Publicó ECC Ediciones hace
pocos meses el último recopilatorio de “Scalped”- la sensacional serie negra
que el guionista Jason Aaron y el dibujante R.M. Guèra- han venido
desarrollando a lo largo de una sesentena de números.
Dash Caballo Terco ha
cumplido su misión e intenta reordenar su vida tras un trabajo como agente infiltrado
que le ha dejado profundas huellas físicas y psicológicas. El jefe Lincoln Cuervo Rojo
está entre rejas y la reserva de Prairie Rose ha quedado aparentemente limpia
de crimen y corrupción. Sin embargo, Catcher sigue libre y las antiguas
venganzas no serán satisfechas hasta que vuelva a blandirse el hacha de guerra y se corten las últimas cabelleras.
En los últimos cinco números
de la serie que son los recogidos en este volumen, Aaron otorga un brillante
colofón a una serie que no solo ha venido a convertirse en el auténtico canto
del cisne del sello Vertigo, antaño sinónimo de calidad autoral garantizada, sino que
además ha aportado una modernización de las convenciones del género negro como
solo se puede equiparar en los últimos años a la televisiva “The Wire”.
Resueltos los principales misterios en anteriores entregas, en este arco final Aaron
se dedica a cerrar tramas y sellar el destino del variopinto reparto coral de personajes
que ha ido desfilando a lo largo de las distintas entregas.
Personajes algunos de ellos redimidos y otros
condenados, pero todos ellos atormentados por la carga de sus culpas y errores
alejados por completo del socorrido blanco y negro de los arquetipos rígidos
para navegar en las complejas aguas de la ambigüedad moral. Aaron es inclemente con sus criaturas y las exprime hasta el final, obligando incluso
al final de la senda de la serie a sus protagonistas a sacrificios profundos y
heroicidades anónimas y poco brillantes cómo solo los antihéroes de los mejores thriller son capaces de protagonizar.
En el que quizás sea el arco
más dramático y autocontenido de la serie, atemperada en parte la desatada locura hard
boiled de algunas de las entregas precedentes, se pone de manifiesto la madurez creativa que han
alcanzado, tras los cinco años de recorrido de la serie, sus autores y cómo la misma ha trascendido a sus personajes. En este último arco, Guèra le da al efectivo
expresionismo ecléctico de su estilo, potenciado por los fuertes contrastes
cromáticos que la colorista Giulia Brusco imprime a sus composiciones, una
atmósfera intimista y melancólica, crepuscular a la manera de los western de
Eastwood, que tan bien sabe captar el portadista Jock, para ir setenciando progresivamente el a los diversos
personajes, reduciendo los diálogos al mínimo para que sea una única viñeta expresiva,
silenciosa e implícita la que nos muestre su destino, mientras que Aaron pone el finiquita una serie sin fisuras ni altibajos que sale reforzada al no haber
intentado sus autores alargarla artificialmente en pos a fines exclusivamente
comerciales.
Poco más queda por decir
salvo recomendar encarecidamente a los
que no la hayáis leído todavía una serie destinada a convertirse en un clásico
en su género, repleta de acción, violencia y humanidad, que curiosamente me da
la impresión no ha obtenido todos los aplausos que merece.