La Cúpula acaba de reeditar hace poco este estupendo cómic del gran Charles Burns en una edición que a mí personalmente no me ha gustado por diversos motivos que expondré más adelante. Con todo, toda excusa es buena para releer y comentar cualquier obra de Burns, que es una de las debilidades del que esto suscribe.
Bajo el título de “El Borbah” se recopila un conjunto de cinco historias de extensión variable que Burns realizara para su publicación en la revista RAW a principios de los ochenta protagonizadas por un enorme, grotesco y malhablado luchador enmascarado, fumador empedernido y aficionado a la comida mexicana, que ejerce de investigador privado en los más bizarros y sorprendentes casos. Aunque Burns se inspiró en la fascinación que los combates de lucha le producían desde su infancia logró una obra con personalidad propia, ecléctica e inclasificable que encierra ya muchas de sus notas características que aparecerán más desarrolladas en su obra posterior.
A partir de una narración sencilla y muy convencional, Burns subvierte formulas y clichés clásicas del género negro contraponiéndolos con El Borbah, un protagonista atípico, excesivo e irreal, una especie de antisuperhéroe que sale triunfante de cualquier entuerto y que se engloba en una tradición que se remonta al “Thimble Theatre” de Ségar, del que se sirve como vehículo para mostrarnos un hipnótico escenario urbano cuya raíz estética reúne una ambientación angustiosa clásica propia de los años cincuenta que aúna elementos de ciencia ficción y terror emparentados directamente con las películas de serie B y Z junto a los comic books de superhéroes y EC para describir un mundo en que la monstruosidad y lo grotesco se muestran con naturalidad, sin obviar guiños tan aparentemente fuera de contexto como a la obra de Herge. En ese escenario alucinado y decadente se mueven los personajes característicos de Burns, monstruos solitarios, tristes y confusos que demandan la complicidad del lector para recuperar una humanidad que se refleja en sus motivaciones a través de sus aspiraciones y temores -reproducirse, escapar a la muerte, amor, venganza...- que se contraponen con la conducta del brutal Borbah que en su simplicidad materialista no les entiende y sólo logra pírricas victorias en sus investigaciones. Burns no tiene empacho para incorporar en su realidad deformada astillitas de crítica social a través de lo que es un negrísimo y desencantado análisis metafórico para denunciar el abuso de las multinacionales y los poderosos que acaban finalmente saliendo indemnes de sus conspiraciones sin que los individuos encarnados en el enmascarado e incorruptible El Borbah podamos hacer más que encogernos de hombros tras un cigarrillo y una cerveza.
En cuanto a la edición, no entiendo la decisión de La Cúpula de recuperar esta obra de Burns en un formato similar al de los “absolute” y presentarla como definitiva. La tapa dura y el aumento la calidad del papel y el tamaño de reproducción no beneficia necesariamente la presentación de una obra cuya naturaleza anticonvencional está ideada para su reproducción en un formato desechable, popular y económico, eliminándose incluso los artículos del propio Burns que aparecían en ediciones anteriores. Doctores tiene la Iglesia pero no creo que este sea el medio para presentar a nuevos lectores una obra de estas características.
Bajo el título de “El Borbah” se recopila un conjunto de cinco historias de extensión variable que Burns realizara para su publicación en la revista RAW a principios de los ochenta protagonizadas por un enorme, grotesco y malhablado luchador enmascarado, fumador empedernido y aficionado a la comida mexicana, que ejerce de investigador privado en los más bizarros y sorprendentes casos. Aunque Burns se inspiró en la fascinación que los combates de lucha le producían desde su infancia logró una obra con personalidad propia, ecléctica e inclasificable que encierra ya muchas de sus notas características que aparecerán más desarrolladas en su obra posterior.
A partir de una narración sencilla y muy convencional, Burns subvierte formulas y clichés clásicas del género negro contraponiéndolos con El Borbah, un protagonista atípico, excesivo e irreal, una especie de antisuperhéroe que sale triunfante de cualquier entuerto y que se engloba en una tradición que se remonta al “Thimble Theatre” de Ségar, del que se sirve como vehículo para mostrarnos un hipnótico escenario urbano cuya raíz estética reúne una ambientación angustiosa clásica propia de los años cincuenta que aúna elementos de ciencia ficción y terror emparentados directamente con las películas de serie B y Z junto a los comic books de superhéroes y EC para describir un mundo en que la monstruosidad y lo grotesco se muestran con naturalidad, sin obviar guiños tan aparentemente fuera de contexto como a la obra de Herge. En ese escenario alucinado y decadente se mueven los personajes característicos de Burns, monstruos solitarios, tristes y confusos que demandan la complicidad del lector para recuperar una humanidad que se refleja en sus motivaciones a través de sus aspiraciones y temores -reproducirse, escapar a la muerte, amor, venganza...- que se contraponen con la conducta del brutal Borbah que en su simplicidad materialista no les entiende y sólo logra pírricas victorias en sus investigaciones. Burns no tiene empacho para incorporar en su realidad deformada astillitas de crítica social a través de lo que es un negrísimo y desencantado análisis metafórico para denunciar el abuso de las multinacionales y los poderosos que acaban finalmente saliendo indemnes de sus conspiraciones sin que los individuos encarnados en el enmascarado e incorruptible El Borbah podamos hacer más que encogernos de hombros tras un cigarrillo y una cerveza.
En cuanto a la edición, no entiendo la decisión de La Cúpula de recuperar esta obra de Burns en un formato similar al de los “absolute” y presentarla como definitiva. La tapa dura y el aumento la calidad del papel y el tamaño de reproducción no beneficia necesariamente la presentación de una obra cuya naturaleza anticonvencional está ideada para su reproducción en un formato desechable, popular y económico, eliminándose incluso los artículos del propio Burns que aparecían en ediciones anteriores. Doctores tiene la Iglesia pero no creo que este sea el medio para presentar a nuevos lectores una obra de estas características.
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