Es bueno descubrir que hay vida –perdón, por el juego de palabras- en el género zombi más allá de “Los muertos vivientes” de Robert Kirkman, entre todo el material de dudosa calidad sobre el género con el que nos están inundando las editoriales como demuestran Guy Davis y Jerry Frisen en “Los zombis que se comieron el mundo”, una obra compuesta por cuatro álbumes y que Norma publicó hace unos meses en un único tomo de tapa blanda bastante caro, que recoge el primer ciclo completo que es lo publicado hasta el momento por Los Humanoides.
“Los zombis que se comieron el mundo”ya parte de una premisa más original que lo que es habitual en las historias de zombis que suelen tener su origen en algún tipo de desastre –atómico ó viral, según los miedos imperantes en la época- provocado por la negligencia de los militares o los políticos. Sin embargo, esta obra se sitúa en un futuro cercano, 2064, en el que los muertos están regresando de sus tumbas por una razón incierta y las autoridades han dictado normas para que sus familiares vivos se hagan cargo de los no vivos en una cohabitación pacífica, lo que provoca situaciones rocambolescas a todos los niveles. Con este apocalíptico panorama el estrafalario trío de freaks formado por Eddy Merckx, un berraco con más fuerza que cerebro, Karl Neard, un trekkie acomplejado por sus granos, y la hermana de armas tomar de este último, ha visto la solución a sus problemas económicos montando una empresa ilegal para librar a sus clientes de los recién llegados que les incomoden.
Nos encontramos ante una obra llena de grandes ideas a las que el guionista belga Jerry Frisen trata de dar un giro humorístico poco explotado dentro del género. Frissen describe con mucho vitriolo y mala leche buena parte de las problemáticas que podrían surgir en una ciudad civilizada si unos muertos vivientes volvieran de la tumba, que, como literalmente señala el título, se comerían una sociedad en la que no quedaría indemne ninguna institución desde la Iglesia en que los Papas muertos luchan por el poder o un Jesucristo putrefacto que sermonea a las multitudes, a la clase política en la que algún lobby pretende devolver al poder a un –más- corrompido George Bush, o la sociedad donde los artistas montan exposiciones de zombis o los ricos se dedican a coleccionarlos. Frissen en sus cómics exponen que los zombis no son peores que unos vivos bastante egoístas capaces de cualquier cosa por librarse de los fastidiosos muertos. En ese futuro apocalíptico no se salvan ni sus atípicos protagonistas, unos inadaptados excesivos con todo tipo de defectos que tienden a salir indemnes de sus constantes meteduras de pata y son los objetos de los gags más chuscos de Frissen, quién se ceba especialmente en los belgas. Todas estas tramas, que podrían dar mucho juego en el característico y atormentado tono dramático de las historias de terror zombi, son planteadas con mucha acidez por Jerry Frissen, en una premisa atractiva pero que en las distancias cortas falla, en mi opinión, debido al abuso que hace el guionista de un humor chusco y tontorrón, que tiene en series como “Los innombrables” de Yann y Conrad, de la que les hablé por aquí, pero que en esta ocasión a mí, personalmente, me resulta cansino y emborrona el excelente planteamiento inicial de la serie
Lo más destacable de la obra, aparte del notable trabajo gráfico de Davis, es como a través de los cuatro álbumes va hilvanando un tejido de enrevesadas historias cruzadas que tienen su nexo en común al trío protagonista que permite al guionista dotar de coherencia su visión de Los Ángeles crepusculares en los que se desarrolla la acción al tiempo que hace evolucionar las vidas de los protagonistas buscando nuevas situaciones humorísticas.
En el apartado gráfico brilla con luz propia un Guy Davis que se mueve con soltura en cualquier estilo, desde el más realista de obras como “Sandman Mistery Theatre” o “The Marquis” y “AIDP” al más caricaturesco y excesivo donde demuestra dominar como pocos en la actualidad los secretos de la línea clara y sigue la senda de autores como Chaland, Conrad o Franquin, dotando de credibilidad las descacharrantes barrabasadas perpetradas por Frissen.
En definitiva, “Los zombis que se comieron al mundo” es un cómic muy interesante y ambicioso, lleno de buenas ideas, algunas fallidas, pero muy por encima de la ñoñeria habitual en este subgénero. Una lástima que Norma se descolgase con un precio quizás demasiado elevado para un tomo editado en tapa blanda que disuadirá a potenciales compradores, pero maestros tiene la Iglesia.
La página oficial del cómic, aquí.
El blog de Jerry Frissen aquí y la página de Guy Davis, aquí.
“Los zombis que se comieron el mundo”ya parte de una premisa más original que lo que es habitual en las historias de zombis que suelen tener su origen en algún tipo de desastre –atómico ó viral, según los miedos imperantes en la época- provocado por la negligencia de los militares o los políticos. Sin embargo, esta obra se sitúa en un futuro cercano, 2064, en el que los muertos están regresando de sus tumbas por una razón incierta y las autoridades han dictado normas para que sus familiares vivos se hagan cargo de los no vivos en una cohabitación pacífica, lo que provoca situaciones rocambolescas a todos los niveles. Con este apocalíptico panorama el estrafalario trío de freaks formado por Eddy Merckx, un berraco con más fuerza que cerebro, Karl Neard, un trekkie acomplejado por sus granos, y la hermana de armas tomar de este último, ha visto la solución a sus problemas económicos montando una empresa ilegal para librar a sus clientes de los recién llegados que les incomoden.
Nos encontramos ante una obra llena de grandes ideas a las que el guionista belga Jerry Frisen trata de dar un giro humorístico poco explotado dentro del género. Frissen describe con mucho vitriolo y mala leche buena parte de las problemáticas que podrían surgir en una ciudad civilizada si unos muertos vivientes volvieran de la tumba, que, como literalmente señala el título, se comerían una sociedad en la que no quedaría indemne ninguna institución desde la Iglesia en que los Papas muertos luchan por el poder o un Jesucristo putrefacto que sermonea a las multitudes, a la clase política en la que algún lobby pretende devolver al poder a un –más- corrompido George Bush, o la sociedad donde los artistas montan exposiciones de zombis o los ricos se dedican a coleccionarlos. Frissen en sus cómics exponen que los zombis no son peores que unos vivos bastante egoístas capaces de cualquier cosa por librarse de los fastidiosos muertos. En ese futuro apocalíptico no se salvan ni sus atípicos protagonistas, unos inadaptados excesivos con todo tipo de defectos que tienden a salir indemnes de sus constantes meteduras de pata y son los objetos de los gags más chuscos de Frissen, quién se ceba especialmente en los belgas. Todas estas tramas, que podrían dar mucho juego en el característico y atormentado tono dramático de las historias de terror zombi, son planteadas con mucha acidez por Jerry Frissen, en una premisa atractiva pero que en las distancias cortas falla, en mi opinión, debido al abuso que hace el guionista de un humor chusco y tontorrón, que tiene en series como “Los innombrables” de Yann y Conrad, de la que les hablé por aquí, pero que en esta ocasión a mí, personalmente, me resulta cansino y emborrona el excelente planteamiento inicial de la serie
Lo más destacable de la obra, aparte del notable trabajo gráfico de Davis, es como a través de los cuatro álbumes va hilvanando un tejido de enrevesadas historias cruzadas que tienen su nexo en común al trío protagonista que permite al guionista dotar de coherencia su visión de Los Ángeles crepusculares en los que se desarrolla la acción al tiempo que hace evolucionar las vidas de los protagonistas buscando nuevas situaciones humorísticas.
En el apartado gráfico brilla con luz propia un Guy Davis que se mueve con soltura en cualquier estilo, desde el más realista de obras como “Sandman Mistery Theatre” o “The Marquis” y “AIDP” al más caricaturesco y excesivo donde demuestra dominar como pocos en la actualidad los secretos de la línea clara y sigue la senda de autores como Chaland, Conrad o Franquin, dotando de credibilidad las descacharrantes barrabasadas perpetradas por Frissen.
En definitiva, “Los zombis que se comieron al mundo” es un cómic muy interesante y ambicioso, lleno de buenas ideas, algunas fallidas, pero muy por encima de la ñoñeria habitual en este subgénero. Una lástima que Norma se descolgase con un precio quizás demasiado elevado para un tomo editado en tapa blanda que disuadirá a potenciales compradores, pero maestros tiene la Iglesia.
La página oficial del cómic, aquí.
El blog de Jerry Frissen aquí y la página de Guy Davis, aquí.
Otras obras zombi en El lector impaciente:
-"XXombies".
-"Apocalipsis Z".
No hay comentarios:
Publicar un comentario