Muchos
palos le han debido caer a Carlos Giménez, o de los que le han caído alguno le
ha debido doler especialmente, para que abra la cuarta entrega de la biografía de su amigo y colega José González “Pepe”, que acaba de publicar
Panini Cómics, con un prólogo en el que no solo justifica de nuevo su necesidad
de rendir homenaje al amigo desaparecido sino además da respuesta a algunas
de las más comunes críticas que se le han realizado hasta el momento a una obra que se ha convertido en
más polémica de lo que en principio seguramente imaginaba. Una defensa
que le honra, pero que a todo punto se me antoja anticipada, porque si hacían falta argumentos sobre la calidad de la obra Giménez los da en viñetas
en las páginas siguientes, en la que sin duda es para mí la mejor de las cuatro entregas
publicadas hasta ahora en la serie.
Recogiendo
un amplio período de tres décadas en esta entrega, Giménez explica cómo la
decadencia de las revistas de cómics y las agencias de dibujantes coincidió con
el declive de la estrella de Pepe quién ve como sus ofertas de trabajo caen en
picado a lo que se une la muerte de su madre. Sin poder hacer frente a los
gastos y aislado de sus amigos, Pepe cae prácticamente en la indigencia de la
que poco a poco irá saliendo gracias a la ayuda de los dueños de un bar que
frecuentaba, su amigo Franc y Truffaut, el gerente de Selecciones Ilustradas
y la familia de este. Sin embargo, el carácter dejado de Pepe es incorregible y
a pesar de los esfuerzos de sus amigos siguió con su doble vida en saunas y
salas de fiestas alternando con las celebridades del momento y malgastando el
poco dinero del que disponía hasta que la salud empezó a pasarle factura.
Como avisa el mismo Giménez en el prólogo los agoreros que
apuntaban que “Pepe” venía a ser una addenda innecesaria de “Los Profesionales” panegírico
simpático y nostálgico del amigo finado estaban muy equivocados y parecen desconocer la honradez de un autor que ha hecho del verismo una de las bases de su
larga carrera. De este modo, traspasado el ecuador de la serie, esta se vuelve
más oscura y dramática mostrando Giménez la decadencia de su
amigo y reconociendo una vez más sus limitaciones para aprehender el conjunto de la
vida del protagonista, que blindó su vida íntima y nocturna herméticamente a todos sus conocidos.
Es absurdo pedirle a un
autor como Giménez con un estilo tan depurado y trabajado absurdas innovaciones
formales que tampoco precisa la historia que quiere transmitir al
lector. Y es que con los recursos que tan bien ha manejado siempre desde los
tiempos de “Paracuellos”, al autor le basta para transmitirnos perfectamente
todas las paradojas que rodeaban la compleja figura de Pepe González, no solo a
través de la reconstrucción de anécdotas sino además
poniendo en boca de sus personajes. personas reales que como él conocieron a
Pepe y fácilmente identificables por los conocedores del mundillo bajo los seudónimos con los que les enmascara, que
constantemente rompen la cuarta pared de la viñeta las mismas ideas en torno a
su personalidad.
“Pepe 4” en ese sentido es un prodigio narrativo ya que pocos
autores son capaces de contextualizar tan hábilmente las
diversas décadas a partir de algunos hechos históricos y usar la reiteración de
viñetas – aprende, Charlie Adlard- para transmitir tensión dramática al lector como Giménez en estas páginas
pero, además, en esta nueva entrega Giménez incorpora al tono melancólico de la
historia una nueva capa argumental narrando en paralelo el declinar de Pepe con la
decadencia del Cómic en España y poniendo la vida del protagonista como la
ejemplificación perfecta de ese declinar.
En fin, Giménez se supera en
“Pepe 4” respecto a las anteriores entregas de la serie cambiando completamente el tono y el tratamiento de
la serie para dejar a través del declinar de Pepe González constancia de la
perdida de la inocencia del tebeo español y dejando todo preparado para un
desenlace en la futura quinta entrega que se presume emotivo y duro. Ojalá no se
demore mucho.