En estos números que aparecen en este arco, nos encontramos con un Hundred al que se le aparecen fantasmas de antiguos esclavos, una “”sui generis” supervillana, Problema, obsesionada con La Gran Máquina, el alter ego del Alcalde, que amenaza con arruinar la convención del Partido Republicano a celebrar en Nueva York y un nuevo episodio en el que el alcalde recuerda los hechos que le motivaron a convertirse en superhéroe cierta noche de Halloween en que se vio envuelto en un atraco. Todo muy variado.
Lo primero de todo, Brian K. Vaughan es un guionista al que hay que pedirle más porque en series como "Y, el último hombre" ya demostró que no le falta talento pero al que en "Ex Machina" se nota desde hace varios números que en esta serie trabaja con el piloto automático puesto lo que es evidente para cualquiera que siga la trayectoria de una serie que es la más ambiciosa que ha afrontado hasta el momento. Sí, en este arco argumental hay buenos momentos puntuales, brillantes diálogos y personajes complejos y bien construidos (los habituales de la serie porque los que aparecen por vez primera resultan bastante tontos), sin embargo, Vaughan lleva demasiado tiempo repitiendo de manera maquinal la misma fórmula los arcos de varios de números con lo que la serie se ha vuelto predecible a pesar de lo interesante de las premisas iniciales. Esta fórmula magistral, con la que Vaughan está sacando adelante la colección vuelve a aparecer en el arco “Juego Sucio” (episodios 36 a 39) y se puede enunciar del siguiente modo: presentación de un personaje con matices superheroicos con ecos del pasado del protagonista + una problemática social o política del presente del protagonista que le quita el sueño al ilustrísimo + clímax ramplón entre ambas tramas que se cruzan = resolución decepcionante y a otra cosa mariposa. Es cierto que Vaughan anda sembrando para recoger en el futuro pero de momento, salvo curiosamente los números autoconclusivos que suelen estar bien resueltos, todo es bastante cansino y rutinario con resoluciones bastante pobres a historias que podrían dar más juego y sólo el hecho de que la periodicidad sea prácticamente de un tomo al año y lo inteligente de sus diálogos (un punto pedantes también hay que decirlo pero a mí me encantan) permite que continue comprando la serie.
En el apartado gráfico, más de lo mismo. Tony Harris, cuyo estilo es un híbrido a medio camino entre Steve Dillon y Bryan Hitch, se muestra tan cumplidor como siempre pero su dibujo impersonal y aburrido, se limita a cumplir y no saca todo el partido que podría a las situaciones ideadas por Vaughan, destacando sobre todo en la composición de algunas páginas que rompen la rutina habitual y resultan bastante chulas y en las portadas que aparecen reproducidas en el tomo. Me ha gustado más el número dibujado por el glacial John Paul Leon, que acierta a la hora de recrear una atmósfera oscura y opresiva con cierto aire a Mazzuchelli que contrasta con el supuestamente alegre día de Halloween.
En definitiva, que la octava entrega de “Ex Machina” mejora la anterior aunque no tanto como para animar a nadie a que busque los atrasados si no se sigue la serie desde el inicio. Si Vaughan es capaz en los próximos números de centrarse en su vertiente de guionista de cómics y olvidarse de las series de televisión la cosa puede volverse realmente interesante. Yo le doy un voto de confianza.
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