¿Quién a estas alturas no ha
pedido a un amigo o un ser querido? ¿Cómo afrontar esa perdida? ¿Se supera
alguna vez? Esteban Hernández uno de los autores jóvenes más originales del
cómic patrio se acerca a un tema tan personal, espinoso y complejo en "El Duelo", su última obra larga
publicada hace unos meses por De Ponent poniendo de manifiesto lo absurdo que
resulta morirse pero, sobre todo, el seguir vivo.
Altuna y Adrián son amigos
desde críos y juntos han vivido todo tipo de experiencias. Cuando Adri muere en
extrañas circunstancias no aclaradas, Altuna se verá obligado a continuar la
vida sin su amigo, cayendo en una profunda depresión y padeciendo una parálisis
que deformará su rostro, y es que la extraña muerte de Adri marcará el resto de
la vida de Altuna.
Esteban Hernández, en la
estela de series de televisión tan recomendables como “A Dos Metros Bajo
Tierra”, medita en clave tragicómica en
torno al misterio final de la muerte a través de las peripecias de un antihéroe
cotidiano, el treintenañero Altuna, un personaje frágil y atormentado por el
que el lector pronto sentirá simpatía frente a la incomprensión social que
padece.
El autor, fiel a un estilo
de dibujo personalísimo basado en figuras distorsionadas y expresivas, escorzos complejos y detalladísimas localizaciones urbanas unido a un sentido de la narración que crece obra a obra para generar una
medida incomodidad al lector, construye en “El Duelo” un cómic inteligente, sutil
y profundo en el que, más allá de la sonrisa superficial que puedan provocar las
tribulaciones de Altuna, reclama la implicación del lector para enfrentar una
realidad tan inaprensible e inmensa como es la aceptación de la muerte de un
ser querido no renunciando a la carga crítica hacia la incomprensión social del
protagonista. Hernández se mueve entre la acidez ,la ternura y un
existencialismo pesimista que refleja la incomprensión de las convenciones de
un mundo del que se presenta como observador desencantado.
Es posible que tras leer “El
Duelo”, el lector no encuentre respuestas a las trascendentes cuestiones
planteadas, pero tras el descarnado análisis de nuestro absurdo cotidiano
enfrentará este al menos con una sonrisa. No es poco.
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