miércoles, 19 de septiembre de 2012

Ya hay cartel para el Salón del Cómic de Getxo 2012.

Realizado por el flamante Premio Nacional del Cómic, Santiago Valenzuela inspirándose en su propio universo torrezniano. Más allá que podía haber buscado  motivos más allá de  la autocita el cartel es realmente bonito.

 
Toda la información acerca del Salón, autores invitados y demás eventos, aquí.

martes, 18 de septiembre de 2012

“Turf”, de Jonathan Ross y Tommy Lee Edwards.


Uno empieza a leerse “Turf”, miniserie de cinco números publicada recientemente por Panini en su serie 100%CultComics, y parece que ha entrado en el túnel del tiempo. No solo ya por el aire retro del tebeo que nos traslada al Nueva York de la Edad Seca en el que los gángsteres eran la ley sino sobre todo por las formas en que los autores, el guionista Jonathan Ross y el dibujante Tommy Lee Edwards lo plantean, evocando a otros autores y otros tiempos.
Parece ser que el guionista Jonathan Ross es una estrella mediática de la televisión del Reino Unido, un híbrido entre Buenafuente, Pablo Motos  y Santiago Segura pero sin barba, apasionado de los cómics y con los suficientes posibles como para tener una vasta colección, tan desmesurada como para que incluya cualquier ejemplar original que os podáis imaginar y algunos incluso por triplicado (lo explica Millar en la introducción aunque ya sabemos que este de por sí siempre ha sido un pelín exagerado). Con esas credenciales y el padrinazgo de Millar, Ross hizo su puesta de largo como guionista con un cómics evocador de los tebeos y autores que le gustan y que, generalmente, también me gustan a mí.
“Turf” es una historia delirante que mezcla los gángsteres de la Ley Seca, los vampiros góticos y románticos de frac y mirada lánguida, y unos alienígenas con armaduras de combate despistados de esos que de vez en cuando se dejan caer por nuestro planeta. En el Nueva York de la Ley Seca, los vampiros liderados por los hermanos Dragomir pretenden quitar del medio a las principales bandas de la Ciudad para tener el camino libre para despertar al Antiguo, el padre de todos los vampiros que asegurará su dominio sobre los humanos. Los únicos que parecen capaces de oponérseles son Eddie Falco, un cruel gangster con problemas de conciencia y una conexión empática con un alien varado en la Tierra que dispone de armamento de ciencia ficción, y una periodista chismosa que se siente atraída por uno de los hermanos Dragomir que no parece tan malo como los demás.
Como decía, uno empieza a leer “Turf” y parece que está leyendo el “Nathaniel Dusk” de Don MacGregor y Gene Colan, o el “Camino de Perdición”, de Max Allan Collins y Richard Piers Rayner. Ross imita el estilo denso y literario de MacGregor cargado de cartelas y un voluntarioso Tommy Lee Edwards trata de emular los sombríos y elegantes dibujos de Colan. Sin embargo, ni Ross es MacGregor ni Edwards Colan y la ensoñación se pierde a las pocas páginas en cuanto a los gángsteres y vampiros se le unen los alien en un batiburrillo de historia en la que el ambicioso Ross deja patente que no es tan fácil, por muchas lecturas que se tengan, construir cómics redondos. Ross, como buen aprendiz, naufraga intentando imitar a sus mayores y acaba pagando en exceso su entusiasmo a la hora de construir un tebeo con elementos excesivamente dispares entre sí. Cuesta entrar en la historia que “Turf” plantea desde sus primeras páginas reiterando lugares comunes y ya transitados porque a Ross todavía le faltan tablas para dotar de una personalidad propia, más allá de los estereotipos, a sus personajes, con lo que el tebeo más allá de los guiños y homenajes que plantea y el aficionado valorará, resulta frío, impersonal y previsible en su desarrollo y delirante en su desenlace.
Edwards es un dibujante correcto a pesar de lo inexpresivos de los personajes y lo rígido de sus composiciones, pero a pesar de ello y el encorsetamiento al que le somete Ross es capaz de plasmar con oficio el Nueva York gangsteril de la Ley Seca. Sin embargo no deja de resultar irritante comprobar como en demasiadas ocasiones cae en la confusión gráfica y la reiteración debido al sobreabuso de las cartelas por parte del guionista especialmente en los primeros episodios de la obra. Conforme esta avanza y Ross parece asentarse, las composiciones de página de Edwards se vuelven más vistosas y atrevidas lo que es de agradecer aunque no logre en ningún momento insuflar al tebeo la claridad expositiva que sería deseable. En cuanto a estilo, y siempre bajo la alargada sombra del omnipresente Gene Colan, uno no puede parar de recordar pasando las páginas otros dibujantes aparte de los ya mencionados como Guy Davis o Sean Phillips que con más personalidad han sabido recrear con más éxito esa época y atmósfera.
Turf” es un tebeo tan bienintencionado como olvidable, un proyecto fallido de un equipo creativo con pocas horas de vuelo para abordar una historia tan ambiciosas que se cobija en modelos arcaicos y superados. De todos modos, de las obras fallidas se aprende y es de esperar que en futuras obras mejoren. Dicho esto, que cada cuál saque sus conclusiones.

lunes, 17 de septiembre de 2012

“El asombroso Hombre Lobo 4”, de Robert Kirkman y Jason Howard



Completa la terna de novedades que Planeta ha presentado este mes relacionadas con Robert Kirkman el cuarto (y último) tomo de “El asombroso Hombre-Lobo”, entretenidísimo spin off de “Invencible” que llegó hasta los 25 números.
Nos encontramos ante una trepidante entrega en la que los sucesos se precipitan. Gary Hampton, El Hombre Lobo, infiltrado en el grupo del Semblante descubrirá al fin su misterioso plan maestro y, para limpiar ante todos su nombre, se enfrentará a espeluznantes monstruos abisales encerrados bajo Stonehenge. Sin embargo, cuando la vida por fin parece que le vuelve a sonreír y ha encauzado su relación con su díscola hija, sus ansias de venganza le llevan a pergeñar un plan para acabar de una vez por todas con su odiado enemigo el vampiro Zacarías mientras que El Antiguo, el Hombre Lobo primigenio, le buscará para que finalmente se enfrente a él y reciba el legado para el que está predestinado.


A estas alturas,  Kirkman y Howard debían ser conscientes que la serie iba a ser cancelada y tuvieron el detalle de cerrar todas las tramas planteadas de una manera bastante apañada en una saga que se desarrolló a lo largo de los últimos cinco números. Kirkman deja constancia que tenía buenas ideas para haber podido continuar con la serie y que algo más pulidas podrían haber dado bastante de sí. Concentradas en un único arco, queda todo algo embarullado y algunas de las reacciones de los personajes resulten un tanto forzadas pero el ritmo frenético que el equipo creativo imprime a la historia en su recta final es tal que esas cuestiones quedan en segundo plano y uno se rinde ante el  divertimento sin complejos propuesto por los autores en un fin de fiesta que reune a la mayor parte de los personajes que han ido apareciendo a lo largo de toda la serie.


No quiero dejar de destacar una vez más el gran trabajo de Jason Howard, tanto en este último tomo como a lo largo de la serie. Howard se adapta como pocos al estilo narrativo ágil y directo que Kirkman imprime a sus series superheroicas sin necesidad de recaer en las irritantes repeticiones de viñetas que tanto le gustan al guionista. En esta entrega, a sus muchas cualidades ya comentadas en anteriores entradas une una clara evocación kirbiana con esos monstruos antediluvianos tributarios de The King.
Como resumen final, recalcar que me ha encantado por su simplicidad “El asombroso Hombre-Lobo”, una alegre serie de superhéroes sin más pretensión que divertir y hacer pasar el rato al lector algo que debería ser el abecé del género y en muchas ocasiones se olvida. A fe mía que los desgastados multiversos de las dos grandes deberían tomar buena nota de la alegría contagiosa que desprenden los desacomplejados superhéroes Image, ideados en su mayor parte  por Kirkman, en sus próximos relanzamientos.

Más sobre esta serie aquí, aquí y aquí.

viernes, 14 de septiembre de 2012

“Los Muertos Vivientes 16: Un mundo más grande”, de Robert Kirkman, Charlie Adlard y Cliff Rathburn.



Lentamente avanza hacia su número 100 (en EEUU ya lo ha superado) la serie de zombis de Robert Kirkman de la que Planeta acaba de publicar la decimosexta entrega que incluye los números 91 a 96 de la serie norteamericana.

A la comunidad de Rick y su banda de supervivientes llega Jesús, un superviviente que dice ser un emisario de otra comunidad mayor  que pretende establecer lazos comerciales con Rick y los suyos. Tras vencer las desconfianzas iniciales, Rick y un grupo de elegidos visitará la Cima, la Comunidad de la que proviene Jesús, donde descubrirán que tras su aparente prosperidad en la Cima también tienen sus problemas…Y quizás Rick y sus amigos puedan solucionárselos.

Tomo más bien aburridillo el que nos ofrece Kirkman mientras prepara el centenariazo –los que seguís la serie norteamericana no sopléis nada, por favor-, repitiendo estructuras y modelos ya vistos anteriormente en la serie y dejando la sensación que nos encontramos ante una fórmula agotada. Y es que más allá de la gracia del guiño mesiánico con la presentación de un nuevo personaje de nombre Jesús, usar como único recurso para hacer avanzar la trama la aparición de nuevas comunidades de supervivientes en la serie con las que de un modo u otro competirán los personajes protagonistas para asegurar su supervivencia y con los muertos vivientes que dan nombre a la serie teniendo cada vez un protagonismo más reducido le pasa factura a la obra.

Mención destacada merece el pobrísimo trabajo de Charlie Adlard en esta entrega. Pase que ya no dé ni los grises delegando la tarea en Cliff Rathburn pero en esta entrega su dibujo se me antoja más insustancial de lo habitual, aparte de mostrar graves deficiencias en el tratamiento de las secuencias de acción que incluye el arco ya que chafa todas.  Si Kirkman está pensando en darle un nuevo revulsivo a la serie debería plantearse un recambio de dibujante más pronto que tarde porque estos muertos vivientes ya huelen demasiado.

jueves, 13 de septiembre de 2012

“Batman El Caballero Oscuro: A través del espejo”, de Bruce Jones y Sam Kieth.




ECC ha hecho los deberes y se ha dado prisa en publicar esta inclasificable aventura de Batman recientemente aparecida en Estados Unidos que entrea por los ojos al venir firmada por un equipo de relumbrón. Nada menos que el guionista Bruce Jones, archiconocido por sus soberbios cómics de terror en los setenta o su etapa en “Hulk”, y el talentoso e inimitable Sam Kieth, coautor de obras de culto como “Epicurus, El Sabio” o “The Maxx”.

Tras participar en una fiesta junto a un grupo de concejales del Ayuntamiento en casa de la juez Hart, Bruce Wayne empieza a aparecérsele conejos blancos que llegan tarde  y a Celia, una antigua amiga de su niñez a la que creía muerta.  Guiado por Celia/Alciia, un confundido Batman se verá arrastrado a un peculiar y alucinado País de las Maravillas  por el que deambulará intentando descubrir quién está asesinando a los concejales que acudieron a la fiesta mientras Robin y Alfred intentan rescatarle. Sin embargo, todo se complica aun más cuando el Sombrerero Loco y una de sus “protegidas”  se entrecruzan en la historia.

Los nombres de Bruce Jones y Sam Kieth son sinónimo de calidad y en "A través del espejo" no decepcionan con una delirante historia de enajenación y locura que seguramente hará a Tim Burton replantearse retomar al personaje cinematográficamente. Jones crea una trama efectiva para el lucimiento de Kieth y el genial artista la lleva a su máxima expresión dejando constancia de que, a pesar que sus excesos gráficos  en ocasiones provoquen algún que otro patinazo narrativo, la variedad y ductilidad de sus registros  lo convierten en uno de los dibujantes más personales, originales y arriesgados que siguen trabajando para la industria superheroica y convierte  tebeos en principio convecionales como este en todo un soplo de libertad creativa.

El estilo caricaturesco de Kieth se ajusta como anillo al dedo a esta historia alucinógena en la que Batman percibe la realidad alterada durante su mayor parte y aunque en ocasiones se eche a faltar algo de pausa para poder aclarar ciertos puntos de la trama al final el viaje es lo que  hace que valga la pena gracias a las constantes sorpresas visuales a las que Kieth nos tiene bien acostumbrados. Y es que al fin y al cabo lo que cuenta es el viaje, amiguitos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

“Las aventuras de un oficinista japonés”, de José Domingo.



 Cuando yo era más pequeño de lo que soy ahora, perdía alegremente mi, por entonces abundante, tiempo de ocio leyendo revistas como “Micromanía” con la que me ponía al día en lo último sobre juegos para mi flamante Spectrum y aprendía de una manera natural conceptos tan intrigantes como jugabilidad o adictividad. Ahora que los años  han pasado por encima de mí y de mi ocio, he perdido la pista del Sepctrum y apenas juego con el ordenador o la consola; sin embargo, la lectura del último cómic de José Domingo Las Aventuras de un oficinista japonés” me ha hecho recordar esos baremos de jugabilidad y adictividad, aparentemente ajenos al cómic y sencillos pero que realmente encierran una enorme complejidad, a la hora de valorarlo.



Y es que Domingo, hasta que alguien nos sorprenda pasado mañana, nos ofrece no solo uno de los  cómics más innovadores formalmente de los últimos tiempos sino que además lejos de enrocarse en una temática ombliguista y aburrida de autor iluminado lo hace mediante una historia referencial, sí, pero imaginativa, amena y divertida no exenta por ello de interpretaciones más profundas.

El título es el mejor resumen del cómic. Tras salir de su trabajo para ir a casa, un anónimo oficinista japonés vive las más surrealistas peripecias cruzándose por el camino con serial killers, alienígenas, sectas demoníacas, monstruos, yakuzas, yetis y todo tipo de  fauna de derribo que intentará  por todos los medios que no alcance su destino.

José Domingo formado en los fanzines, las revistas y el mundo de la animación, desarrolla en la que es su obra más ambiciosa hasta la fecha,  un cómic transversal que rememora la atmósfera de los videojuegos de plataformas y se nutre referencialmente de lo más granado de los géneros populares pasados por el personal punto de vista del autor en una novedosa revisitación posmoderna a clásicos como "La Odisea" , "Los Viajes de Gulliver" o "Alicia en el país de las Maravillas". En manos de cualquier otro menos dotado, “Las aventuras de un oficinista japonés” estaría llamado al fracaso más bochornoso pero mucho ha llovido de su primera y fallida (en mi opinión) primera obra larga, “Cuimhne”, y aquí Domingo se nos presenta como un autor evolucionado, más maduro y rico en recursos. 

Domingo  basa su obra en un cuidadoso estudio de la narración gráfica que le permite sacar partido a las limitaciones autoimpuestas a su propuesta, apostando por la casi completa ausencia de texto, una exigente composición de dos por dos viñetas por página y una única y parca perspectiva isométrica. A partir de esos límites objetivos que se convierten en toda una declaración de intenciones en favor del potencial del medio, se desata la imaginación del autor que nos sorprende viñeta a viñeta, página a página, con sus sorprendentes interpretaciones de los más variopintos elementos, usando como principal vehículo al minúsculo personaje protagonista alrededor del cuál se desarrollan las más curiosas situaciones, todo elaborado mediante un bonito dibujo naif y claro que da al tratamiento del color como recurso narrativo y secuencial una importancia capital y un ritmo narrativo que recuerda el scroll –desplazamiento- de los antiguos videojuegos pero que no impide demorarse en los mil y un detalles que se esconden en cada viñeta.

Quizás el principal referente de Domingo sea “Bardim El Superrealista” de Max, pero el autor no se reduce a  la imitación sino que saca partido de los hallazgos de aquel y otros muchos (Chris Ware, Dave Cooper, Jim Woodring, Jason y desandando el caminito hasta los clásicos) para ensamblar su propia obra, un experimento divertido que crece ante el lector hasta convertirse en un tebeo redondo, accesible para todos los públicos y que bajo su sencillez aparente esconde un minucioso estudio de los principios básicos de la narración gráfica que gustará a todo el mundo.

En definitiva, “Las aventuras de un oficinista japonés” – editado primorosamente por Bang Ediciones- es una buena noticia para el cómic patrio y nos devuelve a un autor que a lo largo de los años ha aprendido, evolucionado  y madurado en su oficio apostando por el riesgo y la originalidad frente al conservadurismo y los tópicos. Ojalá alguien haga un videojuego de este tebeo... Yo, por si acaso, ya me pongo a desempolvar el Spectrum.


martes, 11 de septiembre de 2012

A Vincent Locke le gusta Cannibal Corpse.





 Uno no se explica muy bien porque algunos artistas pasan por estos lares tan desapercibidos cuando sus obras tienen un público potencial que está esperando verlos editados, salvo que por excesivos no haya habido todavía un editor de tebeos que se atreva.

 Uno de estos autores truculentos y macabros que debería ser más reconocido en nuestro país por la calidad de su trabajo y su nombre debería aparecer en los mejores catálogos es Vincent Locke, autor conocido por sus truculentas creaciones de espantajos y zombis violando y masacrando por doquier.

Locke es autor de obras como “Una historia de violencia” –sí, el tebeo que adaptó Cronenberg en su famosa peli y que Panini se apuntó el tanto de reeditar- o la inédita “Dead World”, serie de culto zombi antecesora directa de la de Kirkman – de hecho, estoy convencido que Kirkman soñaba con que le dibujase la serie Locke- que los de Planeta por ser una serie Image deberían apuntar en su lista de prioridades.

Ya le dedicaré sendas entradas a estos cómics en la sección correspondiente, pero hoy toca acercarse a la labor de Locke como ilustrador ya que es el portadista semioficial de un grupo de Death Metal tan excesivo como sus creaciones, los Cannibal Corpse

El grupo norteamericano es un clásico de este género y han contado con las impactantes portadas de Locke en muchos de sus discos, lo que ha provocado que hayan sido prohibidas en numerosos países por los timoratos censores.

Si vuestros estómagos han aguantado tanto horror como fin de fiesta os dejo a los Cannibal Corpse interpretando “Hammer Smashed Face”.


lunes, 10 de septiembre de 2012

“Witch Doctor: A golpe de bisturí”, de Brandon Seifert y Lukas Ketner.


Aunque el nombre de Robert Kirkman aparezca en grande en el centro de la portada, lo primero que hay que avisar que no estamos ante un cómic guionizado por Kirkman sino ante su primera selección en labores ejecutivas como presidente de Skybound, sello hermanado a Image. Dicho esto, sí hay que felicitar a Kirkman por su buen ojo ya que “Witch Doctor”, de Brandon Seifert y Lukas Ketner, es puro goce riqui que en esta primera miniserie que presenta Planeta, “A golpe de bisturí”, establece las pautas de una serie que aúna el terror con la diversión en una fórmula la mar de entretenida.

El doctor en medicina Vincent Morrow es una eminencia en su campo. Claro que su campo queda fuera de la medicina convencional y debe hacer frente a poseídos, vampiros y todo tipo de criaturas sobrenaturales que poseen a sus huéspedes humanos. Junto a un equipo poco convencional formado por un antiguo enfermero, Eric Gast, y una paciente-anestesista, Penny Dreadful., el doctor Morrow irá enfrentándose a espeluznantes casos al tiempo que se prepara para afrontar el destino para el que está predestinado.

Brandon Seifert desarrolla un divertido entretenimiento de terror lovecraftiano sacando el máximo partido del conocido arquetipo del científico loco. Lo mejor de “Witch Doctor” es que es una serie paródica que no hay tomar demasiado en serio y entronca en espíritu con los clásicos del terror setenteros. Morrow es un personaje contracorriente, excesivo y excéntrico en la línea del televisivo Doctor House o el “Black Jack” tezukiano que, vestido de impoluto blanco, se mueve por un universo gótico de espantajos y monstruos de todo tipo y condición a los que exorciza mediante una jerga científista y mística. Ese carácter desenfadado y una clara vocación por el entretenimiento no significa que se descuide el elemento terrorífico de la serie cuya principal responsabilidad recae en el dibujante Lukas Ketner al que proclama en la publicidad como “el mejor dibujante actual de monstruos de la industria” y seguramente no anden muy desencaminados. En los primeros capítulos de la miniserie, Seifert establece el tono de la misma mientras que en la segunda aclara algo más acerca de los orígenes de los personajes y su futuro (a desarrollar en nuevas miniseries si la cosa cuaja en ventas).

Como digo, más allá de lo ingenioso del concepto el gran atractivo se encuentra a nivel gráfico con un Lukas Ketner que se muestra como un auténtico experto en dibujar monstruos de todo pelaje y condición, especialmente aquellos tributarios del universo lovecraftiano que se erige en una de las principales referencias de la serie. Ketner ha mamado a distintos dibujantes especializados en el género como Rick Veitch, Bernie Wrightson o Richard Corben y a partir de su referencia encuentra su propio camino plasmando unos engendros de lo más terribles y espectaculares.

En fin, “Witch Doctor” es una ecléctica y excesiva serie que aborda todo el espectro del terror, desde el gore hasta el gótico, tomándoselo como una saludable diversión en la estela –en esto sí, se puede notar algún parecido- de las obras de Kirkman retoma los elementos preexistentes para presentarlos renovados con una apariencia novedosa y atractiva. Esperemos que haya “Witch Doctor” para rato.

viernes, 7 de septiembre de 2012

“Invencible 1”, de Robert Kikman, Ryan Ottley y Cory Walker.



Dolmen /Aleta recopila los catorce primeros númeross de “Invencible” en un tomaco de cuatrocientas páginas lo que a mí me da la excusa perfecta para sacarme la espinita por no haber comentado en todos estos años nada de la serie más fresca que el género superheroico ha dado en los últimos tiempos y la que es, en dura competencia con la  mediática “ Los Muertos Vivientes”, la mejor obra de Robert Kirkman. Como digo el tomo reúne los tres primeros arcos argumentales – “Asuntos de Familia”, “Con ocho basta” y “Auténticos Desconocidos”- en los cuáles Kirkman - con Walker primero y Otltley después - establece las bases de la serie y marcan el primer gran giro argumental  para mantener atrapado al lector a lo largo de una historia de la que, hasta la fecha, el guionista ha sabido seguir manteniendo el control.

La premisa es sencilla. Mark es un joven adolescente blanco de barrio residencial de clase media norteamericana  que de repente descubre que tiene superpoderes, algo natural teniendo en cuenta que su padre es en realidad Omniman, el protector más poderoso de la Tierra. Mark, convertido en  el superhéroe juvenil Invencible, se lo pasa guay fardando de superpoderes, perteneciendo a un supergrupo adolescente y peleando con pintorescos supervillanos mientras se prepara para ir a la Universidad hasta que los cimientos de su vida se tambalean cuando su superpoderoso padre no es el modelo intachable que había idealizado.

Kirkman ha estudiado el género superheroico y a partir de sus convenciones se marca un cómic referencial sin caer en la pedantería friqui, usando de sus iconos para lustrarlo y  abrillantarlo, adaptádolo a la dinámica historia que plantea al ritmo de las comedias televisivas de situación  costumbristas  para adolescentes a las que rinde constante homenaje en el título de los distintos arcos argumentales pero añadiendo altas dosis de una desbordante imaginación a la que da rienda suelta sin complejos.

Sin los enconrsetamientos contractuales de los iconos mediáticos de las grandes editoriales, Kirkman inspira fuertes bocandas de libertad creativa para experimentar con la materia prima del género  y expulsarla manufactura y renovada en una serie divertida y fresca en la que siempre va un paso por delante de unos lectores a los que todos les resulta familiar y  reconocible aun cuando el guionista marca las cartas para introducir nuevas reglas en el juego que le permiten despachar de la manera más gore situaciones y personajes en un tour de force frenético en el que es capaz de la humorada al drama casi sin transición en continuos  cambios de registros que provoca en el lector ganas de leer más y más.

En el aspecto gráfico, el cocreador Cory Walker establece los parámetros de la serie mediante un dibujo elegante y dinámico de figuras esquemáticas y líneas rectas aunque no exente de carencias  en el que primaba la narración frente al detalle. Walker se desenvolvía con solvencia en los distintos registros de la serie aunque con cierta predisposición a la reiteración de viñetas con mínimas modificaciones, un tic reiterativo muy característico en Kirkman sobre el que él mismo ironiza en  uno de los mejores momentos de la serie,  y que a mí personalmente me irrita bastante. A partir del número 9 debido a su dificultad para cumplir con los plazos de entrega, Walker fue sustituido por Ryan Ottley un dibujante que suma a las virtudes de Walker un mejor acabado y una mayor espectacularidad lo que acaba enriqueciendo el conjunto de la serie y potencia el clímax que marca el final de este volumen.

En definitiva, “Invencible” es un soberbio tebeo de superhéroes realizado sin complejos por alguien capaz de sacarle todo el partido a sus recursos para desarrollar una historia en la que prima el entretenimiento y pasar un buen rato. En la humildad de sus pretensiones radica la clave de su éxito. Si no te gusta "Invencible", no te gustan los superhéroes.

jueves, 6 de septiembre de 2012

“Dinero fácil”, de Jens Lapidus.

Me recomendasteis la Trilogía Negra de Estocolmo hace ya algún tiempo –creo que el amigo Tristán- en los comentarios del blog y yo, como siempre os hago caso, me acabo de leer “Dinero fácil”, la primera novela de la trilogía. Buen consejo.  Me lo he pasado como un enano con esta historia criminal tan alejada de los convencionalismos y estereotipos que de la civilizada Suecia tenemos.
Dinero fácil” nos muestra  el submundo mafioso de la civilizada Suecia a través de las andanzas de tres personajes poco recomendables – un camello emigrante fugado de la cárcel, un espabilado niñato con una hermana desaparecida que quiere entrar en la alta sociedad como camello de postín y un eficaz mafioso yugoslavo con problemas con su jefe que pelea en los tribunales con su ex la custodia de su hija- cuyos destinos acaban por confluir.

Jens Lapidus al parecer es abogado criminalista en Suecia y conoce de primera mano de lo que escribe, un fundamento que le da credibilidad a esta novela criminal alejada de los fantasiosos personajes ideados por los superventas Larsson o Lackberg. Alternando las voces de los tres personajes en cada capítulo y mediante un estilo lacónico y conciso basado en frases cortas y la reproducción de distintos documentos oficiales, Lapidus disecciona el lado oculto que por estas tierras desconocemos del boyante –sobre todo en otros tiempos- estado del bienestar sueco denunciando una sociedad, especialmente en sus elites, corrupta y racista.

A Lapidus en esta novela le falta quizás algo de peso literario –no es un Ellroy ni un Bunker, que las comparaciones son odiosas- en su estilo o algo de oficio y no logra que empaticemos con ninguno de sus tres antihéroes que ni buscan nuestra comprensión ni pretenden redimirse de su vida descarriada, pero engarza perfectamente las distintas tramas, ricas en todo tipo de delitos – no falta de , violaciones, robos, asesinatos, fugas, drogas, blanqueos y algunas cosillas más…- ,para mantenernos interesados de la primera a la última página.

Acabo de ver que “Dinero fácil” ha tenido adaptación cinematográfica. Intentaré verla aunque lo que puedo asegurar es que no pienso dejar de leer las otras dos novelas. Ya os contaré.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

“Daredevil: La sonrisa del diablo”, de Mark Waid, Paolo Rivera y Marcos Martín.




Leído el correcto tomo en que Panini ha publicado los primeros seis números de la nueva serie de “Daredevil”, uno entiende la razón de tantos elogios que ha leído por ahí. Sin embargo, no nos equivoquemos, Waid, Rivera y Martin tampoco es que hayan descubierto la pólvora sino que han aplicado fórmulas que ya estaban en la esencia del Hombre Sin Miedo desde sus orígenes pero que, parece ser, habían sido olvidadas. Su gran mérito es volver a recordarnos lo divertido que podía llegar a ser.

En estos números Matt Murdock vuelve a Nueva York dispuesto a retomar su carrera como abogado. Sin embargo, las sospechas públicas sobre su identidad secreta le obligarán a no ejercer directamente la defensa de sus clientes sino asesorarles legalmente para que se autodefiendan en los tribunales. Mientras Matt intenta mantenerse en un segundo plano, Daredevil deberá hacer frente a los supervillanos asesinos contratados para acabar con su clientela.

Como digo, “Daredevil” no es un tebeo original. Waid muy sabiamente lo que ha hecho ha sido retomar la esencia original del personaje,tal y como lo idearon Stan Lee y Bill Everett y funcionó durante décadas hasta que la larga sombra de Frank Miller lo convirtió en un superhéroe justiciero, maldito y atormentado que los guionistas que vinieron después – de Nocenti a Diggle, pasando por los Bendis y Brubakers- no se cuestionaron. Waid da un golpe de timón y se sitúa contracorriente del carácter pesimista que domina el género actualmente – seguramente auspiciado por causas externas al mismo- apostando por un tono más fresco y optimista a través de tramas clásicas y ligeras resueltas con oficio en las que desarrolla el nuevo rol de Murdock al tiempo que Daredevil se enfrenta con supervillanos urbanos de segunda fila – la Mancha, Klaw, Boxeador…- que son con los que más luce.
Seguramente esa apuesta por el optimismo, tan distintiva en otras épocas de los cómics Marvel (y en el género) es lo que ha hecho tan atrayente este título a los lectores pero no hay que olvidar el brillante envoltorio gráfico en que viene presentada la oferta de Waid.

El dúo formado por el estadounidense Paolo Rivera y el español Marcos Martín juntos pero no revueltos – el primero se ocupa de los tres primeros episodios y el segundo de los siguientes-, le dan un tono a la serie completamente revolucionario y radical, tal y como están las cosas dentro de lo que es el actual mainstream. Y es que, frente a la espectacularidad hueca imperante de los Jim Lee, Deodato, Reis y demás, con predominio de las figuras y una narrativa pobre que abusa de los efectos cinematográficos y ha redundado el empobrecimiento de las tramas y los personajes en las últimas décadas, Rivera y Martin construyen sus historias a partir de un profundo conocimiento de la narración en viñetas para ofrecer historias sólidas, sobrias y resueltas con brillantez.

Martin y Rivera se alejan del abuso del músculo, el mohín vacío y la pose provocativa, tan característico de muchos tebeos de superhéroes actuales, para poner su talento al servicio de la historia que quieren contar. Su estilo de dibujo clásico y detallista resulta incluso más cercano al de dibujantes europeos como William Vance o Phillipe Francq y se adecuaría perfectamente para dibujar cualquier superventas de Van Hamme.

Sin embargo, y a pesar que esa base europea que quizás sorprenda a los lectores norteamericanos pocos familiarizados con los tebeos de más allá de sus fronteras, donde Rivera y Martin han ido un paso más allá que esos autores europeos es en los recursos narrativos que manejan, asimilados perfectamente de maestros como Steranko o Miller pero usados con sabiduría para dotar de agilidad y sorprender con sus composiciones ofreciendo un plus distintivo que solo se encuentra en los buenos cómics.

 
 Daredevil: La Semilla del Diablo” es una buena noticia en el cómic de superhéroes que puede –ojalá- marcar una tendencia contagiosa en el género, una apuesta sin prejuicios por la narrativa y los recursos propios del medio para ofrecer un tratamiento de la historia más sólido gráficamente, que permita renovar las tramas apolilladas mostradas desde una nueva perspectiva. “Daredevil” es el título adecuado para marcar ese punto de inflexión ya que, ¿si Miller pudo en este título revolucionar el género en los ochenta por qué no van a poder hacerlo ahora los Waid, Rivera y Martín?. Valdrá la pena comprobarlo.