Las aproximaciones artísticas adultas al mundo infantil suelen estar teñidas de un cierto paternalismo tontorrón que tiende a obviar por esos convencionalismos políticamente correctos a los que somos tan aficionados los que una vez fuimos niños, que la infancia es un estadio de la vida extraño, difícil y cruel, pero también extraordinariamente creativo y fértil a todo tipo de influencias en el que cada niño es el rey absoluto de su pequeño mundo interior.
Tony Millionaire, autor conocido en Estados Unidos por “Maakies” (y en España por “Billy Avellanas”, publicado por La Cúpula y del que tengo pendiente escribirles), parece mantener abierto el canal de comunicación con su infancia y ese perturbador mundo que la mayoría abandonamos con los años y en su segunda obra publicada en España por Rossell Comics en una más que correcta edición, “Las aventuras de Sock Monkey” nos lo muestra en toda su gloriosa e inocente crudeza, optando por un camino diferente al que siguieron otros grandes del cómic que retrataron sin ñoñerias el mundo infantil como Schultz con “Peanuts”, Quino en “Mafalda” o Watterson en “Calvin y Hobbes”, en cuyas obras los niños y sus relaciones con el entorno son los protagonistas únicos de sus historias.
En “Las aventuras de Sock Monkey”, Tony Millionaire convierte en protagonistas de sus historias a los mejores amigos del niño, sus muñecos preferidos, un mono y un cuervo de trapos, el tío Gabby y el Señor Cuervo, y en aras de su imaginación los convierte, cuan Quijote y Sancho, en una especie de caballeros andantes dispuestos a deshacer los entuertos que habitualmente ellos mismos han creado en un mundo en el que los juguetes tienen vida, los carillones están habitados por duendes y las arañas de cristal son magníficas ciudadelas que explorar. En sus aventuras, tío Gabby y el Señor Cuervo, viajarán a Borneo para reunir a una cabeza reducida con sus amigos, o serán capaces de urdir una cita entre un ratón y un murciélago, en esplendorosas aventuras que tienden a tener un triste final con el que Millionaire realiza un guiño a los adultos a los que están destinados sus cuentos, la vida es corta, aprovéchala.
Millionaire reúne en este cómic todas sus influencias reconocidas a través de su espléndida técnica de dibujo de trazo clásico y detallista, directamente emparentada con los grandes ilustradores norteamericanos de los años treinta y cuarenta. Así, en este cómic se pueden encontrar ecos siniestros de la obra de Shepard o de las aventuras marineras de Patrick O’Brian, pudiéndose incluso rastrear en los rasgos de su pareja de protagonistas los del capitán Aubry y el Doctor Maturin. La estructura de las cuatro historias de mayor extensión es similar mediante una primera viñeta en la que el autor dibuja una hermosa (y siempre distinta) casa decimonónica nos introduce directamente en las aventuras de sus personajes prescindiendo prácticamente de los cuadros de textos y dejando que la historia avance a través de la actuación de los protagonistas hacia un final impactante e inesperado, mediante una técnica narrativa que recuerda más al de las tiras que a las narraciones largas. Además, en este volumen, se recogen varias historias de una página en las que Millionaire aprovecha para narrar oscuras historias cargadas de humor negro.
Ojalá “Las aventuras de Sock Monkey” venda lo suficiente para poder continuar disfrutando de las lastimosamente tiernas aventuras de Tio Gabby y el Señor Cuervo y el torrente imaginativo que Millionaire derrocha en todas sus obras (¡”Maakies” en castellano, YA!).
Tony Millionaire, autor conocido en Estados Unidos por “Maakies” (y en España por “Billy Avellanas”, publicado por La Cúpula y del que tengo pendiente escribirles), parece mantener abierto el canal de comunicación con su infancia y ese perturbador mundo que la mayoría abandonamos con los años y en su segunda obra publicada en España por Rossell Comics en una más que correcta edición, “Las aventuras de Sock Monkey” nos lo muestra en toda su gloriosa e inocente crudeza, optando por un camino diferente al que siguieron otros grandes del cómic que retrataron sin ñoñerias el mundo infantil como Schultz con “Peanuts”, Quino en “Mafalda” o Watterson en “Calvin y Hobbes”, en cuyas obras los niños y sus relaciones con el entorno son los protagonistas únicos de sus historias.
En “Las aventuras de Sock Monkey”, Tony Millionaire convierte en protagonistas de sus historias a los mejores amigos del niño, sus muñecos preferidos, un mono y un cuervo de trapos, el tío Gabby y el Señor Cuervo, y en aras de su imaginación los convierte, cuan Quijote y Sancho, en una especie de caballeros andantes dispuestos a deshacer los entuertos que habitualmente ellos mismos han creado en un mundo en el que los juguetes tienen vida, los carillones están habitados por duendes y las arañas de cristal son magníficas ciudadelas que explorar. En sus aventuras, tío Gabby y el Señor Cuervo, viajarán a Borneo para reunir a una cabeza reducida con sus amigos, o serán capaces de urdir una cita entre un ratón y un murciélago, en esplendorosas aventuras que tienden a tener un triste final con el que Millionaire realiza un guiño a los adultos a los que están destinados sus cuentos, la vida es corta, aprovéchala.
Millionaire reúne en este cómic todas sus influencias reconocidas a través de su espléndida técnica de dibujo de trazo clásico y detallista, directamente emparentada con los grandes ilustradores norteamericanos de los años treinta y cuarenta. Así, en este cómic se pueden encontrar ecos siniestros de la obra de Shepard o de las aventuras marineras de Patrick O’Brian, pudiéndose incluso rastrear en los rasgos de su pareja de protagonistas los del capitán Aubry y el Doctor Maturin. La estructura de las cuatro historias de mayor extensión es similar mediante una primera viñeta en la que el autor dibuja una hermosa (y siempre distinta) casa decimonónica nos introduce directamente en las aventuras de sus personajes prescindiendo prácticamente de los cuadros de textos y dejando que la historia avance a través de la actuación de los protagonistas hacia un final impactante e inesperado, mediante una técnica narrativa que recuerda más al de las tiras que a las narraciones largas. Además, en este volumen, se recogen varias historias de una página en las que Millionaire aprovecha para narrar oscuras historias cargadas de humor negro.
Ojalá “Las aventuras de Sock Monkey” venda lo suficiente para poder continuar disfrutando de las lastimosamente tiernas aventuras de Tio Gabby y el Señor Cuervo y el torrente imaginativo que Millionaire derrocha en todas sus obras (¡”Maakies” en castellano, YA!).
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