





Panini ha reunido en un apañado volumen dos historias – “The Courtyard” y “Neonomicon”- de corte lovecraftiano que Alan Moore realizó para la editorial Avatar junto a la versión mejorada de Steve Dillon que es Jacen Burrows. A ambas las separan siete años, pero más allá de eso la principal diferencia más destacable entre una y otra son los motivos: “The courtyard“es la adaptación al cómic realizada por Antony Jonhston, con la supervisión de Moore, de un relato que este escribió en 1994 mientras que la segunda, “Neonomicon” es la continuación de aquella historia que el propio Moore realizó de encargo para conseguir perrillas con las que ponerse al día con Hacienda.
El agente Sax está investigando una serie de macabros asesinatos rituales sin aparente conexión entre sí, encerrado en un calamitoso apartamento de un barrio de mala muerte. Sax es muy bueno en su trabajo y a partir de una teoría propia basada en las anomalías logra encontrar una conexión entre los crímenes y una extraña droga que se distribuye desde un antro punk. Cuando Sax se sumerge en ese ambiente, comprobará que en el caso, más allá de la truculencia de unos simples asesinatos, se conjugan fuerzas que pueden acabar con la lucidez del detective. Tras unos años, otro par de agentes, Lampers y Brears, investigan la presencia de un nuevo asesino cuyos crímenes tienen las mismas características que los investigados por Sax. Siguiendo las pistas de Sax, Brears y Lampers acabarán prisioneros de una secta que practica extraños ritos con los que convocan horrores abisales sin sospechar que pueden formar parte de un plan que los convertirá en la clave para la destrucción del mundo.
La firma de Alan Moore es sinónimo de calidad en el mundo del Cómic, una marca de calidad que le hace un autor imprescindible para entender la evolución del medio en las últimas décadas. Sin embargo, en las obras recogidas en este volumen nos encontramos con un Moore menor que resuelve a base de oficio unas tramas en las que aúna las formas de películas y series como “El Silencio de los Corderos” o “Expediente X” con la actualización de los mitos lovecraftianos a través de múltiples referencias a la obra de Lovecraft y sus discípulos, en particular, y la literatura de terror norteamericana, en general, con guiños más o menos explícitos a autores tan dispares como Poe o King junto a otros, más escondidos pero evidentes para el que sepa verlos, como al cineasta polaco Borowczyck ("La Bestia").
Contrasta la atractiva resolución de un Moore motivado en 2004 en “The Courtyard” –publicado hace en España hace ya unos años por Aleta- con la simpleza que un Moore apurado idea años después en su continuación, “Neonomicon”, donde presenta un blockbuster poco sutil, tan entretenido como efectivo, pero bastante alejado de los trabajos más ambiciosos del barbudo. Una obra, en fin, que satisfará sobre todo a los conocedores de la obra de Lovecraft y sus discípulos por las constantes referencias realizadas por Moore y a los que les atraiga el erotismo superficial, pajillero y brutote de las orgías explícitas ideadas por Moore y Burrows (por exigencias del guión, eso sí) pero que decepcionará a los que siempre esperamos ese algo moore marca de la casa.
En el aspecto gráfico, no voy a ocultar que Jacen Burrows (como Steve Dillon) no es santo de mi devoción. Un dibujante tan llano como inexpresivo que hace de la truculencia de sus cómics y de la llaneza de su estilo sus señas de identidad, destacando, si acaso, por la claridad expositiva de su narración que en este tomo alcanza su cota más interesante en la curiosa composición de página que emplea en “The Courtyard”, basada básicamente en dos viñetas verticales por página que permiten imprimir un ritmo narrativo acompasado con el del relato original para contrastar con el derroche visual de las splash pages finales que si las hubiera dibujado Ditko o El Bosco habrían sido alucinantes, pero como las dibuja Burrows no pasan de correctas. En “Neonomicon”, en cambio, no se puede destacar ni siquiera ese hábil recurso, limitándose a realizar un trabajo tan efectivo como rutinario, sobre todo para aquellos que ya hayan leído "Crossed".
En fin, “Neonomicon” es una obra irregular que viene a hacer bueno el dicho aquél que segundas partes nunca fueron buenas…Esperemos que el Barbudo, resueltos sus problemas económicos, se centre para regalarnos nuevas muestras de su genio.
“Runaways” es una historia que se sitúa en los márgenes del Universo Marvel y narra las aventuras de un grupo de adolescentes que de la noche a la mañana descubren que sus padres conforman una alianza de supervillanos secreta conocida como El Orgullo que realizan sangrientos sacrificios a los Gibborim, gigantes con ecos bíblicos más malos que la quina. Horrorizados, los chicos se escapan de casa y, mientras son perseguidos por los papás que tienen grandes planes para ellos, intentan que alguien les haga caso mientras descubren sus nuevas habilidades.
El primer volumen de “Runaways” conforma un arco cerrado, por lo que a pesar de la posterior continuidad de la serie puede leerse con total independencia. Vaughan construye, pese a quién pese, un tebeo de superhéroes entretenido, fresco e inteligente que agradará a un público variado que va desde el chaval que busca un tebeo con unos héroes jóvenes con los que identificarse hasta el lector veterano que aprecie el trasfondo tras la metáfora que encierra un acertado estudio en torno a las problemáticas de la adolescencia y las relaciones paternofiliales. Sin los resabios que lastran en ocasiones “Y, El Último Hombre” o “Ex Machina”, Vaughan construye unos personajes entrañables, a los que aporta su innegable talento para los diálogos sin caer en pedanterías haciendo que las inteligentes referencias verdaderamente se inserten en la historia principal sin resultar forzadas.
En el aspecto gráfico, sorprende el dibujo del canadiense Adrian Alphona alejado de la espectacularidad vacua de los superhéroes actuales y más cercano al amerimanga más amable o directamente al Shojo japonés (cosa que no resulta extraña teniendo en cuenta que la serie se inscribió en Tsunami, una línea experimental de Marvel que buscaba atraer chicas al género). A pesar de ello, Alphona se muestra como un excelente narrador que da el tono adecuado a la serie en todo momento consiguiendo que sus personajes –especialmente el elenco de protagonistas- derrochen humanidad y resulten cercanos al lector y resolver con originalidad los momentos más “superheroicos” de la serie. Además, las portadas de Jo Chen son muy chulas.
“Runaways” es el mejor tebeo de adolescentes con poderes desde la Kitty Pryde y “Los Nuevos Mutantes” de Claremont. Ya tocaba.
Vamos a ponernos undergrounds este tranquilo domingo para comentar la relación del inclasificable grupo australiano Lubricated Goat con el no menos inclasificable autor de “Black Hole”, Charles Burns.
Lubricated Goat fue una banda de los ochenta famosa por su actuación en pelotas en un programa de televisión y por ser para muchos precursora del Grunge. Durante su estancia en Seattle en 1989, Lubricated Goat grabó para el famoso sello independiente Sub Pop un single con dos temas “Meating my head” y “20th Century Rake”, cuya portada fue realizada por un joven Charles Burns, colaborador habitual de Sub Pop, que ya había descollado en sus colaboraciones en "RAW" .
Os dejo una de las canciones más famosas de Lubricated Goat, “In The Raw”.
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Imagino que ya todo el mundo se ha enterado de la muerte de Jerry Robinson, uno de los grandes maestros de la DC de la Golden Age, uno de los más brillantes “negros” de Bob Kane que contribuyó en la creación del universo batmaníaco con aportaciones tan importantes como los personajes de Joker y Robin.
Pero es que, aparte de sus aportaciones e incuestionable talento artístico reflejado en series y personajes como “Green Hornet”, “Atoman” o “Jet Scott”, Robinson fue un gran historiador del Cómic y uno de los grandes valedores por los derechos de los artistas de cómics americanos, especialmente preocupado por la dignificación del medio, siendo presidente, a finales de los sesenta, de la Asociación de Dibujantes de Prensa y confundador de su Sindicato. Pero además, como recuerda Mark Evanier en su esquela, fue junto a Neal Adams el que negoció el reconocimiento de derechos y una compensación económica a Jerry Siegel y Joe Shuster por la autoría de “Superman”.
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