Andaba yo con la mosca detrás de la oreja con la última novela de Paul Auster (“El palacio de la luna”, “Trilogía de Nueva York”) que llevaba durmiendo en una estantería el sueño de los justos desde hace un añito tras las numerosas críticas negativas leídas en diferentes medios. Sin embargo, tras su lectura, creo que no son del todo justificadas.
La novela nos narra un día de la existencia en la vida de Mr Blank, un anciano amnésico recluido en una habitación, a la que no recuerda cómo ha llegado ni qué hace allí. Blank recibe los cuidados de una serie de personajes que van visitándole a lo largo del día y a través de los cuáles intenta rellenar los huecos en su memoria al tiempo que se entretiene leyendo un cuento de ciencia ficción sin terminar que se encuentra sobre el escritorio.
Bajo la apariencia superficial de un cuento no excesivamente elaborado, Auster plantea en esta nueva obra alguno de los dilemas más importantes a los que se ha enfrentado el ser humano desde la antigüedad. ¿Quién soy? ¿Adónde voy? y ¿de dónde vengo? Son las preguntas que Auster formula al lector y a las que él da una respuesta parcial al final de la obra a través de un artificio metaliterario de los que tanto abundan en su obra y en la que se posiciona como defensor de la literatura y la ficción frente a los interrogantes cotidianos de la realidad.
La novela de Auster bajo su aparente simplicidad formal esconde una complejidad de ideas apabullante y resume en buena medida lo que ha sido la obra del autor hasta el momento. Sin embargo, para aquéllos lectores que busquen una lectura evasiva y superficial puede resultar decepcionante. En este relato no nos encontramos con los atractivos personajes marca de la casa… o sí, porque los lectores habituales de las novelas de Auster se reencontrarán en ”Viajes por el scriptorium” con algunos de los personajes aparecidos en anteriores novelas con lo que se refuerza la sensación de ser una obra pensada para un público iniciado o un “especial de Navidad” como alguien ha escrito,
El único personaje novedoso es el protagonista, Blank (Blanco, Nadie), un viejo escritor acabado, Blank, tan indefenso al capricho de los personajes que le van visitando como el propio lector, que devora la novela para encontrar las respuestas a los enigmas que se le plantean al igual que Blank devora su cuento como un medio para evadirse de la cruda realidad en uno de los muchos juegos planteados por el tahúr Auster. El personaje de Blank se encuentra en un estado de indefensión absoluta, indefenso ante el mundo y los visitantes que van desfilando por su habitación, personajes ambiguos y que ofrecen pistas contradictorias acerca de las razones y el objeto del confinamiento de éste en su habitación. Blank sólo encuentra remedio para su total distanciamiento del mundo en la lectura de una obra inacabada que decide terminar. Sin embargo, hasta este acto de creación no será más que un alivio engañoso…
Auster plantea como es habitual en él un ejercicio metaliterario interesante en el que se encontrarán, como en otras de sus obras, ecos –lejanos- de Kafka en lo que no deja de ser su particular revisión del mito de la caverna. Si no han leído antes alguna obra de Auster les recomiendo que no empiecen por aquí y busquen a lo largo de su dilatada obra una más accesible (“La Trilogía de Nueva York”, por ejemplo) y dejen está para más adelante, y si son admiradores del de Brooklyn lean atentos para entender el críptico mensaje del autor más allá de sus falsas pistas y juegos.
La novela nos narra un día de la existencia en la vida de Mr Blank, un anciano amnésico recluido en una habitación, a la que no recuerda cómo ha llegado ni qué hace allí. Blank recibe los cuidados de una serie de personajes que van visitándole a lo largo del día y a través de los cuáles intenta rellenar los huecos en su memoria al tiempo que se entretiene leyendo un cuento de ciencia ficción sin terminar que se encuentra sobre el escritorio.
Bajo la apariencia superficial de un cuento no excesivamente elaborado, Auster plantea en esta nueva obra alguno de los dilemas más importantes a los que se ha enfrentado el ser humano desde la antigüedad. ¿Quién soy? ¿Adónde voy? y ¿de dónde vengo? Son las preguntas que Auster formula al lector y a las que él da una respuesta parcial al final de la obra a través de un artificio metaliterario de los que tanto abundan en su obra y en la que se posiciona como defensor de la literatura y la ficción frente a los interrogantes cotidianos de la realidad.
La novela de Auster bajo su aparente simplicidad formal esconde una complejidad de ideas apabullante y resume en buena medida lo que ha sido la obra del autor hasta el momento. Sin embargo, para aquéllos lectores que busquen una lectura evasiva y superficial puede resultar decepcionante. En este relato no nos encontramos con los atractivos personajes marca de la casa… o sí, porque los lectores habituales de las novelas de Auster se reencontrarán en ”Viajes por el scriptorium” con algunos de los personajes aparecidos en anteriores novelas con lo que se refuerza la sensación de ser una obra pensada para un público iniciado o un “especial de Navidad” como alguien ha escrito,
El único personaje novedoso es el protagonista, Blank (Blanco, Nadie), un viejo escritor acabado, Blank, tan indefenso al capricho de los personajes que le van visitando como el propio lector, que devora la novela para encontrar las respuestas a los enigmas que se le plantean al igual que Blank devora su cuento como un medio para evadirse de la cruda realidad en uno de los muchos juegos planteados por el tahúr Auster. El personaje de Blank se encuentra en un estado de indefensión absoluta, indefenso ante el mundo y los visitantes que van desfilando por su habitación, personajes ambiguos y que ofrecen pistas contradictorias acerca de las razones y el objeto del confinamiento de éste en su habitación. Blank sólo encuentra remedio para su total distanciamiento del mundo en la lectura de una obra inacabada que decide terminar. Sin embargo, hasta este acto de creación no será más que un alivio engañoso…
Auster plantea como es habitual en él un ejercicio metaliterario interesante en el que se encontrarán, como en otras de sus obras, ecos –lejanos- de Kafka en lo que no deja de ser su particular revisión del mito de la caverna. Si no han leído antes alguna obra de Auster les recomiendo que no empiecen por aquí y busquen a lo largo de su dilatada obra una más accesible (“La Trilogía de Nueva York”, por ejemplo) y dejen está para más adelante, y si son admiradores del de Brooklyn lean atentos para entender el críptico mensaje del autor más allá de sus falsas pistas y juegos.
2 comentarios:
Una corrección... "Pulp" es una obra escrita por Charles Bukowski.
Corregido, amigo anónimo, me confundí con "Leviatán". ;-D
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