Ya comenté por
aquí lo que pensaba sobre las pegatinas en los cómics, pero hay algo que todavía me fastidia más. Una medida ridícula y papanatas que me hace pensar que los que la decidieron nunca fueron aficionados antes que avezados profesionales: el retractilado.
No hay cosa más tonta que un tebeo retractilado (un libro también, pero estos cada vez son menos). Llegas a la librería pensando en ojear alguna novedad antes de decidirte a adquirirla y encuentras los ejemplares apilados unos encima de otros convenientemente envueltos en su funda de plástico. Supongo que la idea no es otra que la protección del producto y crear la sensación en el potencial cliente que está accediendo a un material exclusivo y de calidad máxima al que se ha de acceder únicamente previo paso por caja, pero en muchas ocasiones he llegado a pensar que la razón última es evitar que se pueda comprobar lo malo que es lo publicado y ya tienen asumido que pasará una larga temporada almacenado antes de saldarlo. Los veteranos libreros, frente a esta patochada del retractilado, suelen curarse en salud y tener abierto al menos un ejemplar para que podamos echarle un ojo a la obra y decidir cada uno si le merece o no la pena antes de pagar por adelantado.
Sin embargo, ¿es suficiente con esta medida basada en el pragmatismo del librero que ha comprobado que los tebeos cerrados se venden peor? Yo creo que no. Más de una vez me ha ocurrido que tras mirar el tebeo abierto me he llevado un ejemplar cerrado a casa para descubrir con el consiguiente cabreo que estaba plagado de páginas pegadas o guillotinadas con lo que he tenido que hacer un nuevo viaje a la tienda a cambiarlo. Y si uno por vergüenza, acumulación o dejadez deja pasar los días sin abrir el tebeo y luego se lo encuentra en pésimas condiciones seguramente se tendrá que aguantar con el ejemplar tarado si ha pasado el plazo que señala el ticket, sobre todo, si lo compró en una de esas grandes superficies donde ahora se venden las novelas gráficas.
Los tebeos retractilados son un absurdo y no benefician a nadie. Si los lectores y los libreros nos hemos dado cuenta, ¿cuánto tardarán los editores en tomar medidas? Ni idea, pero por si acaso mi consejo es que hagan como yo y no se lleven nunca un tebeo a casa que no hayan abierto antes en la librería... Salvo que les guste pasear, claro.