Tenía curiosidad por ver esta película desde que leí hace años el cómic de Steve Niles y Ben Templesmith en que se basa, ya que siempre he tenido la sensación que partía de una idea a la que los autores no habían sabido sacarle todo el partido posible y que en su inevitable adaptación al cine un buen director podría aprovechar mejor. Y, vista la película, creo que no me equivocaba.
David Slade es un joven director que con su anterior trabajo “Hard Candy” demostró que sabía dosificar perfectamente la tensión dramática y el suspense manteniendo a los espectadores pegados al asiento. En "30 días de oscuridad", arropado por un guión firmado por Niles junto a Stuart Beattie y Brian Nelson, opta por no realizar la típica película “gore” para adolescentes y, sin renunciar a la acción, sabe alternar los enfrentamientos entre los sanguinarios chupasangres, que invanden el tranquilo Barrow, y sus habitantes, con momentos cargados de tensión psicológica en la que los humanos, escondidos en sus madrigueras, se preguntan desesperanzados a que tipo de terror se enfrentan mientras crece la tensión entre ellos conforme avanza el mes en medio de la oscuridad y sus esperanzas de supervivencia van desapareciendo. Precisamente, este es el punto fuerte que el cómic dejó sin desarrollar y en el que en la película se hace mayor incidencia, el tratamiento de la personalidad de los habitantes del pueblo, que el cómic en el mejor de los casos esbozaba y en la película se plantea como elemento principal para reflejar el drama psicológico del ciudadano corriente ante una amenaza sobrenatural para la que no está preparado y pone en peligro su supervivencia. Así, la referencia obligada a “La noche de los muertos vivientes” de George Romero es inevitable para entender el planteamiento de Slade y aunque cualquier comparación entre la fuerza del blanco y negro de la película de Romero frente al efectismo escarlata blanquinegro de esta película es odioso, hay que reconocer que Slade sale airoso construyendo una de las películas de terror más entretenidas e inteligentes que he visto en los últimos tiempos.
La película de Slade es muy respetuosa con la trama principal del cómic y sólo a través de la manipulación de los subplots, eliminando alguno de los callejones sin salida más absurdos que aparecían en el original y cambiando el sentido de la relación entre los protagonistas (si en el cómic Eben y Estela son una parejita feliz, en la película están a punto de separarse), ya es capaz de dar mayor hondura a la historia y aportarle suficiente contenido para que sus casi dos horas de duración no se hagan pesadas. También el encuentro con el Extraño está mejor tratado que en el cómic y es aprovechado por el director, al inicio de la película, para rendir un pequeño homenaje al “Drácula” de Stoker con una bella secuencia de un barco abandonado en el hielo y el Extraño llegando al pacífico y nevado pueblo de Barrow en un atardecer crepuscular. Slade juega con la estética para dosificar la truculencia al máximo y ofrecer escenarios y ambientaciones en la que las sombras y la amenaza latente del monstruo acechante contrasta con la espectacularidad de unos asesinatos en que la carga sangrienta está medida para no resultar empachosa. En este sentido, destaca la secuencia aérea de un Barrow invadido en el que los vampiros campan a sus anchas en que sobre el fondo blanco del pueblo nevado las notas de color escarlata y amarillo van señalando donde estos van acabando con los pueblerinos.
A nivel interpretativo, la película es más que correcta destacando Danny Huston en su poderosa interpretación del vampiro Marlow al que Josh Hartnett da réplica a duras penas con una interpretación demasiado plana del sheriff Olesson. El resto del reparto poco conocido cumple sobradamente.
En definitiva, una película de terror entretenida y bien contada que no dejará a nadie con la sensación de que le han tomado el pelo y confirma a David Slade como un director inteligente al que seguir.
"30 días de noche" en El lector impaciente aquí.
David Slade es un joven director que con su anterior trabajo “Hard Candy” demostró que sabía dosificar perfectamente la tensión dramática y el suspense manteniendo a los espectadores pegados al asiento. En "30 días de oscuridad", arropado por un guión firmado por Niles junto a Stuart Beattie y Brian Nelson, opta por no realizar la típica película “gore” para adolescentes y, sin renunciar a la acción, sabe alternar los enfrentamientos entre los sanguinarios chupasangres, que invanden el tranquilo Barrow, y sus habitantes, con momentos cargados de tensión psicológica en la que los humanos, escondidos en sus madrigueras, se preguntan desesperanzados a que tipo de terror se enfrentan mientras crece la tensión entre ellos conforme avanza el mes en medio de la oscuridad y sus esperanzas de supervivencia van desapareciendo. Precisamente, este es el punto fuerte que el cómic dejó sin desarrollar y en el que en la película se hace mayor incidencia, el tratamiento de la personalidad de los habitantes del pueblo, que el cómic en el mejor de los casos esbozaba y en la película se plantea como elemento principal para reflejar el drama psicológico del ciudadano corriente ante una amenaza sobrenatural para la que no está preparado y pone en peligro su supervivencia. Así, la referencia obligada a “La noche de los muertos vivientes” de George Romero es inevitable para entender el planteamiento de Slade y aunque cualquier comparación entre la fuerza del blanco y negro de la película de Romero frente al efectismo escarlata blanquinegro de esta película es odioso, hay que reconocer que Slade sale airoso construyendo una de las películas de terror más entretenidas e inteligentes que he visto en los últimos tiempos.
La película de Slade es muy respetuosa con la trama principal del cómic y sólo a través de la manipulación de los subplots, eliminando alguno de los callejones sin salida más absurdos que aparecían en el original y cambiando el sentido de la relación entre los protagonistas (si en el cómic Eben y Estela son una parejita feliz, en la película están a punto de separarse), ya es capaz de dar mayor hondura a la historia y aportarle suficiente contenido para que sus casi dos horas de duración no se hagan pesadas. También el encuentro con el Extraño está mejor tratado que en el cómic y es aprovechado por el director, al inicio de la película, para rendir un pequeño homenaje al “Drácula” de Stoker con una bella secuencia de un barco abandonado en el hielo y el Extraño llegando al pacífico y nevado pueblo de Barrow en un atardecer crepuscular. Slade juega con la estética para dosificar la truculencia al máximo y ofrecer escenarios y ambientaciones en la que las sombras y la amenaza latente del monstruo acechante contrasta con la espectacularidad de unos asesinatos en que la carga sangrienta está medida para no resultar empachosa. En este sentido, destaca la secuencia aérea de un Barrow invadido en el que los vampiros campan a sus anchas en que sobre el fondo blanco del pueblo nevado las notas de color escarlata y amarillo van señalando donde estos van acabando con los pueblerinos.
A nivel interpretativo, la película es más que correcta destacando Danny Huston en su poderosa interpretación del vampiro Marlow al que Josh Hartnett da réplica a duras penas con una interpretación demasiado plana del sheriff Olesson. El resto del reparto poco conocido cumple sobradamente.
En definitiva, una película de terror entretenida y bien contada que no dejará a nadie con la sensación de que le han tomado el pelo y confirma a David Slade como un director inteligente al que seguir.
"30 días de noche" en El lector impaciente aquí.
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