martes, 2 de octubre de 2007

“Y: el último hombre: Muñecas de papel” de Brian K. Vaughan



El último volumen publicado hasta ahora (a lo mejor ya ha salido el siguiente ¿?) de “Y: el último hombre”, que engloba los números 37 al 42 de la colección original, es una buena medida de lo que es esta serie con la que Brian K. Vaughan empezó a hacerse un nombre dentro del “mainstrean”. El planteamiento catastrofista – debido a causas desconocidas, los machos de todas las especies dotados con el cromosoma Y han muerto, salvo Yorick, un joven escapista pelín descentrado, y su mono Ampersand – que en mano de cualquier otro guionistas de los que pululan por esos lares hubiera dado pie a las andanzas de un tipo duro dispuesto a aprovechar la coyuntura para cepillarse a todas las mujeres a su alrededor por el bien de la especie, se convierte en una “road movie” alrededor del mundo en la que Yorick se muestra como un tipo bastante vulnerable siempre bajo la tutela de alguna mujer con mayor personalidad que él. Este planteamiento permite a Vaughan, un enamorado de la política y las relaciones internacionales como puede apreciarse en su serie “Ex Machina”, explorar la adaptación que podría darse en distintos países (Israel, EEUU, Australia, El Vaticano…) e instituciones si tal situación se produjera.
Esto es bastante patente en el arco argumental titulado “Muñecas de papel” en el que Yorick y 355, su guardaespaldas, buscan en Sidney a Beth, la novia perdida de Yorick, búsqueda en la que se cruzan con una reportera dispuesta a descubrir la existencia de Yorick al mundo. En este arco, reaparece también la coronel israelí Alter dispuesta a continuar la persecución de Yorick, y se une al grupo que forman junto a la doctora Mann, Rose, una espía australiana, que puede dar bastante juego en un hipotético trío amoroso con 355. Además Toyota, la ninja japonesa, llega a Japón con Ampersand, el mono de Yorick que puede ser la clave para descubrir las causas de la plaga pero en el puerto de Yokohama se le escapa.
El interés de la serie radica en un tratamiento inteligente de los personajes y los diálogos que la convierten en una lectura tan amena como adulta. La tensión se mantiene en averiguar, aparte de las razones que provocaron la catástrofe, cuáles son los verdaderos motivos que mueven a las acompañantes de Yorick a acompañarle. Unos motivos que permanecen ocultos durante toda la serie y que Vaughan sabe dosificar perfectamente para mantener la atención del lector intacta. Precisamente ese es uno de los puntos fuertes de la serie, las complejas personalidades con las que Vaughan dota a todos los personajes haciendo que sus reacciones y comportamientos resulten coherentes. Otro elemento a tener en cuenta es la capacidad que tiene Vaughan de apostillar a través de los diálogos referencias a libros, citas y personajes reales sin caer en la pedantería. En el aspecto gráfico, como casi en todos los trabajos de este guionista, no podemos tirar cohetes. La dibujante titular, Pía Guerra, cumple con los mínimos exigibles y los dibujantes de relleno, pues son, eso, de relleno. En definitiva, “Y, el último hombre” es una de las series más interesantes que se publican actualmente y el interés crece con cada arco argumental conforme nos acercamos al clímax de la serie. Eso sí, si alguno se quiere subir en marcha a la serie es mejor que se haga con los recopilatorios desde el principio o aprovecho la segunda edición que inició Planeta el año pasado porque de otro modo no se va a enterar de nada.

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