Dispuestos siempre a
exprimir al máximo al personal mediante las más rocambolescas fórmulas de
marketing, resulta que los editores Marvel decidieron dar dos tazas hace unos
años a los seguidores del Capi reiniciando la numeración de la serie regular a
raíz del horror de “Miedo Encarnado” cuando apenas unos meses antes habían
recuperado la numeración original para poder celebrar el redondo número 600 que
salía de la suma de todos los volúmenes anteriormente publicados. Esta vez, no contentos
con reiniciar la serie, paralelamente continuaron con la numeración original
por este lado con estos ocho números – del
620 al 628, numerados por si alguien todavía le interesa eso de la
numeración- que acaba de publicar Panini
en un apañado volumen.
El primer arco argumental de
seis números guionizado por Brubaker junto a Marc Andreyko es el que quizás tenga
más interés para los seguidores hardcore del Capi ya que en esta historia
Brubaker ofrece más detalles en torno a los orígenes de Bucky antes de
convertirse en el compañero del Capi. De este modo, Brubaker da a conocer a la
familia de Bucky antes de quedarse huérfano y señala la existencia de una
hermana. El conjunto de la historia ideada por Brubaker y Andreyko es bastante
convencional y se aviene a fórmulas que Bru ha usado en múltiples ocasiones construyendo
la autobiografía del personaje pero está resuelta con eficacia y la gracia de ser
el propio Bucky el que desgrana sus
recuerdos durante la II Guerra Mundial y sus primeros pasos como Soldado de
Invierno. A la entretenida historia, un eficacísimo Chris Samnee le saca todo
el partido demostrando ser un excelente dibujante retro con un estilo que
recuerda a los Lark y Epting con los que tan a gusto se siente Bru.
El segundo arco en el que
Brubaker se apoya en el desarrollo del guión en James Asmus, a pesar de su
ambición resulta bastante errada y confusa. Partiendo de una idea de Brubaker,
Asmus construye una trama que gira en torno al poco (re) conocido Bucky de los
años cincuenta quién ya envejecido y débil ha de aliarse con el Capi (Steve
Rogers) y la Antorcha Humana Original para detener a un villano de su época en
mallas. La historia podría haber dado bastante más de sí con un desarrollo
menos errático y confuso como el que imprime Asmus al que se le nota bastante
perdido en la colaboración con Brubaker y al no ser capaz de dar el tratamiento
adecuado a los personajes que maneja, especialmente a Fred Davis, el Bucky de
los años cincuenta ni desarrollar con claridad una trama llena de lagunas.
Tampoco ayuda demasiado el trabajo gráfico de Francesco Francavilla, un
dibujante con un estilo minimalista y elegante poco adecuado para el género superheroico que
usa una gama de colores chillones bastante desagradable a la vista y da la
sensación de estar tan perdido como Asmus con este encargo.
En fin “Capitán América y
Bucky” es un tomo que da claramente una de cal y una de arena, sin demasiado
interés salvo que se sea un incondicional a las andanzas del Capitán América.
Avisados quedáis.
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