El amigo Frog2000 lo cuenta muy bien en su blog. Son sus razones pero creo que muchos que hemos hecho del coleccionismo de cómic la principal de nuestras aficiones desde que echamos casi los dientes las compartimos con más o menos matices. Y podríamos incluso añadir alguna más…
El viejo – no por edad sino por años acumulando y releyendo papel impreso- aficionado que se hacia todas las colecciones y estaba al tanto de todo lo que se publicaba en España es (somos) una raza en peligro de extinción. Un grupo reducido de exaltados treinteañeros (también los hay cuarentones, estos son los más peligrosos…) que tienen tebeos de Vértice, Grijalbo o Zinco, lectores que, como galos irreductibles, incomodan a propios y extraños en la aldea global de la blogosfera y en los salones frente a la perita en dulce del lector ocasional, ese lector confiado y poco exigente dispuesto a dejar gustoso su dinero con cualquier edición adquirida en unos grandes almacenes y con pocos conocimientos de autores y estilos, un mirlo blanco joven y poco exigente que compra, lee y olvida a la espera del próximo estreno cinematográfico, dispuesto a ser presa fácil de hábiles y sutiles campañas publicitarias y no dar demasiado la vara. No como los resabiados esos que saben distinguir un escaneado de un original y denuncian a los cuatro vientos que en la viñeta siete de la página cinco del cómic X el rotulista (¿ese quién es?) se ha comido una preposición “a”. Si es que con gente así no hay quién salve la industria del cómic en España…
No nos engañemos, el coleccionista de cómics se ha convertido en una presencia incómoda en un mercado que, sin embargo y paradójicamente, ayuda a mantener a pesar de sus cíclicas crisis (crisis sobre todo para los autores y los aficionados esos que se dejan los dineros y a los que no les llega para intentar estar al tanto de todo, pero, ya se sabe, a río revuelto…), un soldado fiel que, como los que retrata Pérez-Reverte en su Alatriste se deja sus dineros sirviendo a unos señores que le decepcionan y ningunean continuamente más preocupados en crear falsas expectativas sobre la última reedición de un mediocre tebeo de hace treinta años que en pagar un corrector que compruebe la ortografía.
Y es que el coleccionista que se pasaba las horas muertas junto al dependiente de la librería, mimetizándose con él hasta el punto que ya no se sabían quién era quién está abocado a desaparecer como los dinosaurios (el librero también pero eso daría para otra entrada), ahogado por la falta de espacio, los otros vicios más o menos confesables, los precios abusivos, las hipotecas, las buenas y malas mujeres, los hijos y los avances tecnológicos que harán de sus amadas ediciones en papel en pocos años un lujo.
Quizás cuando todos desaparezcamos, y el mercado empiece a echar a faltar nuestra presencia alguien se dará cuenta que los mirlos blancos son caprichosos y proclives a emigrar a otros campos mejor abonados y que esos desalmados que se sabían de carrerilla el nombre de todos los personajes que aparecían en la portada del número 1 de “Alpha Flight” (edición Forum, of course) y el título de corrido de todos los “Jeremiah” (de Grijalbo, claro) y ahora compran directamente a EEUU o Francia o se bajan los tebeos de Internet habrían merecido un mejor trato con unas ediciones con una correcta calidad-precio. Y ese alguien se lamentará porque se hizo algo realmente mal en la edición de cómic en España cuando este dejó de ser popular para convertirse en un bien de lujo, generalmente mal editado.
De momento, amigos míos, somos leyenda…
(Ánimo Frog2000 y a aguantar el tirón).
El viejo – no por edad sino por años acumulando y releyendo papel impreso- aficionado que se hacia todas las colecciones y estaba al tanto de todo lo que se publicaba en España es (somos) una raza en peligro de extinción. Un grupo reducido de exaltados treinteañeros (también los hay cuarentones, estos son los más peligrosos…) que tienen tebeos de Vértice, Grijalbo o Zinco, lectores que, como galos irreductibles, incomodan a propios y extraños en la aldea global de la blogosfera y en los salones frente a la perita en dulce del lector ocasional, ese lector confiado y poco exigente dispuesto a dejar gustoso su dinero con cualquier edición adquirida en unos grandes almacenes y con pocos conocimientos de autores y estilos, un mirlo blanco joven y poco exigente que compra, lee y olvida a la espera del próximo estreno cinematográfico, dispuesto a ser presa fácil de hábiles y sutiles campañas publicitarias y no dar demasiado la vara. No como los resabiados esos que saben distinguir un escaneado de un original y denuncian a los cuatro vientos que en la viñeta siete de la página cinco del cómic X el rotulista (¿ese quién es?) se ha comido una preposición “a”. Si es que con gente así no hay quién salve la industria del cómic en España…
No nos engañemos, el coleccionista de cómics se ha convertido en una presencia incómoda en un mercado que, sin embargo y paradójicamente, ayuda a mantener a pesar de sus cíclicas crisis (crisis sobre todo para los autores y los aficionados esos que se dejan los dineros y a los que no les llega para intentar estar al tanto de todo, pero, ya se sabe, a río revuelto…), un soldado fiel que, como los que retrata Pérez-Reverte en su Alatriste se deja sus dineros sirviendo a unos señores que le decepcionan y ningunean continuamente más preocupados en crear falsas expectativas sobre la última reedición de un mediocre tebeo de hace treinta años que en pagar un corrector que compruebe la ortografía.
Y es que el coleccionista que se pasaba las horas muertas junto al dependiente de la librería, mimetizándose con él hasta el punto que ya no se sabían quién era quién está abocado a desaparecer como los dinosaurios (el librero también pero eso daría para otra entrada), ahogado por la falta de espacio, los otros vicios más o menos confesables, los precios abusivos, las hipotecas, las buenas y malas mujeres, los hijos y los avances tecnológicos que harán de sus amadas ediciones en papel en pocos años un lujo.
Quizás cuando todos desaparezcamos, y el mercado empiece a echar a faltar nuestra presencia alguien se dará cuenta que los mirlos blancos son caprichosos y proclives a emigrar a otros campos mejor abonados y que esos desalmados que se sabían de carrerilla el nombre de todos los personajes que aparecían en la portada del número 1 de “Alpha Flight” (edición Forum, of course) y el título de corrido de todos los “Jeremiah” (de Grijalbo, claro) y ahora compran directamente a EEUU o Francia o se bajan los tebeos de Internet habrían merecido un mejor trato con unas ediciones con una correcta calidad-precio. Y ese alguien se lamentará porque se hizo algo realmente mal en la edición de cómic en España cuando este dejó de ser popular para convertirse en un bien de lujo, generalmente mal editado.
De momento, amigos míos, somos leyenda…
(Ánimo Frog2000 y a aguantar el tirón).