martes, 19 de enero de 2010

“Sherlock Holmes”, de Guy Ritchie.

Si yo les avasallara en este preciso momento, pidiendo que describiesen a Sherlock Holmes, estoy seguro que la mayoría haría mención, sin necesidad de haber leído ninguna de las novelas que inspiraron al personaje, a su capacidad para resolver mediante la deducción los más enrevesados casos, de su reconocible indumentaria, de su altura y nariz aguileña, su mirada penetrante o su afición por fumar en pipa. Sin embargo, si le preguntara a Guy Ritchie, pondría ojos de dólar y deliberadamente haría una descripción bastante alejada de la canónica, más irreverente y gamberra, pero hábilmente calculada para atraer nuestra atención. Vamos, la que el amigo Ritchie se ha marcado en la enésima versión del personaje y que pueden ver en los cines desde el viernes pasado, en la que pone patas arriba el bien asentado universo holmesiano retorciendo a los personajes de manera que no los reconocería ni su ilustre padre, Sir Arthur Conan Doyle.

Antes de entrar en materia, vaya por delante que creo lícita cualquier revisión de los iconos populares. Estos son patrimonio de todos y existen para ser violados y destripados por nuevos autores capaces de rebuscar en su esencia nuevas lecturas que los actualicen y revitalicen ante nuevos seguidores. Sin embargo, me pregunto hasta que punto es lícito tensar tanto la cuerda como lo hace Ritchie en esta película que subvierte completamente la esencia del personaje ideado por Conan Doyle para convertir al contemplativo Holmes y al aburguesado Watson en dos héroes de acción dispuestos a derrochar testosterona durante más de dos horas. Les cuento.

En la película de Ritchie, nos encontramos a un atribulado Sherlock apesadumbrado por la próxima perdida de su mano derecha, el apuesto doctor Watson a manos de su nueva prometida y ni siquiera la resolución de su último caso – la captura del malvado lord Blackwood, un asesino satánico aficionado a sacrificar doncellas- ha servido de suficiente argumento para hacerle cambiar de opinión. Sin embargo, cuando Blackwood aparentemente burla la muerte e inicia una nueva serie de asesinatos, Sherlock y Watson volverán a unirse para hacerle frente en sus planes de dominación al tiempo que deben bregar con la irritante presencia de la única mujer capaz de enamorar –vencer- a Holmes, la ambigua y fatal Irene Adler.

A Guy Ritchie hay que reconocerle que lo que sabe hacer, lo hace muy bien, y gracias a su habilidad para el montaje y sus movimientos de cámara es capaz de ir siempre un paso por delante del espectador en esta superproducción de generoso presupuesto si asumimos desde el principio que estamos ante un producto de entretenimiento palomitero dirigido a un público juvenil que, no nos engañemos, hoy en día es el que llena las salas. Ritchie acepta el juego y participa en la gamberrada apoyado en un grupo de actores capaz de sacar adelante la empresa con brillantez, encabezados por un Robert Downey Jr que parece disfrutar como un enano encarnando esta particular versión de Sherlock en la que encaja como un guante y le permite dar rienda suelta a su desbordante histrionismo y que encuentra su contrapunto en un gran Jude Law que parece crecerse ante Bob, un Mark Strong especializado en villanos que construye un fabuloso y convincente Lord Blackwood, y Rachel McAdams que merecería mayor protagonismo con su Irene Adler. Sin embargo y, a pesar de todas estas notas positivas, si uno se para a pensar un poco en la historia se dará cuenta que tras el brillante artificio levantado por Ritchie y los actores se esconde un guión poco elaborado y plagado de “deus ex machina”, más pensado en sacar partido a la “vis comica” de Downey que en construir una intriga sólida que alimente al personaje que este encarna (y este es el principal pero que veo a la pelicula porque la esencia de Homes es que ve lo que los demás no ven) y en dejar la puerta abierta a una próxima entrega con la presencia forzada de un invisible contendiente que no aporta nada a la historia que se nos cuenta en esta entrega.

En definitiva, tomen este “Sherlock Homes” como lo que es, un divertimento gamberro diseñado hasta el último detalle para reventar la taquilla navideña (con el permiso de “Avatar”, claro) y no se rasguen las vestiduras si son fieles seguidores del inquilino del 221B de Baker Street intentando, como hice yo, obviar el título de la película. Disfrutarán más.

Otras películas de Guy Ritchie en El lector impaciente:

Rocknrolla”.

Más “Sherlock Holmes” en El lector impaciente:

Estudio en Escarlata”.
Elemental, querido Chaplin”.
La solución final

7 comentarios:

Akbarr dijo...

Para mi la revisión de los iconos populares está bien siempre que el que la haga sea capaz de cambiar lo anticuado pero mantener la esencia de los personajes. Yo no he visto la peli, pero basta con ver el trailer para darse cuenta de que esto es cualquier cosa menos Sherlock Holmes. Buen consejo el de olvidarse del título de la peli, como pensemos en ello creo que iba a ser complicado disfrutar nada...

PAblo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
PAblo dijo...

Akbarr,

Efectivamente ese es el quid de la cuestión. Que el icno es un icono porque aguanta carros y carretas en las revisiones siempre que no se traicione su esencia. Y en un Sherlock Holmes cuya capacidad deducción para resolver casos es aparentemente menos importante que su capacidad para romper craneos para mi gusto está fallando algo aunque la peli se deje ver.

Pasa lo mismo, por ejemplo, con los vampiros pijos de "Crepusculo". Unos vampiros que se enamoran y no chupan sangre pues no son son vampiros, son otra cosa...

Impacientes Saludos.

Etrigan dijo...

Totalmente de acuerdo con tu post. Una peli muy entretenida, pero con una versión del personaje que no me convence. Podía haberle puesto otro título. Por lo demás el argumento me ha parecido muy visto.

PAblo dijo...

Etrigan,

Si le ponen otro título, no vende lo mismo. Seguro.

Impacientes Saludos.

Raúl Martin dijo...

Estoy contigo también PAblo. Me parecen bien estas actualizaciones para todos los públicos de personajes clásicos, pero hecho de menos una versión más adulta de este icono.
Y es que pienso que hoy en día se podría desnudar a Holmes y rehacerse sin los frenos morales que hubo en su época y presentarnos al detective como su creador (en mi opinión) hubiera querido: un misógeno, soberbio, prepotente, egocéntrico y adicto a las susbstáncias narcóticas.
En fín, supongo que otra vez será...

PAblo dijo...

Raúl,

Vamos, como lo concibió Doyle pero actualizado en el tiempo, ¿no?
;-D


Impacientes Saludos.