lunes, 22 de octubre de 2012

“Vapor”, de Max.





En estos días tan grises que nos está tocando vivir últimamente, siempre es un aliciente la publicación de nuevas obras de los grandes de la historieta patria. El último que se ha animado a salir de su mutismo de años ha sido Francesc Capdevilla más conocido como Max que desde su multipremiado “Bardin el superrealista” no nos ofrecía ninguna nueva obra original más allá de reediciones de sus primeras obras. Ahora regresa en plena forma con “Vapor”, editado por La Cúpula.

Nicodemo –Nick para los amigos- se aleja de la civilización y el mundanal ruido para buscar en el desierto, la abstinencia y la vida contemplativa el sentido de la existencia. Pero Nicodemo irá comprobando poco a poco que el anacoretismo y el aislamiento pleno no son tan fáciles de conseguir en un desierto poblado por curiosos personajes como el gato Moisés –Mosh para los amigos-, la Reina de Saba, naúfragos y bandidos y en el que el misterioso y huidizo Vapor es el ser supremo.

Max vuelve a sumergirnos en su particular universo onírico de envolvente poesía visual en el que prima sugerir ante que afirmar y se busca la complicidad del lector con una parábola existencialista abordada desde un prisma amable, irónico y divertido que tomando el anacoretismo como punto de partida reflexiona  no solo sobre la banalidad de la existencia material sino también  la banalidad del yo frente a una existencia inaprensible que por todos lados se nos escapa. Una preocupación existencialista que no estaba ausente de obras anteriores pero que en "Vapor" aborda con un tratamiento humanista y cercano que me recuerda al de un maestro aparentemente tan distante como Osamu Tezuka.


Max es un autor hipnótico que, desde sus inicios underground influidos por la estética de línea clara del rupturista Chaland, ha ido desarrollando un estilo personal que ha sabido interpretar y adaptarse a las nuevas corrientes imperantes en el cómic encabezadas por Chris Ware como quedó patente en “Bardin”. En “Vapor”, Max ha ido más allá en su búsqueda de la simplicidad y prescindiendo del color por un efectivo blanco y negro ha puesto su mirada en los mismos orígenes del cómic moderno, tomando como referencias a clásicos del cómic norteamericano como Herriman y su “Krazy Kat” o el semidesconocido “The Wiggle Much” de Herbert E. Crowley.

Por este motivo, es difícil no relacionar el desierto en el que se mueve Nick -cuyo aspecto recuerda poderosamente al de otra de las creaciones de Max, un Gustavo al que los años hayan minado su radicalismo- con el Coconino de Herriman y a Moisés con la gata del mismo autor (aunque a mí me recuerde también al Pumby de José Sanchís) y los inevitables ladrillazos que recibe Nick con los que tan alegremente Ignatz lanzaba a Krazy Kat, más allá del explícito homenaje a la obra de Crowley .





Sin embargo, dejando aparte  la mera curiosidad de desentrañar el panteón referencial que puebla las páginas de “Vapor”, lo interesante estriba en disfrutar el cómo. Max construye la historia desde su elegante dominio del lenguaje gráfico que se plasma no solo en las transiciones entre los diferentes capítulos de la historia enlazadas por páginas ocupadas por una única viñeta central sino además en las elipsis que poco a poco harán meditar al lector en torno al plano en que transcurre la historia - ¿es la vida real?¿es la imaginación de Nicódemo?¿la de Max?¿un lugar intermedio? ¿todos y ninguno?...- por el que los diversos personajes transitan. Max elabora ese elegante artificio narrativo desde la simplicidad y el esquematismo que ha ido marcando progresivamente su trayectoria y que en “Vapor” alcanza su máxima expresión sin dejar por ello de resultar fascinante, especialmente en las páginas que Nick dialoga con su sombra utilizando esta como elemento separador de las viñetas.
Vapor”, como la mayor parte de la obra de Max, es enigmática e indisoluble, un misterio en el que las preguntas se superponen a las respuestas en una perfecta unión de simplicidad y sofisticación, esquematismo y complejidad, una elipsis existencial y onírica que nos sugiere hacer parón en nuestras ajetreadas vidas contemporáneas para, desde la sonrisa, leer y releer, pensar y repensar. No es mal consejo.

Max ha creado un blog en el que explica los secretos de la obra.

domingo, 21 de octubre de 2012

Cartel del VII Salón de Manga de Andalucía.

Simpático cartel el realizado por Nacho Fernández para el evento, con algunos de los personajes más emblemáticos del Manga más comercial tomando La Alhambra (, ¿no?).

Más información sobre el Salón, aquí.

sábado, 20 de octubre de 2012

La Caja de Pandora: Mad Doctors.

Como dice el refrán ese que no hay quinto malo, no iba a ser el número cinco de la revista online “La Caja de Pandora” la excepción y una vez más aborda un tema común – en esta ocasión los Mad Doctors, pero … ¿realmente hay alguno cuerdo?- desde diversas ópticas y disciplinas.

Yo colaboro con un articulo sobre “Doctor Slump”, la mejor obra del sin par Akira Toriyama, mucho más conocido a pesar de ello por “Dragon Ball”. Esperemos que contribuya a dar a conocer esta pequeña e hilarante maravilla.

La revista –que es gratis, eh - la podéis descargar, aquí. Contenidos para todos los gustos abordando la cultura popular con cariño, conocimiento y calidad. Avisados quedáis.

viernes, 19 de octubre de 2012

“Thorgal 33: El barco espada”, de Yves Sente y Grzegorz Rosinski.



Norma Editorial acaba de publicar una nueva entrega –la trigésimo tercera nada menos- de una de las series más longevas de la BD europea más comercial, “Thorgal” titulada “El Barco Espada” y la verdad es que desde que Yves Sente sustituyera al gran Van Hamme, su cocreador junto al dibujante polaco Grzegorz Rosinski, y se hiciera cargo de los guiones este es el álbum que más me ha gustado.

Mientras en Otromundo, Jolan y sus amigos reciben una nueva misión de Manthor quién les encomienda defender a los hombres del Norte, adoradores de los dioses asgardianos, del empuje de los ejércitos del Sur, adoradores de un dios único, Thorgal prosigue la persecución de los magos rojos que secuestraron a su hijo a bordo del Barco Espada por los ríos congelados de las estepas del Este sorteando piratas. Cuando Thorgal descubre que entre las mercancías del barco se transportan esclavos entre los que se encuentra una antigua amiga emprenderá un peligroso viaje de aprovisionamiento en trineo a una colonia aislada para ganar el precio de su libertad. Sin embargo, cuando Thorgal llega a su destino, caerá prisionero de unos vikingos varados en el pueblo que utilizan a los colonos para intentar rescatar el tesoro que transportaban en su barco custodiado por una horca asesina.
Sente firma un guión trepidante en la línea del mejor Van Hamme en el que otorga de nuevo  a Thorgal, el protagonismo absoluto  reduciendo al mínimo la trama protagonizada por Jolan. Sente no inventa la pólvora, pero firma una historia muy entretenida en la que página a página a lo largo de las 48 que componen el álbum a los personajes les suceden cosas desarrollando con oficio una agradable aventura autoconclusiva al tiempo que incorpora elementos para desarrollar tramas futuras. Echo a faltar en la etapa de Sente recuperar los elementos de Ciencia Ficción que daban originalidad a la serie y que de momento están ausentes pero de momento sus guiones son bastante correctos y respetuosos con la esencia del personaje y la serie.

En el aspecto gráfico, Rosinski realiza un bonito trabajo a acuarela con páginas realmente espectaculares de paisajes helados y cuidando la ambientación medieval de la serie al detalle para hacerla plausible al lector. A estas alturas es difícil destacar nada nuevo del trabajo de un artista de su calidad y  con una trayectoria tan larga como la suya pero me quedo su habilidad para plasmar los distintos animales que aparecen en el álbum y las impactantes tormentas marinas.

En fin, “El barco espada” compensa con creces la decepcionante primera entrega del spin off protagonizado por Kriss de Valnor  y permite concebir esperanzas sobre el futuro de una serie a la que Sente poco a poco ha ido subiendo el nivel respecto a las últimas entregas de Van Hamme. Y yo que me alegro.

jueves, 18 de octubre de 2012

“Canción de Hielo y Fuego 5: Danza de Dragones”, de George R.R. Martin.

Ains, Martin, Martin, que mal nos tratas a tus fieles seguidores...

Años de espera entre novela y novela en los que hemos comprobado como lo que fuera una gozosa experiencia de lectura durante las tres primeras entregas que nos llevó a los aficionados al género a propagar entusiasmados la original estructura, el “realismo” sucio y las constantes sorpresas que ofrecía una saga que parecía llamada a renovar el género, provocando que la difundiéramos más allá de nuestros marginales círculos para que diese el salto a la televisión, mutaba de absorbente “novela-río” a partir de su cuarta entrega, “Festín de Cuervos”, en una turbia “novela-charca”. A pesar de ello, tras cuatro años de espera más, pensaba que en la tanta veces aplazada voluminosa quinta entrega “Danza de DragonesMartin se redimiría y volvería por donde solía. Sin embargo, tras acaba esta quinta entrega, la decepción se acrecienta ya que en “Danza de dragones” la charca se embarra y donde antaño se sucedían para nuestro disfrute ritmo, intriga y sorpresas ahora no hay nada más que datos accesorios, personajes secundarios y paja, mucha, mucha paja.

En “Danza de Dragones”, Martin recupera a algunos de sus personajes más carismáticos como Daenerys Targaryen, Tyrion Lannister o Jon Nieve e incorpora otros nuevos a los que buen seguro acabará dando protagonismo y una voz propia como ocurre en esta entrega con Hediondo/Theon Greyjoy o Barristan Selmy en lo que, en mi opinión, no deja de ser un error. Una profusión de personajes disparatada, porque por mucho oficio que tenga Martin y ganas le ponga ninguno de los nuevos personajes tiene el carisma de los iniciales y, además, acaba en su afán de describir hasta el último detalle embarullando una trama que no avanza hacia ningún lado en concreto con lo que nos encontramos, tras “Festín de Cuervos” con un segundo libro (en realidad, dos) de tropecientas páginas reiterativo y aburrido en el que Martin se pierde en glosar las sociedad de su mundo imaginario dejando en suspenso el desarrollo de las muchas tramas abiertas a los que no da continuidad, recordándome en ese aspecto al peor Chris Claremont que hizo de la huida hacia delante su seña más reconocible.
Evidentemente, yo ya estoy pillado y si la salud me respeta -pondré en cuestión la mía ya que a Martin al parecer le molesta que los aficionados le preguntemos sobre la suya- y tras haberme aburrido aprendiendo como comen, visten, cagan y rezan todas las sociedades de Levante y Poniente espero que la conclusión de la obra prevista en los dos próximos volúmenes esté a la altura de sus inicios antes que nos pille definitivamente el invierno.

Más sobre “Canción de Hielo y Fuego aquí, aquí, aquí y aquí.

miércoles, 17 de octubre de 2012

“Superman”, de Grant Morrison y Rags Morales.




 Leídos de un tirón los ocho primeros números del nuevo “Action Comics” de Grant Morrison y Rags Morales –cuatro primeros de la serie en grapa de “Superman” de ECC- no puedo más que volver a descubrirme ante el inmenso talento del guionista escocés, quién una vez más ha dado en la tecla para la revitalización de un personaje, como ya hiciese en Marvel con los “X-Men” y en DC con “LJA” y “Batman” o el propio Superman en la más reflexiva “ASS”.


En una Metrópolis más oscura que nunca en la que los mafiosos llevan la voz cantante, hace su aparición un joven Superman que ataviado con una camiseta y vaqueros les hace frente mientras su alter ego Clark Kent denuncia sus intrigas en un pequeño periódico. Perseguido por el ejército comandado por el general Lane y asesorado por Lex Luthor, el nuevo Superman se convierte en la única esperanza de la ciudad cuando del espacio surge la amenaza del Coleccionista de Mundos dispuesto a embotellar la Ciudad.
Apoyado en su profundo conocimiento de la Golden Age y las distintas revisiones de “Superman”, Morrison cumple con su misión de remozar y reinterpretar al Hombre de Acero para hacerlo atractivo a una nueva generación de lectores pero manteniéndose fiel a la esencia del personaje. Morrison presenta un Superman juvenil con un punto irreflexivo y arrogante, un Superboy, contestatario y radical que está empezando a descubrir sus poderes e imprime sobre todo un ritmo acelerado a la historia obviando una narración lineal para ir dejando que poco a poco las distintas piezas del puzzle encajen. Evidentemente, esto merma la narración seriada y solo cuando se leen los arcos completos se disfruta completamente de su talento para reinterpretar nuevamente el concepto de Superman.
Los nuevos lectores disfrutarán del ritmo trepidante de la historia mientras que los seguidores fieles encontrarán el aliciente no solo en la reinterpretación de los personajes sino en lo fino que hila Morrison a la hora de referenciar y aprovechar distintas etapas de la rica historia del personaje, tanto los secundarios de siempre como los más carismáticos supervillanos. Me queda la duda como el aficionado que se encuentra en un término intermedio sabrá aceptar una propuesta que no deja de tener un saludable componente de riesgo y provocación que siempre es de agradecer en un personaje tan icónico.

Por otro lado, el que más dudas genera es el dibujante, Rags Morales. Tras unos inicios titubeantes, Morales va ganando confianza conforme más espectacular se vuelve la historia y se abandonan los ambientes urbanos por las localizaciones espaciales. Morales, que controla espectacularmente los volúmenes de sus personajes, sufre con las perspectivas y en la comparación en cuanto a la narración con el compañero habitual de Morrison, Frank Quitely. Con todo, conforme avanza la historia, el nivel de Morales mejora por lo que queda abierta la esperanza a que se adapte cada vez mejor a las exigencias de Morrison.
En fin, tengo mucha curiosidad por ver como Morrison continúa desarrollando algunas de las historias sugeridas a lo largo de estos números para comprobar si este nuevo Superman se asienta o se queda en una notable anécdota más. Como siempre, las ventas serán las que tengan la última palabra pero, aun así, estoy seguro que Morrison sería capaz de reinterpretar una vez más un icono tan complejo como el Hombre de Acero con garantías.

martes, 16 de octubre de 2012

“Lobezno: Origen”, de Paul Jenkins y Andy Kubert.


He vuelto a leer en la edición del coleccionable “Marvel Héroes” de Panini –hay unas cuantas disponibles tanto de Panini como de Planeta- esta serie limitada de seis números que en su momento tuvo una gran repercusión porque se vendió como el origen de uno de los personajes más carismáticos  del panteón  Marvel, Lobezno. Lo cierto, es que me ha gustado tan poco como la primera vez, ya que se trata de una historia que traiciona completamente la idiosincrasia de un personaje que precisamente en el  misterio sobre su origen tenía uno de sus principales atractivos.
En la Alberta canadiense del siglo XIX, Rose es una jovencita pizpireta que llega como dama de compañía a la imponente Mansión Howlett para cuidar del futuro heredero, el enfermizo James. James y Rose harán amistad con Perro (¿?), el hijo del jardinero de la finca, y se convertirán en compañeros de juegos inseparables. Sin embargo, las pasiones soterradas rodean la Mansión donde el enfrentamiento entre el padre de James, John, y y su abuelo, el tiránico patriarca de la familia son constantes, mientras la desquiciada madre del muchacho se mantiene al margen llorando la muerte del hijo mayor mientras el envidioso padre de Perro larva su rencor reconcentrado contra los Howlett. En una noche de tormenta, todas esas tensiones finalmente estallarán en una serie de asesinatos y el nacimiento de…Lobezno.

“Lobezno: Origen” podría pasar como  historia alternativa del tipo “Elseworlds” de DC o “1602” de Marvel pero establecer esta historia como origen canónico de un personaje como Lobezno es difícilmente entendible para todos los que disfrutamos con el personaje mientras se mantuvo bajo el control exclusivo de Claremont, el guionista que lo encumbró y mejor lo ha entendido. Tras la perdida de influencia de este, el personaje se convirtió en un títere en manos de los editores –y los productores- que lo sortearon entre distintos equipos creativos con mayor o menor fortuna. Solo gracias a su poder de curación –y su gran potencial- se explica que haya sobrevivido a tantos desaguisados, siendo quizás el mayor de todos el perpetrado por Paul Jenkins y Andy Kubert.

Paul Jenkins es un buen guionista pero acometer una empresa de la magnitud que suponía contar el origen de este personaje le venía grande a él y probablemente a cualquiera. Más allá de ese atenuante, Jenkins se equivoca en el planteamiento y demuestra poco conocimiento del personaje al literaturizarlo en una absurda trama tributaria de las hermanas Brontë o Henry James, cuyos universos de ficción, aunque muy recomendables por sí mismos, poco tienen que ver con el de Logan. Jenkins falla en el desafío de hacer creíble y coherente la historia con lo que conocíamos previamente del personaje con una historia tan ajena a la personalidad de Lobezno, convirtiéndose en un episodio anecdótico, inconexo y de difícil explicación y que no mejora por mucho que se cite a Blake.

 
En el aspecto gráfico, Andy Kubert no realiza un mal trabajo gustándose en el desarrollo de los personajes y la ambientación potenciadas sus habilidades  además por el tratamiento del color digital de Richard Isanove, pero deja una vez más patente sus lagunas para la narración con un desarrollo abrupto y, en ocasiones, desconcertante de la historia, siendo lo mejor las espectaculares portadas de la serie. “Lobezno: Origen” es un tebeo que equivoca el planteamiento y el protagonista que perdido su carisma es difícilmente reconocible.

Mucho mejor la historia que completa el volumen del “Extra Superhéroes” con la primera aparición setentera de Lobezno por Len Wein y Herb Trimple aun cuando no hayan tenido el detalle –o el espacio- de incorporar la historia completa de “La Masa” que los talluditos disfrutamos en los horribles “Pockets de Ases” de Bruguera. No se puede tener todo.

Más sobre el origen de Lobezno, aquí.

lunes, 15 de octubre de 2012

“Quai d’Orsay: Crónicas Diplomáticas 2”, de Christophe Blain y Abel Lanzac.



Los habituales ya sabéis de mi debilidad hacia la obra del francés Christophe Blain, por lo que cuando Norma Editorial ha publicado la segunda (y. de momento, última) entrega de su última serie “Quai d’Orsay: Crónicas Diplomáticas”, el pastiche político en el que Blain y un camuflado Abel Lanzac desvelan las entretelas del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, no he tardado mucho en apropiármelo.
En esta segunda entrega, reencontramos con Arthur Vlaminck, el inexperto asesor de discursos del histriónico Alexandre Taillard de Vorms, el Ministro de Asuntos Exteriores francés. El atribulado e inseguro Arthur se ve envuelto en las mil y una trifulcas cortesanas en torno al ministro al tiempo que intenta hacer su trabajo asesorándolo en plena crisis internacional sobre la existencia de armas de destrucción masiva en el pequeño país árabe de Lousdem y, en el ámbito personal, sobrellevar una relación a distancia con su novia.
Escondiendo bajo seudónimo a las personas reales – el mismo Abel Lanzac que coguioniza la historia y aporta la materia prima se supone que es (o ha sido) un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores- Blain continua con su peculiar estilo irónico y sentimental construyendo su obra más realista, tomando como tema central la figura del ex ministro Villepin y, en este álbum en concreto, la postura francesa en torno a la crisis entre Iráq y Estados Unidos.

Blain es un autor que ha alcanzado hace tiempo su madurez creativa y cuenta con un abanico de recursos gráficos impresionantes que muy pocos autores contemporáneos pueden ni siquiera llegar a plantearse que le permiten acometer con la misma solvencia la realización de un libro de cocina que un álbum de La Mazmorra:Amanecer”.

Pulida la fórmula de “Quay D’Orsay” en su primer álbum, en esta segunda entrega, bajo la misma estructura seriada que viene practicando desde “Gus”, Blain desarrolla una historia más compleja en la que las diferentes subtramas – desde el motor de la historia centrado en la crisis con Iráq y EEUU a la pequeña intrahistoria sentimental de amores lejanos del joven Arthur tan constante en la obra de Blain, o las accidentadas anécdotas que este y sus compañeros protagonizan como consecuencia de la arrolladora y carismática personalidad del Ministro y se desarrollan en cada capítulo- se entrelazan con fluidez para acabar construyendo un descarnador y divertidísimo acercamiento satírico a los entresijos del poder que a más de un lector le hará meditar acerca de la improvisación de las decisiones trascendentales de nuestros gobernantes.

El tebeo, gráficamente, es una maravilla y muestra una variedad de recursos espectacular, aunque en esta ocasión no se aprecie ninguna novedad especialmente destacable que no apareciera en obras anteriores de Blain sino que este más bien profundiza en las innovaciones previas con espectaculares resultados dando una nueva lección de cómo utilizar los recursos gráficos para pasar sin disonancias de la hilaridad a la meditación romántica en apenas unas viñetas o jugar con la composición de página para caracterízar la vehemencia de los personajes haciendo desaparecer las separaciones entre viñetas. Blain es un maestro de la caricatura de lo que se aprovecha para caracterizar con una gran variedad de registros a todos los personajes incluyendo diversas metáforas gráficas que ayudan a distintos niveles al enriquecimiento de una historia que con una caracterización más convencional no alcanzaría la misma dimensión ni riqueza de referencias.
En definitiva, el segundo álbum de “Quai D’Orsay” mejora si cabe a su precedente y nos devuelve en todo su esplendor a uno de los mejores autores de cómics contemporáneos. No dejéis de disfrutarlo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Jimi Hendrix y el repoker de la BD.




Que cuando los franceses se ponen saben hacer las cosas con mucho gusto lo demuestra, por ejemplo, la calidad de la temprana recopilación que se realizó de la influyente y excelente carrera discográfica de ese mito llamado Jimi Hendrix en 1975, cuyas cubiertas fueron ilustradas por algunos de los mejores artistas de la BD del momento.

La primera portada (arriba) es la que recoge los álbums “Are You Experienced” y “Axis Bold As Love” es nada menos que de Jean Giraud/Moebius.

La segunda portada que recopila “Electric Ladyland” nada menos que por Phillipe Druillet.

La tercera portada que reúne los álbumes “Band of Gypsys” y “The cry of love” es obra de Jean Solé.

La cuarta portada en la que se recogen los trabajos de Hendrix, “Hendrix in the West” y “War Heroes” no existe unanimidad respecto a su autoría. Indagando por ahí, he visto que hay quién opina que es de Phillipe Caza aunque parece ser que fue obra del publicista Patrice Leroy.

Al parecer no existió nunca un quinto volumen y, finalmente, apareció un sexto volumen titulado “Greatest Hits realizado por Patrick Leuseur.


Esta gozosa experiencia de los sentidos no estaría completa si no se lee la entrada escuchando al maestro de Seattle.

jueves, 11 de octubre de 2012

¿Por qué en los cárteles de salones de cómics lo de menos es el Cómic?


Robo a las buenas gentes de Entrecomics este cartel realizado por Chris Ware para publicitar el Brooklyn Comics and Graphics Festival porque me viene al pelo para ilustrar la pregunta del título que me venía rondando por la cabeza desde hace bastante tiempo viendo la cantidad de carteles que prácticamente todas las semanas publicitan los distintos salones de cómics y asimilados que se celebran por toda la geografía hispana.

No entiendo muy bien porque prácticamente la totalidad de los autores de esos cárteles tienden a tomar una y otra vez los mismos motivos ilustrativos sin incorporar la narración que en el fondo es lo que diferencia al cómic de la mera ilustración... Abundan los carteles que ahondan en la obra del artista que los realiza, en la historia del medio representando a personajes icónicos y otros que incluyen monumentos representativos de las localidades donde se celebran los festivales. Es lógico que todos esos elementos aparezcan e incluso es posible que en los encargos estén obligados a ello pero creo que lo normal sería incorporar un elemento narrativo –una historia- que diferenciara y ensalzara exactamente qué  se celebra en ese Salón y, sin embargo, los carteles así son muy pocos con lo que el mismo  lenguaje que se pretende celebrar desaparece de la ecuación .

Realmente es en Chris Ware – también le ocurre en muchas de las portadas que publica para libros y revistas- el único autor de cómic que, como en este magnífico cártel,  veo concienciado de lo que implica el llevar el cómic –la narrativa secuencial- más allá de los formatos clásicos y adaptarlo a cualquier soporte sin limitarse a cumplir exclusivamente con mayor o menor empeño con el encargo sin primar  el cómic a otras disciplinas gráficas.

Felicidades, Sr. Ware.

miércoles, 10 de octubre de 2012

“Kirby Genesis: Pioneros”, de Kurt Busiek, Alex Ross y Jackson Herbert.


Jack The King Kirby hizo muchas cosas en su larga y fructífera carrera en la industria del cómic. Pero, seguramente, uno de sus proyectos más desconocidos sea el universo superheroico – el Kirbyverso- que fraguó para Pacific Comics, tras su paso por Marvel y DC, a principios de los ochenta. A Kirby apenas le dio tiempo a sacar un par de números protagonizados por algunos de esos personajes y dejar diseñados muchos más antes de la desaparición de Pacific y su fallecimiento, sin embargo, sus herederos cedieron hace unos años los derechos del Kirbyverso a Dynamite para desarrollar aquellas ideas aprovechando el indudable tirón comercial de la marca Kirby.

El resultado es “Genesis” una serie limitada de la que Panini publicó hace unos meses los primeros números realizada por un equipo tan reputado como Alex Ross y Kurt Busiek a los guiones (Ross también realiza las portadas) y el brasileño Jackson Herbert en el apartado gráfico.

El lanzamiento de una sonda espacial conlleva el despertar de una misteriosa presencia en los confines del Universo y la aparición en la Tierra de múltiples seres extraordinarios de todo pelaje y condición. Kirby, un joven y brillante estudiante, su amiga Josie y el padre de esta un policía jubilado se verán inmersos en esta extraordinaria revolución que puede llevar a la humanidad un paso más allá en su evolución o significar su destrucción.


El que el nombre de Kurt Busiek vuelva a asociarse al de Alex Ross en un proyecto tras esa maravilla que es “Marvels” no deja de ser una garantía vistos los trabajos posteriores de uno y otro (en lo que a guiones se refiere, claro). A partir de la escasa reminiscencia de unos personajes plenamente evocadores de las grandes creaciones de The King para las grandes, Ross y Busiek construyen una vertiginosa y referencial historia de presentación que se convierte en una montaña rusa de cultura de derribo paseando al lector sin pausas desde los confines del espacio a universos mitológicos alternativos y pasando por continentes y ciudades perdidas... Todo en un revuelto al que –creo- Busiek le pone algo de oficio, cordura y orden para que resulte entretenido, aunque los conceptos y enfoques que maneja no resulten especialmente originales ni sorprendentes.


En el aspecto gráfico, el brasileño Jackson Herbert realiza un trabajo solvente dando el tono épico adecuado que los grandiosos diseños de Kirby precisan, logrando que luzcan espléndidamente sin que resulten ridículos ni desfasados, algo que tampoco está al alcance de todos los dibujantes, aunque sus personajes más terrenales resulten algo más acartonados e inexpresivos algo que irá puliendo con el tempo ya que Herbert es un autor bastante joven. Por otro lado, Herbert realiza más de un homenaje al descomunal trabajo gráfico de The King con situaciones y poses que evocan irremisiblemente al trabajo gráfico del maestro.
Kirby Génesis: Pioneros” es una propuesta evocadora y que destila un entusiasmo propio de los fans realizado por solventes profesionales de la industria que no por ello dejan de ser fans, evocador de la obra de uno de los dibujantes con los que seríamos incapaces de entender el género superheroico aunque más allá del cariño y respeto que destila hacia Kirby le falte un punto de genialidad para ser una obra redonda, ese punto que le daba el propio Kirby a sus obras y que separa a los mortales de los genios. En unos meses, veremos como acaba la historia.

martes, 9 de octubre de 2012

“Northlanders: La trilogía islandesa”, de Brian Wood, Danijel Zezelj, Declan Salvey y Paul Azaceta.


En un corto período, ECC ha publicado las últimas entregas de las dos series que ha realizado el guionista Brian Wood para el sello Vertigo de DC en los últimos tiempos antes de embarcarse en otros proyectos. Si de “DMZ” espero comentar algo más pronto que tarde hoy toca  analizar “La trilogía islandesa”, el último gran arco argumental de la otra serie que Wood ha desarrollado para Vertigo,  “Northlanders”, una irregular serie de vikingos en la que Wood nos ha acercado a partir de un tratamiento moderno a la historia de este disperso pueblo de exploradores y vikingos del Norte de Europa.
En esta última entrega que englobó los números 42 a 50 de la serie regular, Wood ha construido una saga familiar a partir del ascenso, apogeo y declive de una poderosa familia de islandeses, los Hauksson, con el telón de fondo de las sucesivas etapas de colonización de Islandia por vikingos noruegos a lo largo de varios siglos.

Es una lástima que Wood no haya mantenido el nivel de esta saga a lo largo de toda la serie porque seguramente de haber sido así las ventas la habrían acompañado más. Abordando el tema central a partir del hilo conductor de  las historias protagonizadas por los tres personajes protagonistas pertenecientes a la misma familia, cada una desarrollada a lo largo de tres episodios, Wood construye  una lectura absorbente gracias al equilibrio que logra entre la documentación histórica que maneja y el tratamiento moderno de unos personajes duros, auténticos supervivientes a los que presenta llenos de contradicciones y presos de un destino fatal al que son incapaces de sustraerse.


 Es cierto que en otras ocasiones, la arriesgada apuesta por construir un cómic histórico a partir de una caracterización de los personajes moderna, especialmente en lo chocante en sus diálogos, ha jugado malas pasadas a Wood pero en este conjunto de historias, seguramente el arco más ambicioso de la serie, logra por fin dar con la tecla de lo que venía intentando a lo largo de arcs anteriores y solo en ocasiones logró, aun cuando vuelva a abordar temas – la venganza, la irrupción del cristianismo entre los vikingos, el rol de la mujer – que ya había tocado en anteriores historias.

Buena parte del éxito de este arco es que Wood ha contado con tres estupendos dibujantes que han sabido ajustarse a lo que el autor demandaba de ellos, compartiendo los tres una narración ágil y directa junto a un estilo sobrio, realista y sucio. Especialmente me han gustado las aportaciones de Paul Azaceta y, sobre todo, Declan Salvey.  Aunque el croata Danijel Zezelj ya he comentado en más de una ocasión que no me entusiasma en esta ocasión tampoco desmerece. Por otro lado, algunas de las portadas de Massimo Carnevale son impresionantes.

En fin, “La trilogía islandesa” es un gran broche final en positivo de una serie ambiciosa que pese a sus buenas intenciones ha pecado en exceso de irregularidad y seguramente el tiempo y las relecturas acabe revalorizando.