No sé que relación tienen ustedes con el país de los canguros pero yo más bien poca, aparte las evidentes nociones y referencias de cultura general (canguros, nadadores, tenistas, ovejas, koalas y cuatro o cinco artistas) que más o menos conocemos todos pero más allá de los tópicos para mí ese enorme país es desconocido y siempre he tenido la impresión (prejuicio) que los australianos son un poco los primos acomplejados de los yanquis, incapaces de sacar partido a la enorme potencialidad de su país-continente. Por ese motivo, cuando coincidiendo con las fechas navideñas se anunció el estreno de “Australia” me pareció una buena idea. Un proyecto rico en medios, que contaba con actores reconocidos y competentes actores de origen australiano como Nicole Kidman y Hugh Jackman dirigidos por un director interesante como Baz Luhmann, quién consiguió hace unos años que nos volviéramos a interesarnos por el musical con “Moulin Rouge”, para contarnos una epopeya australiana podría funcionar. Sin embargo, tras las casi tres horas de proyección, salí más que aburrido de este tostón despilfarrador en el que los chicos del canguro y el boomerang se han embarcado para venderse por el mundo. ¿Por qué? Por lo de siempre. En lugar de buscar un camino original, Luhmann hace lo que cualquier australiano: imitar a los yanquis.
Luhmann ha querido realizar una película de las de antes (el nuevo “Lo que el viento se llevó”, según el departamento de marketing), un melodrama cargado de emociones, intrigas, pasiones y aventura en las remotas y bellas extensiones salvajes del Norte de Australia. Suena bien, pero la cosa se queda ahí. El guión es demasiado endeble para sostener el refrito insufrible de situaciones sacado de los incontables clásicos del género de los que corta y pega Luhmann para su “Australia”. Luhmann en esta superproducción juega a ser John Ford y, claro, John Ford no hay más que uno. La trama de la película, dividida en dos grandes actos tan desconectados que parecen dos películas diferentes tiene como punto de inflexión la entrada de Estados Unidos en la 2ª Guerra Mundial es un producto irregular en el que se adivina con bastante antelación todo lo que va a pasar y al que se le ven las costuras por más sitios de lo admisible a mayor gloria de la épica hueca, el humor simplón y el romanticismo bobalicón y anticuado. Sin embargo, Kidman y Jackman parecen cómodos en una película realizada para su lucimiento aunque hubiese sido de agradecer una mayor química de la que desprende esta pareja increíble que lo mismo se planta a hacerse arrumacos en medio de la sabana australiana todo sudados (es un decir, que ya sabemos que Nicole nunca suda) que en un baile de gala en la Casa del Gobernador con la misma gracia que si de un videoclip de cava se tratase, compartiendo eso sí los planos justos que tampoco hay que arrimarse demasiado y ellos son unas estrellas. Probablemente, si la historia hilvanada por Luhmann hubiera contado con un malvado a la altura de la pareja de buenísimos protagonistas que en algún momento hubiera logrado despeinarles o al menos lograr que se les corriera el rimel algo habríamos ganado pero me temo que ninguno de los secundarios de la historia están demasiado desarrollados por el director salvo el niño (sí, otra película con niño, qué cruz) que lleva el peso de la narración y que por momentos logra con su carilla fresca mitigar el aburrido concurso de poses de la parejita de protagonistas. Lo más interesante de la historia es sin duda las bellas panorámicas de los espacios naturales de la salvaje Australia, la fotografía, y el actor aborigen que interpreta a King George (David Guspilil) que es lo más australiano de la película.
En fin, una excelente oportunidad perdida para hacerme cambiar mi prejuicio respecto a los australianos. Tras ver este pestiño, me reafirmo en mi idea.
Luhmann ha querido realizar una película de las de antes (el nuevo “Lo que el viento se llevó”, según el departamento de marketing), un melodrama cargado de emociones, intrigas, pasiones y aventura en las remotas y bellas extensiones salvajes del Norte de Australia. Suena bien, pero la cosa se queda ahí. El guión es demasiado endeble para sostener el refrito insufrible de situaciones sacado de los incontables clásicos del género de los que corta y pega Luhmann para su “Australia”. Luhmann en esta superproducción juega a ser John Ford y, claro, John Ford no hay más que uno. La trama de la película, dividida en dos grandes actos tan desconectados que parecen dos películas diferentes tiene como punto de inflexión la entrada de Estados Unidos en la 2ª Guerra Mundial es un producto irregular en el que se adivina con bastante antelación todo lo que va a pasar y al que se le ven las costuras por más sitios de lo admisible a mayor gloria de la épica hueca, el humor simplón y el romanticismo bobalicón y anticuado. Sin embargo, Kidman y Jackman parecen cómodos en una película realizada para su lucimiento aunque hubiese sido de agradecer una mayor química de la que desprende esta pareja increíble que lo mismo se planta a hacerse arrumacos en medio de la sabana australiana todo sudados (es un decir, que ya sabemos que Nicole nunca suda) que en un baile de gala en la Casa del Gobernador con la misma gracia que si de un videoclip de cava se tratase, compartiendo eso sí los planos justos que tampoco hay que arrimarse demasiado y ellos son unas estrellas. Probablemente, si la historia hilvanada por Luhmann hubiera contado con un malvado a la altura de la pareja de buenísimos protagonistas que en algún momento hubiera logrado despeinarles o al menos lograr que se les corriera el rimel algo habríamos ganado pero me temo que ninguno de los secundarios de la historia están demasiado desarrollados por el director salvo el niño (sí, otra película con niño, qué cruz) que lleva el peso de la narración y que por momentos logra con su carilla fresca mitigar el aburrido concurso de poses de la parejita de protagonistas. Lo más interesante de la historia es sin duda las bellas panorámicas de los espacios naturales de la salvaje Australia, la fotografía, y el actor aborigen que interpreta a King George (David Guspilil) que es lo más australiano de la película.
En fin, una excelente oportunidad perdida para hacerme cambiar mi prejuicio respecto a los australianos. Tras ver este pestiño, me reafirmo en mi idea.
7 comentarios:
No la he visto (ni creo que lo haga, al menos en cines), pero pretender ir de la nueva Lo que el viento se llevó es apuntar demasiado alto. Por otra parte, la Kidman lleva unos añitos un poco desacertada en sus papeles...
Bueno, al menos habrás visto canguros (con lo bonicos que son!) :)
Saludos!
Qué va, Jolan no sale ni uno en toda la película. Lo mejor es el actor aborigen que se interpreta a sí mismo y las localizaciones salvajes que son preciosas. El resto bastante olvidable (aunque a las personas que la vieron conmigo les gustó).
Querido impaciente, creo que sus prejuicios ante lo que se perfilaba como una película romántica unido a su animadversión a las películas con niño, no le dejaron disfrutar de la misma. Incluso te perdiste la manada de canguros que acompaña al coche que, conducido por Jackman, lleva a Kidman a Faraway Downs. Una lástima.
La comparación entre "Australia" y "Lo que el viento se llevó" es terriblemente pretenciosa y, aunque quizá sea un buen reclamo publicitario, si acudes al cine esperando ver algo parecido sin duda te decepcionará. Yo creo que "Australia" se parece más a "Cold Mountain" y no solo porque compartan protagonista.
En cualquier caso a mi la peli me gustó, denle una oportunidad y opinen.
Besos y feliz año
Querida Buendia,
No tengo prejuicios hacia las peliculas románticas pero sí hacia las malas películas. Y "Australia", en mi opinión, lo es con una historia que pretende abarcar demasiado narrada por un director entusiasmado y despilfarrador. A la película le sobran efectismos (y niño) y le falta pasión y originalidad. Ahora que lo señalas es cierto que hubo canguros en esa secuencia (demasiados pocos para mi gusto) que recuerda demasiado a "Mogambo" por ejemplo.
No le veo demasiado parecido a "Cold Mountain" (mejor película de largo) y sí a los cuatro o cinco clásicos en los que se "inspira" Luhmann. Te desafio a un cine-forum en casa para demostratelo.
Eso sí, estoy de acuerdo contigo que a la película antes de opinar hay que darla una oportunidad e imagino que habrá mucha gente que le guste. A mi no.
Besitos impacientes.
Hola!!
Pues ni con Cold Mountain, ni con Mogambo, ni Lo que el viento ni con Memorias de África, que también lo he visto apuntado en algún lugar: es una peli absolutamente previsible, desde el minuto uno, aburrida, con abuso de filtros y decorados "usados a propósito", vamos, para que se vean que lo son y ni los momentos cocacolalait que nos brinda el director de un guapísimo Lobezno, reconvertido en el cantante español de Il Divo en la fiesta, hace que merezca la pena perder el tiempo ni el dinero.
Ayns, Hugh, escapa de esa etiqueta y cuanto antes!!
Besitos
P.d. Buendía, ¿qué tal sigue todo?
:-D
Arghhh...Mar, casi había logrado eliminar esa imagen de mi mente y me la acabas de recordar. Bufff... Ahí Luhmann se imita a sí mismo en el anuncio de Freixenet.
Saludos -y besitos- impacientes.
Mar, señor impaciente... ¿donde está vuestro romanticismo, hombre? Fijaos que yo ya tenía ganas de ver al "guapísimo" Lobezno cursi y repeinao, je je je...
Sr. Impaciente si me pasa por escrito el listado de películas que compondrán el cine-fórum casero quizá me convenza, pero por favor tenga en cuenta el estado blandengue en que me encuentro.
Besos.
PD. Mar todo va bien, muchísimas gracias.
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