Dolmen recupera con buen
criterio en una completísima y cuidada edición integral “Actor Aspirante” del valenciano Max
Vento en la que el auto,r aparte de restaurar buena parte de las páginas de las
tres historias ya publicadas independientemente a lo largo de los últimos años para la misma editorial - “Monólogos de mi
vida desastrosa”, “Noches de Citas” y “Comedia en un acto”- ha incorporado tres nuevas
historias inéditas “La comedia se deshace”, “¿Ventanilla o pasillo?” y “La Ciudad
de los Sueños”.
Pablo Díaz-Strasser aspira a
convertirse en actor de éxito y lograr los beneficios que tal condición le
depararían pero mientras la Fortuna le sonríe sobrevive trabajando en un
restaurante de comida rápida y acudiendo a mil y un casting al tiempo que con
otros compañeros monta monólogos y obras con las que darse a conocer. Y es que
Pablo, al que el amor tampoco parece sonreírle, tiene un sueño y está dispuesto
a emigrar hasta Los Ángeles para materializarlo.
No creo que me equivoque mucho
si afirmo que Max Vento es uno de los autores patrios que con más inteligencia ha sabido practicar el costumbrismo en el cómic en los últimos años para construir a lo largo de
su serie “Actor Aspirante” una coherente novela-río en torno al lado oscuro de la
glamourosa profesión de actor a través del relato de las desventuras de su
protagonista, Pablo Díaz-Strasser, quién conforme va alcanzando la madurez vive
una vida más atormentada y complicada propia de aquellos que notan que el tiempo se les agota y cada vez es más complicado ver colmadas sus aspraciones de realización,
En “Actor Aspirante” aunque
Vento busca el equilibrio, sobre todo en sus primeras entregas, entre la comedía con
gags de enredo propios de las sitcom tipo “Friends” y unos secundarios
excesivamente estereotipados (que conforme avanza la obra son sabiamente
sustituidos por un elenco en el que sobresale el personaje de Bea, la anitética
amada del protagonista), y el drama progresivamente se va decantando acertadamente por este segundo
registro en el que aparentemente tanto el autor como su protagonista parecen
sentirse más cómodos (aunque curiosamente Pablo Díaz-Strasser insista en que él
hace comedías) para construir un sólido aunque algo deprimente discurso en torno a
la frustración, el desamor y el fracaso rompiendo solo su marcado pesimismo
merced a la férrea voluntad de su protagonista de no rendirse al desaliento y
continuar perseverando en la consecución de sus metas en la que seguramente es la moraleja del cómic.
Max Vento a partir de un
cuidado bitono que se ha visto reforzado
y embellecido en la nueva edición saca partido de su dibujo expresivo y
fluido, que recuerda al del primer Seth de “Ventiladores Clyde” o las formas propias de la Escuela Valenciana, y de un profundo y sorprendente conocimiento del lenguaje
gráfico propio del cómic que le permite ir enlazando sin transición los diversos aspectos de
la vida de Díaz-Strasser fuera y dentro de las bambalinas del escenario en
torno a un discurso único que se retroalimenta constantemente. Vento maneja
con primor las transiciones y las elipsis (de hecho toda la historia que se
abre con el personaje en la sala de espera de un cásting y se cierra igual no
deja de ser una gran elipsis) y sabe mantener la atención del lector en torno
a las introspectivas meditaciones e inseguridades del protagonista que serían la envidia del mismísimo Woody Allen.
Conforme la obra avanza en las
últimas y nuevas entregas de la obra se aprecía también una progresión en el estilo del autor, con un dibujo mucho más libre y atrevido que refuerza la
expresividad de los personajes y, sobre todo, la inclusión del color en la
última historia ambientada en Los Ángeles que ayuda a reforzar la idea del cambio de ciclo
en la vida del protagonista y potencia la descripción de las localizaciones de
esa vasta y extraña ciudad.
“Actor Aspirante: Volumen
Integral” no es un cómic amable ni divertido pero sí es una estupenda
demostración de las posibilidades del medio para retratar la evolución de un
personaje y proporcionar a través de sus vivencias conclusiones que aplicar en
nuestras propias vidas, y confirma a Vento como un autor a seguir y un observador sensible e
inteligente de los tiempos que le ha tocado vivir. Habrá que esperar
impacientes sus próximas obras y que la fortuna de Pablo Díaz-Strasser
cambie.