Leído el último tomo de “20th Century Boys” se confirma que Naoki Urasawa es un excelente guionista a la hora de mantener la tensión, la acción y retratar personajes a lo largo de meses y meses pero, llegado el momento de finalizar la historia, es incapaz de hacerlo de una manera acorde a la calidad de las tramas que desarrolla. Ya le pasó con su anterior gran éxito publicado en España, “Monster” (de la que ya hablaré otro día más detalladamente), donde el absorbente enfrentamiento entre Johan y el doctor Tenna se resolvió de una manera decepcionante para una gran parte de los seguidores de la colección y ha vuelto a repetir si cabe con todavía peor fortuna con la serie que hoy nos ocupa. El final de “20th Century Boys” resulta todavía más precipitado y lamentable con el agravante que “20th Century Boys” había perdido el rumbo hacía tiempo y sólo la habilidad del autor para sostener tramas entretenidas justificaba la obra. En este sentido, Urasawa me recuerda mucho, y salvando las distancias, a Chris Claremont, el gran revitalizador de la Patrulla X (X-Men, para los modernos y cinéfilos), un guionista capaz de desarrollar extraordinarias tramas y personajes pero que dejaba abiertas más incógnitas de las que resolvía en un constante salto adelante que al cabo de los años –bastantes- acabó pasando factura a la serie y le costó, aparte de por otros motivos, el puesto. Pero vamos por partes.
“20th Century Boys” nos narra a lo largo de 22 volúmenes publicados por Planeta las peripecias de Kenji , sus amigos y familiares a lo largo de varios períodos de su vida. Desde su infancia, en la que, junto con otros niños influidos por el manga, los anime y las películas de monstruos del momento, inventaron como un juego un plan detallado para destruir Tokyo, hacerse con el poder en Japón y, en último extremo, destruir el mundo, hasta, pasado el tiempo, y ya adultos, cada uno con su vida y problemas, cuando los viejos amigos se reúnen de nuevo al comprobar Kenji que los puntos de su plan infantil se están cumpliendo sin errores y que es posible que Amigo, el líder de una secta de creciente influencia, sea uno de sus antiguos compañeros de juegos y, lo que es peor, que esté haciendo realidad punto por punto cada etapa que planificaron hacia la destrucción del mundo en el año 2000.
Partiendo de este planteamiento, Urasawa crea un manga realmente entretenido y adictivo durante sus primeros tomos en los que asistimos a la incapacidad de Kenji para frenar los planes de Amigo. A partir del momento, en que el protagonismo de la serie pasa a Kanna, la sobrina de Kenji, en una sociedad futura marcada por la incapacidad de Kenji para evitar los planes de Amigo, Urosawa se dedica con habilidad a repetir las mismas pautas y trucos que van quedando cada vez más en evidencia conforme avanza la serie. Sin embargo, la gran decepción de la serie está en su final, con un enfrentamiento entre Amigo y un reaparecido Kenji falto de dramatismo, simplón y confuso, cerrando las tramas abiertas de cualquier manera y dejando un regusto amargo al lector que ha seguido fielmente la serie a lo largo de 22 volúmenes y una errática periodicidad en sus últimos tomos que, todo hay que decirlo, para nada ayuda a su seguimiento. Y, es una verdadera pena, porque Urasawa empezó muy bien esta serie con una trama incluso más elaborada y ambiciosa que la recomendabilísima “Monster” con una historia paralela a lo largo de dos períodos temporales muy bien solucionada y desarrollada a través de constantes “flashbacks” que recordaba –quizás en exceso- al “It” de Stephen King con referencias constantes a la cultura popular (música, rock and roll, anime, manga) de moda en el Japón de finales de los sesenta y la década de los setenta en el que el mismo Urosawa creció que sirven de pistas, algunas verdaderas otras falsas, a la historia. Sin embargo, Urasawa da en los últimos tomos de la serie la sensación de estar sobrepasado y cansado de la obra-monstruo que ha creado y lo finiquita por la vía rápida, dejando en evidencia una vez más su capacidad para terminar bien lo que tan bien empezó.
Esperemos que con su próxima obra de próxima, aunque varias veces aplazada, publicación en España, “Pluto”, logre dar con la tecla. Yo no pienso averiguarlo.
“20th Century Boys” nos narra a lo largo de 22 volúmenes publicados por Planeta las peripecias de Kenji , sus amigos y familiares a lo largo de varios períodos de su vida. Desde su infancia, en la que, junto con otros niños influidos por el manga, los anime y las películas de monstruos del momento, inventaron como un juego un plan detallado para destruir Tokyo, hacerse con el poder en Japón y, en último extremo, destruir el mundo, hasta, pasado el tiempo, y ya adultos, cada uno con su vida y problemas, cuando los viejos amigos se reúnen de nuevo al comprobar Kenji que los puntos de su plan infantil se están cumpliendo sin errores y que es posible que Amigo, el líder de una secta de creciente influencia, sea uno de sus antiguos compañeros de juegos y, lo que es peor, que esté haciendo realidad punto por punto cada etapa que planificaron hacia la destrucción del mundo en el año 2000.
Partiendo de este planteamiento, Urasawa crea un manga realmente entretenido y adictivo durante sus primeros tomos en los que asistimos a la incapacidad de Kenji para frenar los planes de Amigo. A partir del momento, en que el protagonismo de la serie pasa a Kanna, la sobrina de Kenji, en una sociedad futura marcada por la incapacidad de Kenji para evitar los planes de Amigo, Urosawa se dedica con habilidad a repetir las mismas pautas y trucos que van quedando cada vez más en evidencia conforme avanza la serie. Sin embargo, la gran decepción de la serie está en su final, con un enfrentamiento entre Amigo y un reaparecido Kenji falto de dramatismo, simplón y confuso, cerrando las tramas abiertas de cualquier manera y dejando un regusto amargo al lector que ha seguido fielmente la serie a lo largo de 22 volúmenes y una errática periodicidad en sus últimos tomos que, todo hay que decirlo, para nada ayuda a su seguimiento. Y, es una verdadera pena, porque Urasawa empezó muy bien esta serie con una trama incluso más elaborada y ambiciosa que la recomendabilísima “Monster” con una historia paralela a lo largo de dos períodos temporales muy bien solucionada y desarrollada a través de constantes “flashbacks” que recordaba –quizás en exceso- al “It” de Stephen King con referencias constantes a la cultura popular (música, rock and roll, anime, manga) de moda en el Japón de finales de los sesenta y la década de los setenta en el que el mismo Urosawa creció que sirven de pistas, algunas verdaderas otras falsas, a la historia. Sin embargo, Urasawa da en los últimos tomos de la serie la sensación de estar sobrepasado y cansado de la obra-monstruo que ha creado y lo finiquita por la vía rápida, dejando en evidencia una vez más su capacidad para terminar bien lo que tan bien empezó.
Esperemos que con su próxima obra de próxima, aunque varias veces aplazada, publicación en España, “Pluto”, logre dar con la tecla. Yo no pienso averiguarlo.
4 comentarios:
Bastante de acuerdo, un horror de final!. Aunque yo sí volveré a probar con Pluto, me importa poco que el último número no sea tan bueno cuando todos los anteriores sean excelentes, sobre todo por Monster, que aunque el final no estaba a la altura del resto, tampoco estaba tan mal.
En realidad, tengo la sensación de que esto de que las series no queden redondas por su final ocurre bastante con el manga, o al menos yo lo he visto en otras grandes obras como Akira o Dragon Head.
Death Note ha sido de las primeras de este estilo que me han dejado un verdadero regustillo a final bien acabado.
Sí, es algo que suele pasar en el manga y existen todo tipo de teorías al respecto sobre el por qué tan buenos guionistas acaban tan mal sus historias. Creo que mucho tiene que ver con que las series se alargan mientras son rentables y cuando dejan de serlo muchas veces al autor no le dan tiempo para cerrar las tramas en condiciones.
A mí "Monster" me ha parecido una obra con más empaque que "20th century boys", mejor estructurada y resuelta (aunque el final tampoco me acabase de convencer plenamente). Ya la analizaré otro día más detalladamente.
De todos modos, no es una regla general el tema de los malos finales en los manga hay algunos que me parecen muy buenos como el "Adolf" de Tezuka o geniales "El lobo solitario y su cachorro". Claro, que esta obra es una debilidad de servidor, aunque otro debate a abrir sería el por qué los autores de manga clásico terminaban tan bien sus obras y los nuevos no. ;-D
Seguro que al final pico con "Pluto" porque Urosawa me engancha y que se atreva con una obra de Tezuka me resulta atractivo, pero tengo que digerir todavía el mal sabor dejado con este final.
Bueno, el volumen 22 de 20th Century boys no es el verdadero final, leanse la continuacion:21st Century Boys ke consta de 2 volumenes y es la continuacion directa de 20th y donde todas las dudas kedan completamente resueltas.
A mi me parecio una exelente obra, solo hay ke esperar ahora ke se resuelva el problema con los derechos de autor de pluto,etc...
Yo me he leído la continuación: 21th Century Boys y... sigue siendo más de lo mismo. Las situaciones se resuelven deprisa y corriendo, personajes sacados de la manga, el autor se toma muchas licencias y el misterio de quién es Amigo... es decepcionante. Es una pena que los guionistas retuerzan tanto la historia sin saber cómo va a resolverse, siempre la acaban cagando...
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