Si tengo un manga favorito por encima de todos este, sin duda, es “El Lobo Solitario y su Cachorro”, el que por muchos es considerado el manga más conocido en Occidente (salvando, quizás, “Akira” de Katsuhiro Otomo) y que en España no pudimos disfrutar hasta que hace unos tres años Planeta publicó la obra completa en una económica edición de veinte volúmenes, cada uno de más de 400 páginas, lo que puede dar una idea de la enormidad de una obra que tiene – si no lo es ya – todas las condiciones para convertirse en un clásico, no sólo por sus notables influencias en algún más que consagrado maestro del cómic occidental, como Frank Miller (échenle un ojo a su “Daredevil” o su “Ronin”, por poner sólo un par de ejemplos), autores menos reconocidos como Max Allan Collins y su “Camino de Perdición” o el cine, con el inefable Quentin Tarantino ("Reservoir Dogs", "Kill Bill vol 1 y 2"), la adaptación cinematográfica de “Camino de Perdición” de Sam Mendes como abanderados más siete película en Japón basadas directamente en el cómic.
Pero no sólo resulta interesante comprobar la influencia que ha tenido esta obra en diversos autores, sino también investigar los referentes que Kazuo Koike ("Asa, el ejecutor", "Crying Freeman") y Goseki Kojima ("Asa, el Ejecutor") usaron para lograr una obra redonda. Referentes obvios algunos, como las películas de samurais de Akira Kurosawa (“Los siete samuráis”, “Yojimbo”) o Hiroshi Inagaki (“Samurai”, “47 Ronin”) que se percibe directamente en el enorme parecido entre Itto Ogami y el actor fetiche de ambos , Toshiro Mifune, u otros clásicos del “chambara”, género cinematográfico netamente japonés, que había alcanzado su cenit sólo unos pocos años antes, con algunas de las películas referidas como máximos exponentes, y más sutiles como “westerns” clásicos (no tan sutil teniendo en cuenta la constante corriente de enriquecimiento mutuo que ha existido siempre entre “western” y “chambara”, por otro lado) como la excelente “Raíces Profundas” de George Stevens. Sin embargo, Koike y Kojima, asumiendo todas esas referencias, lograron dar una profundidad y una riqueza de lecturas a “El Lobo…” que la convierte en una obra maestra del noveno arte (ojo, que hay pocas).
Porque “El Lobo…” siendo netamente una obra de género escapa de todos los géneros. Por un lado, es un manga histórico ambientado en el Japón feudal de los shoguns, pero en lugar de dar una referencia histórica exacta para contextualizar la historia Koike prefiere centrarse en la ambientación de la época, haciendo un itinerario detallado y cuidado de oficios, clases, filosofías y religiones que poblaban y enriquecían el Japón feudal del período Edo, con lo que cada episodio supone una nueva lección para el lector (occidental) que quiera acercarse a la historia del país, más allá del interés que puedan tener los interminables duelos que se producen a lo largo de la serie. Por otro lado, es la relación de un padre y un hijo, Itto Ogami y Daigoro, que va evolucionando conforme avanza y se desarrolla la historia, vista, casi siempre, desde la perspectiva de un niño de tres años (va creciendo conforme la serie avanza, lo que no deja de ser otro detalle a señalar la cuidada continuidad de los autores) que evoluciona desde la admiración ciega del inicio en que Itto es su única referencia hasta la “madurez” y perspectiva que adquiere conforme va asumiendo y comprendiendo las cargas y compromisos al que el bushido les somete. Y es, además, la historia de una venganza la que les lleva a ambos a tomar el “camino del Infierno”, convertirse en ronins para terminar con el poderoso clan Yagyú, quienes provocaron la caída en desgracia de Itto para quitarle su influyente puesto de Kaishakunin imperial (asistente del “seppuku” de nobles y samuráis) y en la consiguiente matanza de su familia de la que el único superviviente fue Daigoro. Gracias a ese “camino del Infierno”, a través de una inteligente estructura de “road movie” flexible (como en todo cómic comercial, las ventas mandan), los distintos episodios suelen estar dotados de coherencia interna propia al tiempo que enriquecen la continuidad de la historia principal a través de elegantes élipsis narrativas. Sin embargo, al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los mangas, el final de “El lobo…” es uno de los más impactantes y dramáticos que se han escrito jamás en un cómic, prueba una vez más de la enorme maestría de estos autores.
Partiendo en ocasiones del estudio de grabadores japoneses como Katshushika Hokusai o Utagawa Hiroshige el dibujo detallado de Kojima lleno de matices sabe adecuarse perfectamente al “tempo” de la historia dosificando perfectamente su narrativa las pausas dramáticas, como acelerándose y volviéndose violento y emborronado (sobre todo debido a la discreta reproducción de Planeta) para remarcar el dinamismo de las secuencias de acción.
En definitiva, un cómic espléndido y único que sobresale por encima de cualquier imitación. Si tienen oportunidad, no lo dejen pasar.
Pero no sólo resulta interesante comprobar la influencia que ha tenido esta obra en diversos autores, sino también investigar los referentes que Kazuo Koike ("Asa, el ejecutor", "Crying Freeman") y Goseki Kojima ("Asa, el Ejecutor") usaron para lograr una obra redonda. Referentes obvios algunos, como las películas de samurais de Akira Kurosawa (“Los siete samuráis”, “Yojimbo”) o Hiroshi Inagaki (“Samurai”, “47 Ronin”) que se percibe directamente en el enorme parecido entre Itto Ogami y el actor fetiche de ambos , Toshiro Mifune, u otros clásicos del “chambara”, género cinematográfico netamente japonés, que había alcanzado su cenit sólo unos pocos años antes, con algunas de las películas referidas como máximos exponentes, y más sutiles como “westerns” clásicos (no tan sutil teniendo en cuenta la constante corriente de enriquecimiento mutuo que ha existido siempre entre “western” y “chambara”, por otro lado) como la excelente “Raíces Profundas” de George Stevens. Sin embargo, Koike y Kojima, asumiendo todas esas referencias, lograron dar una profundidad y una riqueza de lecturas a “El Lobo…” que la convierte en una obra maestra del noveno arte (ojo, que hay pocas).
Porque “El Lobo…” siendo netamente una obra de género escapa de todos los géneros. Por un lado, es un manga histórico ambientado en el Japón feudal de los shoguns, pero en lugar de dar una referencia histórica exacta para contextualizar la historia Koike prefiere centrarse en la ambientación de la época, haciendo un itinerario detallado y cuidado de oficios, clases, filosofías y religiones que poblaban y enriquecían el Japón feudal del período Edo, con lo que cada episodio supone una nueva lección para el lector (occidental) que quiera acercarse a la historia del país, más allá del interés que puedan tener los interminables duelos que se producen a lo largo de la serie. Por otro lado, es la relación de un padre y un hijo, Itto Ogami y Daigoro, que va evolucionando conforme avanza y se desarrolla la historia, vista, casi siempre, desde la perspectiva de un niño de tres años (va creciendo conforme la serie avanza, lo que no deja de ser otro detalle a señalar la cuidada continuidad de los autores) que evoluciona desde la admiración ciega del inicio en que Itto es su única referencia hasta la “madurez” y perspectiva que adquiere conforme va asumiendo y comprendiendo las cargas y compromisos al que el bushido les somete. Y es, además, la historia de una venganza la que les lleva a ambos a tomar el “camino del Infierno”, convertirse en ronins para terminar con el poderoso clan Yagyú, quienes provocaron la caída en desgracia de Itto para quitarle su influyente puesto de Kaishakunin imperial (asistente del “seppuku” de nobles y samuráis) y en la consiguiente matanza de su familia de la que el único superviviente fue Daigoro. Gracias a ese “camino del Infierno”, a través de una inteligente estructura de “road movie” flexible (como en todo cómic comercial, las ventas mandan), los distintos episodios suelen estar dotados de coherencia interna propia al tiempo que enriquecen la continuidad de la historia principal a través de elegantes élipsis narrativas. Sin embargo, al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los mangas, el final de “El lobo…” es uno de los más impactantes y dramáticos que se han escrito jamás en un cómic, prueba una vez más de la enorme maestría de estos autores.
Partiendo en ocasiones del estudio de grabadores japoneses como Katshushika Hokusai o Utagawa Hiroshige el dibujo detallado de Kojima lleno de matices sabe adecuarse perfectamente al “tempo” de la historia dosificando perfectamente su narrativa las pausas dramáticas, como acelerándose y volviéndose violento y emborronado (sobre todo debido a la discreta reproducción de Planeta) para remarcar el dinamismo de las secuencias de acción.
En definitiva, un cómic espléndido y único que sobresale por encima de cualquier imitación. Si tienen oportunidad, no lo dejen pasar.
3 comentarios:
Eres un hacha, PAblo: qué bien, pero qué bien explicadito todo!!
Me encanta este Lobo y, casi a la misma altura -para mí- está Asa, anterior en el tiempo y con matices diferentes, pero con la calidad que anticipaba ya esta pareja.
Besitos
Todavía no he leído Asa, Mar. Cuando caiga ya te contaré algo...;-D
Besitos.
Pues eso sí que no!
Ya estás tardando...
;-D
Besitos más
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