Tras la sorpresa que supuso “La rebelión de Hop-Frog”, el primer álbum de “Las aventuras de Hiram Lowatt y Plácido”, estábamos prevenidos ante la creatividad desplegada por el tandem creativo compuesto por David B. y Christophe Blain en su reinvención del Far West y esperábamos impacientes este segundo álbum. Y, en cierto modo, “Los ogros” no es un álbum tan original y sorprendente como aquél pero solo hasta cierto punto porque en otros aspectos lo supera .
El periodista Hiram Lowatt y su amigo el jefe de los Tonkawas, el taciturno Placido, acuden a una remota región del Yukon a dar un ciclo de conferencias. Allí son recibidos por el juez local quién les advierte de la seria amenaza de una tribu de indios, Los Cazadores de Fieras, que se atreven a asaltar a los blancos incluso en los núcleos urbanos. Sin embargo, Lowatt y Plácido pronto empezarán a desentrañar el misterio que guardan los imponentes y terroríficos lugareños que viven en los imponentes bosques del Yukon.
Como decía, “Los ogros” quizás no es un álbum que tenga las dosis de sorpresa que pudo producir la anterior entrega pero lo compensa con la excelente historia pergeñada por David B para construir un cuento gótico de terror más cercano al expresionismo alemán que a las convenciones del género western “Los ogros” es una historia de intriga y misterio sobre la condición humana en una curiosa mezcolanza de referencias que van desde un cuento gótico europeo como “La Bella y la Bestia” a las novelas de Jack London o Arthur Conan Doyle, punto de partida del que se sirve David B. para entretener al lector al tiempo al que orprende con las conexiones extrañas y desconcertantes que es capaz de imaginar .
A pesar de lo atractivo de esas premisas, el álbum se quedaría en poca cosa sin el talento gráfico desplegado por un Christophe Blain que convierte la tétrica ambientación de la obra a partir de tonos oscuros y trazos enérgicos y económicos en el verdadero hilo conductor del relato dando un giro de trescientos sesenta grados a la presentación estética de “La rebelión de Hop Frog” en la que los colores vivos e intensos aplicados directamente poca relación tienen con “Los Ogros”. Esa cuidada ambientación refuerza la caracterización de unos personajes hábilmente presentados aun cuando pueda parecer a primera vista que el estilo de Blain naif y descuidado no sea el más adecuado para una historia de terror. Sin embargo, conforme avanza, el discurso narrativo va ganando en intensidad y obliga a la imaginación del lector a rellenar con sus propios miedos las sombras que se esconden en lo más profundo del bosque logrando que poco a poco logre asuma el juego propuesto por el autor y se deje sobrecoger por su relato.
“Los Ogros” es un álbum intenso y emocionante que en su desarrollo recuerda más a las pautas de una tragedia operística que a las habituales y tópicas convenciones del Western capaz de sorprender al más descreído lector, y aunque es una lástima que la asociación David B.-Christophe Blain no siguiera ofreciendo nuevas obras ya que se trata de dos autores que se entienden a las mil maravillas resultando perfectamente complementarios los dos álbumes que componen esta serie se me antojan capitales para entender su posterior evolución pues muchos de los hallazgos estilísticos con los que Blain nos sorprendió en “Isaac, el pirata” ya se pueden encontrar en su plenitud en estos álbumes. En mi opinión, unos tebeos imprescindibles.
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