Estoy disfrutando con un poquito de pena anticipada los últimos arcos argumentales que está publicando ECC Ediciones de la etapa de Peter Milligan en “Hellblazer”, porque no deja de ser triste que una serie finalice en un momento creativo tan bueno como el que venía disfrutando esta . Y es que Milligan imprimió a esta serie un punto de inventiva, diversión y desenfreno que la convertía en una lectura interesante, entretenida y fresca, comparable con las mejores etapas anteriores yla que en cada nueva entrega asistíamos a nuevos acontecimientos y giros sorprendentes en la vida de Constantine.
En concreto, en esta octava
entrega de la numeración ECC que coincide con los números 287 a 292 de las grapas norteamericanas, Constantine ha de
volver una vez más al Infierno para reencontrarse con su hermana Cheryl a
instancias de su díscola sobrina Emma quién solo para fastidiarle se ha liado
con su suegro mafioso. En el Infierno, John se jugará en una peligrosa
apuesta el alma de su ser más querido con el Primero de los Caídos en un juego
del que difícilmente puede salir ganador y en la que el premio es el alma de su
hermana perdida.
Milligan, con oficio, habilidad
y astucia, sitúa a Constantine en el centro de una enrevesada trama de líos
familiares en la que acentúa su vulnerabilidad frente a otras versiones del
personaje previas. Milligan construye una trama inteligente en la que vuelve, como
viene siendo característico en su etapa, a darle una vuelta de tuerca a lugares
comunes y explota con originalidad los resquicios abiertos por otros guionistas en
anteriores etapas de la serie demostrando haber hecho los deberes habiéndose
documentado sobre lo que otros autores hicieron previamente con el personaje. Para
esta historia recupera a personajes añejos como Cheryl, la hermana de
Constantine, o a El Primero de los Caídos para incorporarlos al ya amplio
elenco de secundarios que ha ido usando a lo largo de su etapa en la serie.
En el aspecto gráfico, la
triada de dibujantes que vienen desarrollando los arcos argumentales largos
–Camuncoli, Landini y Bertrand - siguen cumpliendo dentro de sus limitaciones
con decoro y oficio, dejando el lucimiento a Simón Bisley en las portadas y aventuras
autoconclusivas como “La Casa de los Lobos”, que Milligan idea para el
lucimiento del dibujante británico en una versión libre de Caperucita y el Lobo.
Milligan soluciona habilmente esta entretenida entrega y deja preparada nuevas situaciones que podrían haber dado mucho juego en el futuro, o podrían haberlo dado, si Milligan
hubiera seguido en la serie o esta incomprensiblemente no hubiese sido
clausurada por los nuevos aires impuestos por el NUDC.
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