las familias. El siguiente paso sería mantener una fecha estable como le corresponde al Salón que debe marcar la pauta del resto al ser el más importante de los que se celebran en España al igual que se ha establecido ya una sede fija (Palacio nº 8 de la Fira de Barcelona, frente a la Plaza de España) y no seguir cayendo en el baile constante de fechas un año sí y un año no.

En fin, en 2010 veremos si en Ficomic son capaces de afrontar ese reto o continúan cambiando en busca de la fecha ideal. Sería importante que lo consiguieran para afrontar el que para mí es el siguiente y más importante reto para que el Salón sea realmente popular y accesible a todos, la gratuidad de la entrada, que ahora cuesta 6 euros. El tiempo aclarará las cosas.