Lo ha vuelto a hacer. Es lo primero que se me ocurrió tras leer el último álbum de Carlos Giménez , publicado por Glénat, y con el que inicia nueva serie ambientada en los años de la Guerra Civil.
La Guerra Civil y, sobre todo, la posguerra ha sido y es un tema explotado hasta la extenuación por muchos autores en el cine y la literatura pero muy pocos han sabido imprimirle tanta “verdad”, sensibilidad y crudeza como Carlos Giménez en sus grades series en Cómic -para los que se empeñan en seguir diciendo que este es un “arte menor”-, “Barrio” y, sobre todo, “Paracuellos”. Por ello, no deja de ser una buena noticia que Giménez haya decidido acercarse directamente a la época de la Guerra Civil y cerrar de algún modo el ciclo iniciado hace ya tantos años con “Paracuellos”. Más, si cabe, cuando demuestra que el tiempo no pasa por él y es capaz de construir una obra solvente y moderna en lo narrativo, con algunas soluciones sobresalientes, sin abandonar en absoluto su personalísimo estilo.
En este álbum construye a través de una serie de pequeños episodios de extensión variable un recorrido a través de la barbarie de la sinrazón que supone una guerra fratricida, como fue la española, para los no combatientes de los dos bandos, centrándose en los abusos que se dieron en ambos bandos en los primeros meses tras el fracaso del golpe de estado que dividió España en dos mitades enfrentadas en las que se encontraban atrapados miles de simpatizantes de uno y otro bando y en el que las purgas, los “paseos” y los abusos por razones muchas veces ajenas a los intereses bélicos y siempre por motivos bastardos dieron lugar a miles y miles de asesinatos a sangre fría. Giménez, que a lo largo de su carrera, si algo ha demostrado es que domina como pocos la capacidad para pasar de la ingenuidad pueril y la felicidad costumbrista al choque más dramático con la crueldad en sus diversas formas ambienta su trabajo en dos localizaciones geográficas diversas, por un lado el Madrid republicano y por otro la Zamora dominada por los sublevados y en ellos sitúa a sus personajes para hacerlos víctimas de los desmanes del hombre. Giménez evoluciona en sutileza y es capaz de narrar varias historias en paralelo dotándolas de continuidad a través del mantenimiento de los mismos personajes en diversos capítulos a lo largo de todo el álbum y jugando hábilmente con los lápsus temporales usando como nexo entre historias (o capítulos) viñetas mudas cargadas de dramatismo en la que muestra a las víctimas de las ejecuciones .y alterna el protagonismo de las localizaciones para connotar la culpabilidad de los dos bandos en la barbarie generada por la guerra y dejar constancia que las verdaderas víctimas en el conflicto no fueron sólo los muertos, que cierran como un epílogo silencioso y siniestro la mayoría de las historias, sino también sus familiares y amigos atrapados en una realidad que les supera. Giménez pasa a lo largo del álbum de lo general a lo concreto con una sabiduría que sólo los años de oficio pueden dar, algo que queda especialmente en evidencia en la historia de Mateo y su mujer en la que implica al lector en unos hechos cuyo desenlace ya conoce de una manera tan hábil que debería ser asignatura obligatoria para todo aquél que quiera contar historias en viñetas. También es de resaltar el autocontrol mostrado por Giménez, cuyo posicionamiento político es de dominio público, a la hora de no intentar tomar partido por ninguna de las partes y centrarse en la crueldad de los hechos, dejando al lector libertad para sacar sus propias conclusiones pero sin ocultar sus propias opiniones, reflejadas a través del personaje de Marcelino, común denominador de las historias que transcurren en el lado republicano y que muestra la sensatez del hombre de a pie frente a los acontecimientos que le ha tocado vivir.
En fin, Giménez lo ha vuelto a hacer: ha creado una historia en la que perderse durante horas disfrutando de la habilidad de un autor único que desde una aparente simplicidad construye obras de una complejidad enorme y meditar acerca de unos hechos que nunca deberían repetirse. Compra obligada.
La Guerra Civil y, sobre todo, la posguerra ha sido y es un tema explotado hasta la extenuación por muchos autores en el cine y la literatura pero muy pocos han sabido imprimirle tanta “verdad”, sensibilidad y crudeza como Carlos Giménez en sus grades series en Cómic -para los que se empeñan en seguir diciendo que este es un “arte menor”-, “Barrio” y, sobre todo, “Paracuellos”. Por ello, no deja de ser una buena noticia que Giménez haya decidido acercarse directamente a la época de la Guerra Civil y cerrar de algún modo el ciclo iniciado hace ya tantos años con “Paracuellos”. Más, si cabe, cuando demuestra que el tiempo no pasa por él y es capaz de construir una obra solvente y moderna en lo narrativo, con algunas soluciones sobresalientes, sin abandonar en absoluto su personalísimo estilo.
En este álbum construye a través de una serie de pequeños episodios de extensión variable un recorrido a través de la barbarie de la sinrazón que supone una guerra fratricida, como fue la española, para los no combatientes de los dos bandos, centrándose en los abusos que se dieron en ambos bandos en los primeros meses tras el fracaso del golpe de estado que dividió España en dos mitades enfrentadas en las que se encontraban atrapados miles de simpatizantes de uno y otro bando y en el que las purgas, los “paseos” y los abusos por razones muchas veces ajenas a los intereses bélicos y siempre por motivos bastardos dieron lugar a miles y miles de asesinatos a sangre fría. Giménez, que a lo largo de su carrera, si algo ha demostrado es que domina como pocos la capacidad para pasar de la ingenuidad pueril y la felicidad costumbrista al choque más dramático con la crueldad en sus diversas formas ambienta su trabajo en dos localizaciones geográficas diversas, por un lado el Madrid republicano y por otro la Zamora dominada por los sublevados y en ellos sitúa a sus personajes para hacerlos víctimas de los desmanes del hombre. Giménez evoluciona en sutileza y es capaz de narrar varias historias en paralelo dotándolas de continuidad a través del mantenimiento de los mismos personajes en diversos capítulos a lo largo de todo el álbum y jugando hábilmente con los lápsus temporales usando como nexo entre historias (o capítulos) viñetas mudas cargadas de dramatismo en la que muestra a las víctimas de las ejecuciones .y alterna el protagonismo de las localizaciones para connotar la culpabilidad de los dos bandos en la barbarie generada por la guerra y dejar constancia que las verdaderas víctimas en el conflicto no fueron sólo los muertos, que cierran como un epílogo silencioso y siniestro la mayoría de las historias, sino también sus familiares y amigos atrapados en una realidad que les supera. Giménez pasa a lo largo del álbum de lo general a lo concreto con una sabiduría que sólo los años de oficio pueden dar, algo que queda especialmente en evidencia en la historia de Mateo y su mujer en la que implica al lector en unos hechos cuyo desenlace ya conoce de una manera tan hábil que debería ser asignatura obligatoria para todo aquél que quiera contar historias en viñetas. También es de resaltar el autocontrol mostrado por Giménez, cuyo posicionamiento político es de dominio público, a la hora de no intentar tomar partido por ninguna de las partes y centrarse en la crueldad de los hechos, dejando al lector libertad para sacar sus propias conclusiones pero sin ocultar sus propias opiniones, reflejadas a través del personaje de Marcelino, común denominador de las historias que transcurren en el lado republicano y que muestra la sensatez del hombre de a pie frente a los acontecimientos que le ha tocado vivir.
En fin, Giménez lo ha vuelto a hacer: ha creado una historia en la que perderse durante horas disfrutando de la habilidad de un autor único que desde una aparente simplicidad construye obras de una complejidad enorme y meditar acerca de unos hechos que nunca deberían repetirse. Compra obligada.
Otras obras de Carlos Giménez en "El lector impaciente" aquí.
5 comentarios:
Ahí lo tengo, en lo que empezó siendo una pequeña pila y que, entre idas y venidas en metro, ha descendido a ritmo de vértigo...
Besitos
Yo, como no pude ir, no lo tengo todavía... Y el caso es que le tengo ganas, mira. A pesar de que el Giménez de los últimos años a mí no me acaba de convencer...
¡ Qué suerte, Mar! Yo cada vez que vengo del Metro veo la mía más grande. Es lo malo de no tener demasiado tiempo para nada...
Saludos, sr. Naranjo. A mí sí me gusta el último Giménez, sobre todo aquel en el que se aprecía una evolución desde "Barrio 2" y este álbum también tiene algo de eso. De todos modos, creo que casi todas las obras de este hombre están por encima de la media.
Pues yo lo tengo firmadito, con dedicatoria hecha a través de las "gafas BIfocales" más interesantes que he visto en años...
¿Cómo es posible que aumente, si eres una máquina de leer? :-D
Besitos
P.d. Qué caros os hacéis de ver, ambos dos!! ;-)
¿Por qué compró más de lo que me da tiempo a leer? De todos modos, no me agobio. Intento ir a mi ritmo.
A propósito, yo también lo tengo firmado. Una de las razones para ir a los Expocómic es ver si logro dar con Giménez en un "día tonto" y lograr que me haga un dibujito aparte de una dedicatoria, pero de momento no he tenido suerte. :-(
Besitos.
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