En estos días de vacaciones, una buena opción para bajarse a la playita o a la piscina más cercana (o para disfrutar en la playa metropolitana, la más transitada de la capital, como es mi caso) es la lectura de novelas ligeras y con escasas pretensiones. En ese sentido, “El asombroso viaje de Pomponio Flato” tiene todas las papeletas para convertirse en la lectura del verano..
Pomponio Flato, un equiter romano, viaja por los confines civilizados del imperio tratando de encontrar una fuente de propiedades milagrosas. Enfermo y empobrecido, su vagar aventurero le lleva a la aldea de Nazaret en la provincia de Judea, donde se va a ajusticiar al carpintero del pueblo por la muerte de un rico comerciante. Sin comerlo ni beberlo, Pomponio es contratado por el enigmático hijo del carpintero de nombre Jesus, para que demuestre la inocencia de su padre y, de este modo, el bueno de Pomponio se verá investigando las circunstancias del crimen.
La última novela de Eduardo Mendoza nos devuelve al autor más ligero e ingenioso, capaz de ofrecer en doscientas páginas un relato entretenido y vivaz ambientado –y bien documentado- en el siglo I d. C. en una lectura socarrona y divertida. Se ha comparado a esta novela con “El Quijote” en el sentido que, como en aquel en su momento con las novelas de caballería, esconde una soterrada crítica hacia cierta literatura histórica de consumo masivo, oportunista y facilona de la que “El Código Da Vinci” sería máximo exponente. Yo no hilaría tan fino, ya que no encuentro similitudes ni intenciones satíricas entre la obra de Mendoza y el género referido (por comparar, le encuentro más parecidos, salvando las distancias, claro, con “El nombre de la rosa” de Eco y a nadie se la ocurriría compararla con la anterior, ¿verdad?) salvo el gusto por la caracterización histórica para ambientar una historia irreal. El peso de la obra recae en el personaje del protagonista, el divertido Pomponio Flato que parece inspirado en algún personaje del “Asterix” de Urdezzo y Goscinny -como casi, por otro lado, toda la obra- y se convierte en su vagabundeo por Judea en el vehículo sobre el que Mendoza desarrolla la narración. En ese sentido, la estructura de esta obra recuerda a otras anteriores de Mendoza del mismo estilo desenfadado y divertido como “El misterio de la cripta embrujada” o “La aventura del tocador de señoras” aunque, teniendo esta buenos momentos s, no llega a la jocosidad de estas.
Reconozco que a mí personalmente me gusta más el Mendoza más serio de “La Ciudad de los Prodigios” o “La verdad sobre el Caso Savolta” ya que novelas como la que hoy nos ocupa me parecen meros divertimentos para el talento de un escritor con una gran habilidad para la narración, pero mientras Mendoza se decide por retomar ese camino seguiré disfrutándolo en pasatiempos como “El asombroso viaje de Pomponio Flato”. Lecturas veraniegas, ligeras y olvidadas dentro de unos meses.