Sigo a mi aire el repaso de la colección de “Conan, el cimmerio”, que viene publicando Planeta, con los números 13 y 14 de la colección española, que agrupan los números 15 a 18 de la serie original norteamericana de Dark Horse en los que se cierra un nuevo arco argumental con el fin de la relación de Conan con la ingrata Yasmela y su paso por la legión de mercenarios de los Compañías Libres de Amalric.
La verdad es que este último arco argumental de “Conan El Cimmerio” es con mucho el peor acabado hasta el momento de la serie a través de una historia que si bien cumple su función principal de hacer pasar el rato carece de la brillantez de anteriores entregas. Y eso que Truman parte de una idea interesante mostrando de partida a un Conan derrotado y herido que se esconde en unas marismas llenas de dinosaurios y humanos carroñeros, rodeado de los cadáveres de los que fueron sus compañeros mercenarios para, mediante flashbacks, retomar la acción en donde había quedado en episodios anteriores y explicar cómo el cimmerio se ha encontrado en ese brete. La idea está curiosa y, como es característico del Conan de Dark Horse, Truman se cuida mucho de mantener la coherencia de la historia con la base literaria de Robert E. Howard, pero la narración resulta precipitada en su desarrollo y resolución, especialmente en las partes dibujadas por el propio Truman en las que se ve obligado a condensar demasiada información – la aparición del sibilino Julion, el rescate del hermano de Yasmela y el poco glorioso fin del bueno de Amalric (que a mí me parece el primo hermano de Fafnir)- y en las que queda bastante en evidencia respecto al dibujante titular, el argentino Giorelllo que vuelve a dar lo mejor de sí en las páginas que le tocan en suerte para reflejar los peligros y la insalubridad del pantano en que se esconde Conan. Supongo que a Truman le hacía ilusión dibujar a Conan pero su nivel queda bastante lejos del de Giorello o del resto de leyendas con los que este ha compartido lápices en la serie – Corben, Joe Kubert- resultando su versión de Conan más gruesa y estática, y la influencia de Buscema más evidente.
Más interesante me ha parecido el aperitivo a esta historia. El número 15 de la edición norteamericana es un número autoconclusivo, ajeno a la trama principal, realizado por Truman junto a Paul Lee para el que el guionista recupera a un par de personajes de reparto que ya aparecieran en el número 0 de la serie de Busiek y Nord y, mediante un recurso muy howardiano, ceder el protagonismo a Akivasaha, personaje secundario de la howardiana “La Hora del Dragón” que inspiró a la tramposilla Anne Rice para “La reina de los condenados” y que de vez en cuando aparece en alguna nueva versión en los cómics y películas basadas en personajes de Howard, del que se vale para profundizar en las miserias del vampirismo. La caracterización del personaje es excelente con un punto romántico muy bien traído y el dibujo pictórico de Paul Lee se adapta bien al tono de la historia.
La verdad es que este último arco argumental de “Conan El Cimmerio” es con mucho el peor acabado hasta el momento de la serie a través de una historia que si bien cumple su función principal de hacer pasar el rato carece de la brillantez de anteriores entregas. Y eso que Truman parte de una idea interesante mostrando de partida a un Conan derrotado y herido que se esconde en unas marismas llenas de dinosaurios y humanos carroñeros, rodeado de los cadáveres de los que fueron sus compañeros mercenarios para, mediante flashbacks, retomar la acción en donde había quedado en episodios anteriores y explicar cómo el cimmerio se ha encontrado en ese brete. La idea está curiosa y, como es característico del Conan de Dark Horse, Truman se cuida mucho de mantener la coherencia de la historia con la base literaria de Robert E. Howard, pero la narración resulta precipitada en su desarrollo y resolución, especialmente en las partes dibujadas por el propio Truman en las que se ve obligado a condensar demasiada información – la aparición del sibilino Julion, el rescate del hermano de Yasmela y el poco glorioso fin del bueno de Amalric (que a mí me parece el primo hermano de Fafnir)- y en las que queda bastante en evidencia respecto al dibujante titular, el argentino Giorelllo que vuelve a dar lo mejor de sí en las páginas que le tocan en suerte para reflejar los peligros y la insalubridad del pantano en que se esconde Conan. Supongo que a Truman le hacía ilusión dibujar a Conan pero su nivel queda bastante lejos del de Giorello o del resto de leyendas con los que este ha compartido lápices en la serie – Corben, Joe Kubert- resultando su versión de Conan más gruesa y estática, y la influencia de Buscema más evidente.
Más interesante me ha parecido el aperitivo a esta historia. El número 15 de la edición norteamericana es un número autoconclusivo, ajeno a la trama principal, realizado por Truman junto a Paul Lee para el que el guionista recupera a un par de personajes de reparto que ya aparecieran en el número 0 de la serie de Busiek y Nord y, mediante un recurso muy howardiano, ceder el protagonismo a Akivasaha, personaje secundario de la howardiana “La Hora del Dragón” que inspiró a la tramposilla Anne Rice para “La reina de los condenados” y que de vez en cuando aparece en alguna nueva versión en los cómics y películas basadas en personajes de Howard, del que se vale para profundizar en las miserias del vampirismo. La caracterización del personaje es excelente con un punto romántico muy bien traído y el dibujo pictórico de Paul Lee se adapta bien al tono de la historia.
En definitiva, “Conan El Cimmerio” es un cómic con el que seguir disfrutando aunque me temo que seamos pocos los que sigamos la serie regular dado su elevado precio y la casi segura reedición por arcos a medio plazo.
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