Hay autores que parece nunca van a tocar su techo y, hoy en día, Ed Brubaker es su máximo explonente. Cada vez que inicio la lectura de una nueva obra suya, espero encontrar al menos algún síntoma de desgaste –repetición de situaciones, de personajes, decaimiento del ritmo, algo que demuestre que este tipo es humano...- sin embargo, cuando termino la obra, no me queda más que encogerme de hombros y disfrutar del mejor guionista –con mucho- del actual cómic norteamericano y, probablemente, mundial. Esa sensación la he vuelto a tener con “Los muertos y los moribundos”, el tercer tomo de la serie “Criminal” que acaba de publicar Panini Cómics, una historia de género en la que que en tan sólo tres números muestra una vez más que en el género negro es donde da lo mejor de sí, construyendo un desencantado, amargo y pesimista relato negro, estructuralmente impecable, argumentalmente demoledor. Les cuento.
En este tercer arco argumental, Brubaker construye una historia en tres actos ambientada en los años setenta, ofreciendo su particular versión de la Blaxploitation que triunfó en la época. Sin embargo, si las historias genuinamente blaxploitation incluían elementos de humor y cierto tono autoparódico que justificaban las altas dosis de violencia y sexo, y se convertían en características fundamentales de las mismas, Brubaker prescinde aquí completamente del humor para construir, a través de la narración en primera persona de tres personajes arquetípicos del género negro– un boxeador fracasado con contactos con la mafia que rumia su pasado desde la cama de un hospital, un veterano de Vietnam que encuentra en el atraco equivocado la única salida a sus deudas, y una mujer fatal que a viaja en el coche equivocado mientras rememora el pasado que la convirtió en un juguete roto- un relato mucho más sórdido en conjunto que la suma de sus partes en el que Brubaker entremezclan la pasión, la venganza y sabias dosis de sexo y violencia, que mantiene sobrecogido al lector hasta la última página de la historia.
Brubaker hace que las distitntas piezas de la trama vayan encajando en un relato medido perfectamente para que las distintas líneas temporales converjan hacia un clímax que no se produce al final de la narración como sería lo lógico –lo fácil- sino hacia la mitad, sin que por ello la última parte desmerezca y resulte predecible al lector que hace tiempo se encuentra atrapado por la densidad de un relato que manteniendo el respeto a las reglas del género al que se ciñe al tiempo que lo revitaliza y le da una nueva dimensión.
Es tanta la endiablada habilidad de Brubaker que es capaz de poner en conexión este tercer arco argumental con los anteriores, a través de distintos personajes que se entrecruzan en los distintas historias, sin que en ningún caso resulten forzadas las tramas ni el lector que se inicie en la serie deba estar al tanto de todo lo sucedido anteriormente para no perderse detalle, aunque sí sea recomendable su lectura para disfrutar, entre otros, del siniestro paralelismo que establece Brubaker entre la historia de Tess Lawless y su hijo Tracy, el protagonista del segundo arco argumental.
Toda esa hábil y delicada estructura resultaría en exceso forzada sino estuviera unida por la excelente prosa de Brubaker, buen conocedor del género negro en sus vertientes literarias y cinematográficas, que, como señala John Singleton en la introducción, es capaz de hacer encajar frases y expresiones que fuera de contexto llevarían al sonrojo pero que dentro de la historia resultan demoledoras.
De todos modos, buena parte del éxito de esta historia se debe a un inspiradísimo Sean Phillips que da lo mejor de sí dándole a la historia el tono expresionista requerido, minimizando al máximo su trazo para esbozar prácticamente a los personajes y las situaciones a los que otorga una dimensión casi irreal gracias a un acertado uso de las sombras y el monocronismo frío con el que refleja la crueldad de las situaciones y ambientes y que beben directamente de los recursos estéticos que ya explotara Frank Miller en “Sin City”, sin mermar por ello su enorme talento para el discurso narrativo mediante imágenes.
Hammett, Chandler, Cain, Spillane y demás pueden descansar tranquilos en sus tumbas; Ellroy, Connolly, Rankin o Arnott , pueden empezar a mover el culo, atarse los machos y ponerse a escribir porque el más puro género negro se escribe hoy en día en viñetas y Sean Phillips y Ed Brubaker son sus autores, hasta que se demuestre lo contrario.
La edición de Panini muy cuidada resulta excelente y complementa la historia con varios artículos sobre género negro muy interesantes y documentados.
Anteriores entradas sobre “Criminal” en El lector impaciente:
-“Cobarde”.
-“Lawless”.
Otras obras de Ed Brubaker en El lector impaciente:
-“La escena del crimen”.
- “Sleeper”, con Sean Phillips, aquí y aquí.
- “Gotham Central” aquí y aquí.
En este tercer arco argumental, Brubaker construye una historia en tres actos ambientada en los años setenta, ofreciendo su particular versión de la Blaxploitation que triunfó en la época. Sin embargo, si las historias genuinamente blaxploitation incluían elementos de humor y cierto tono autoparódico que justificaban las altas dosis de violencia y sexo, y se convertían en características fundamentales de las mismas, Brubaker prescinde aquí completamente del humor para construir, a través de la narración en primera persona de tres personajes arquetípicos del género negro– un boxeador fracasado con contactos con la mafia que rumia su pasado desde la cama de un hospital, un veterano de Vietnam que encuentra en el atraco equivocado la única salida a sus deudas, y una mujer fatal que a viaja en el coche equivocado mientras rememora el pasado que la convirtió en un juguete roto- un relato mucho más sórdido en conjunto que la suma de sus partes en el que Brubaker entremezclan la pasión, la venganza y sabias dosis de sexo y violencia, que mantiene sobrecogido al lector hasta la última página de la historia.
Brubaker hace que las distitntas piezas de la trama vayan encajando en un relato medido perfectamente para que las distintas líneas temporales converjan hacia un clímax que no se produce al final de la narración como sería lo lógico –lo fácil- sino hacia la mitad, sin que por ello la última parte desmerezca y resulte predecible al lector que hace tiempo se encuentra atrapado por la densidad de un relato que manteniendo el respeto a las reglas del género al que se ciñe al tiempo que lo revitaliza y le da una nueva dimensión.
Es tanta la endiablada habilidad de Brubaker que es capaz de poner en conexión este tercer arco argumental con los anteriores, a través de distintos personajes que se entrecruzan en los distintas historias, sin que en ningún caso resulten forzadas las tramas ni el lector que se inicie en la serie deba estar al tanto de todo lo sucedido anteriormente para no perderse detalle, aunque sí sea recomendable su lectura para disfrutar, entre otros, del siniestro paralelismo que establece Brubaker entre la historia de Tess Lawless y su hijo Tracy, el protagonista del segundo arco argumental.
Toda esa hábil y delicada estructura resultaría en exceso forzada sino estuviera unida por la excelente prosa de Brubaker, buen conocedor del género negro en sus vertientes literarias y cinematográficas, que, como señala John Singleton en la introducción, es capaz de hacer encajar frases y expresiones que fuera de contexto llevarían al sonrojo pero que dentro de la historia resultan demoledoras.
De todos modos, buena parte del éxito de esta historia se debe a un inspiradísimo Sean Phillips que da lo mejor de sí dándole a la historia el tono expresionista requerido, minimizando al máximo su trazo para esbozar prácticamente a los personajes y las situaciones a los que otorga una dimensión casi irreal gracias a un acertado uso de las sombras y el monocronismo frío con el que refleja la crueldad de las situaciones y ambientes y que beben directamente de los recursos estéticos que ya explotara Frank Miller en “Sin City”, sin mermar por ello su enorme talento para el discurso narrativo mediante imágenes.
Hammett, Chandler, Cain, Spillane y demás pueden descansar tranquilos en sus tumbas; Ellroy, Connolly, Rankin o Arnott , pueden empezar a mover el culo, atarse los machos y ponerse a escribir porque el más puro género negro se escribe hoy en día en viñetas y Sean Phillips y Ed Brubaker son sus autores, hasta que se demuestre lo contrario.
La edición de Panini muy cuidada resulta excelente y complementa la historia con varios artículos sobre género negro muy interesantes y documentados.
Anteriores entradas sobre “Criminal” en El lector impaciente:
-“Cobarde”.
-“Lawless”.
Otras obras de Ed Brubaker en El lector impaciente:
-“La escena del crimen”.
- “Sleeper”, con Sean Phillips, aquí y aquí.
- “Gotham Central” aquí y aquí.
2 comentarios:
A mí también me ha parecido una maravilla este tercer album de la serie. Creo que Brubaker y Philips estan contruyendo una de las mejores series de este milenio que acaba de comenzar; esperaremos más episodios para segir disfrutando.
Una gran reseña.
Pacientes saludos.
Tienes razón, Tristán.
Brubaker que se maneja bien en todos los géneros en el negro se supera a sí mismo y, especialmente, en este arco hay un salto de calidad en la serie que ya era superior a la media. Phillips raya también a gran altura. A mí este arco me ha encantado.
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