Reconozco que en un principio no le presté demasiada atención a “La Ladrona del Cementerio”. Y es que la decidida –obligada o no, que no lo sé- apuesta de Dibbuks por la jibarización de sus novedades de BD ha conllevado que le ponga una cruz a muchas de las obras de esta editorial sin entrar en más consideraciones. Sin embargo, la recomendación del amigo Frog2000 y ver el nombre de Yoann en la portada (desde que leí "Los Gigantes Petrificados” ando chocheando con este hombre) me hizo darle una oportunidad a esta curiosa obra.
En el tranquilo y burgués Navarin, casi nunca pasa nada, por lo que la aparición del audaz Hombre Misterioso, ladrón de guante blanco que trae en jaque a la policía, despierta la pasión de la ingenua Ariana, quién embutida en cuero negro y con más suerte que destreza empieza a imitar en secreto a su ídolo bajo la identidad de La Ladrona de Père-Fauteuile (el cementerio del título en castellano) mientras fantasea con encontrárselo en alguna azotea y confesarle su amor. Lo que no se imagina Ariana es que se va a convertir en una pieza más junto a su esquivo héroe de los planes de las distintas facciones políticas que subrepticiamente pretenden hacerse con el poder en el país.
Eric Omond, apabulla al descuidado lector que espera pasar el rato entretenido con este irónico homenaje al siglo diecinueve francés, imitando la estructura de las novelas por entregas en las que las contradicciones y giros rocambolescos eran tan frecuentes como la endeblez de sus argumentos y lo superficial de sus personajes al tiempo que parodia abiertamente su explosivo panorama político repleto de intrigantes de salón e incipientes movimientos obreros entre los que empezaba a emerger la prensa escrita.
Una vez que se le coge el punto a las reglas del juego que propone Omond se puede llegar a disfrutar de una historia endeble y superficial en su asumida y constante huida hacia delante al ritmo marcado por la irregularidad de sus capítulos –a los que sirve de introducción las cabeceras de distintos periódicos que representan las distintas ideologías políticas de Navarin- propiciando un enredo descomunal en el que el guionista mezcla sin ningún prejuicio todo tipo de influencias en un descarado “vale todo” que convierte la obra en una descomunal broma que a alguno le puede costar llegar a entender.
Omond para evitar el cabreo generalizado ante tanta tomadura de pelo se guarda un as en la manga aprovechando la complicidad gráfica de un Yoann en el que acaba recayendo la labor de intentar poner un poco de orden entre tanto caos. A ello no ayuda precisamente la exigente composición de tres grandes viñetas horizontales por página aunque sí permite dar rienda suelta a la imaginación de un dibujante de la calidad de Yoann que se recrea describiendo todo tipo de ambientes y personajes y confirmando que es la gran esperanza blanca de la Línea Clara más comercial gracias a un detallismo que entronca directamente con Franquin y toma lo mejor de otros autores belgas más actuales como el gamberrismo de Conrad (“Los Innombrables”) o el lirismo de LeGall (“Thedore Poussin”), sin desdeñar otras influencias o guiños (¿soy el único al que la ladrona de Père-Fauteuile le recuerda a la “Catwoman” de Darwyn Cooke?). Un dibujante de enormes posibilidades al que hay que seguir de cerca.
En definitiva, “La Ladrona del Cementerio” es un disparatado, irregular e inteligente pastiche que entra por los ojos gracias a la labor de Yoann, quién no ve su labor demasiada mermada a pesar de la jibarización gracias a la composición de página a la que me refería más arriba. En fin, roto el fuego, esperemos ver publicadas más cosas de este autor en España aunque, eso sí, a su tamaño original si es posible.
En el tranquilo y burgués Navarin, casi nunca pasa nada, por lo que la aparición del audaz Hombre Misterioso, ladrón de guante blanco que trae en jaque a la policía, despierta la pasión de la ingenua Ariana, quién embutida en cuero negro y con más suerte que destreza empieza a imitar en secreto a su ídolo bajo la identidad de La Ladrona de Père-Fauteuile (el cementerio del título en castellano) mientras fantasea con encontrárselo en alguna azotea y confesarle su amor. Lo que no se imagina Ariana es que se va a convertir en una pieza más junto a su esquivo héroe de los planes de las distintas facciones políticas que subrepticiamente pretenden hacerse con el poder en el país.
Eric Omond, apabulla al descuidado lector que espera pasar el rato entretenido con este irónico homenaje al siglo diecinueve francés, imitando la estructura de las novelas por entregas en las que las contradicciones y giros rocambolescos eran tan frecuentes como la endeblez de sus argumentos y lo superficial de sus personajes al tiempo que parodia abiertamente su explosivo panorama político repleto de intrigantes de salón e incipientes movimientos obreros entre los que empezaba a emerger la prensa escrita.
Una vez que se le coge el punto a las reglas del juego que propone Omond se puede llegar a disfrutar de una historia endeble y superficial en su asumida y constante huida hacia delante al ritmo marcado por la irregularidad de sus capítulos –a los que sirve de introducción las cabeceras de distintos periódicos que representan las distintas ideologías políticas de Navarin- propiciando un enredo descomunal en el que el guionista mezcla sin ningún prejuicio todo tipo de influencias en un descarado “vale todo” que convierte la obra en una descomunal broma que a alguno le puede costar llegar a entender.
Omond para evitar el cabreo generalizado ante tanta tomadura de pelo se guarda un as en la manga aprovechando la complicidad gráfica de un Yoann en el que acaba recayendo la labor de intentar poner un poco de orden entre tanto caos. A ello no ayuda precisamente la exigente composición de tres grandes viñetas horizontales por página aunque sí permite dar rienda suelta a la imaginación de un dibujante de la calidad de Yoann que se recrea describiendo todo tipo de ambientes y personajes y confirmando que es la gran esperanza blanca de la Línea Clara más comercial gracias a un detallismo que entronca directamente con Franquin y toma lo mejor de otros autores belgas más actuales como el gamberrismo de Conrad (“Los Innombrables”) o el lirismo de LeGall (“Thedore Poussin”), sin desdeñar otras influencias o guiños (¿soy el único al que la ladrona de Père-Fauteuile le recuerda a la “Catwoman” de Darwyn Cooke?). Un dibujante de enormes posibilidades al que hay que seguir de cerca.
En definitiva, “La Ladrona del Cementerio” es un disparatado, irregular e inteligente pastiche que entra por los ojos gracias a la labor de Yoann, quién no ve su labor demasiada mermada a pesar de la jibarización gracias a la composición de página a la que me refería más arriba. En fin, roto el fuego, esperemos ver publicadas más cosas de este autor en España aunque, eso sí, a su tamaño original si es posible.
3 comentarios:
Muy de acuerdo contigo. El texto apabulla tanto como las referencias, homenajes y elucubraciones, pero el dibujo es más que interesante. Irregular, sí.
Este me lo iba a comprar por lo folletinesco pero en la tienda leyendo en diagonal me pareció una mamarrachada, no sé si acerté o no, pero viendo que tu reseña y el comentario anterior coinciden en que es de guión regulero salvado por el dibujo supongo que acerté. Es una lástima que en dibbuks pese tantísimo el gusto gráfico personal del editor y los guiones suelan quedar en tan segundo plano
Juan,
Sí, además los cuadros de texto en muchoas ocasiones no complementan para nada la narración gráfica aumentando aun más la confusión.
Dennel,
A mí me da más pena que opten tanto por la jibarización. Creo que tienen un catálogo de BD comerciales muy interesante pero con las reducciones de tamaño dejo bastantes en los estantes con las que de otro modo picaría.
Impacientes Saludos.
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