De la colaboración de dos
pequeñas editoriales, Entrecomics Comics y Fulgencio Pimentel, se ha iniciado
la publicación en España del “Pudridero” – Prison Pit- de Johnny Ryan en una
cuidada edición en formato libro que recoge las dos primeras entregas de la
serie original norteamericana de las cuatro publicadas hasta el momento. Tras
su lectura, uno no puede dejar de preguntarse si la cuidada edición justifica
el contenido y si en busca de la legitimación del cómic de autor y la
dignificación de estos no se está pervirtiendo el concepto de alternativo con
el que sus autores y editores gustan de etiquetarse y se está confundiendo a un
lector que antes tenía en los formatos una pista de la calidad y el tipo de
material que podía encontrar. Una pregunta que seguramente seguirá quedando en
el aire.
Centrándonos en la obra, “Pudridero”
es un cómic burro que viene a contar como su protagonista conocido como
Carantigua es soltado en un erial habitado por todo tipo de berracos a cuál más
cafre y bestia con los que se enfrenta a muerte en una lucha constante por la
supervivencia.
Ni más ni menos, esa es toda
la historia. Por el título original, “Prison Pit”, podemos deducir además que
los monstruos que habitan este hoyo prisión han acabado prisioneros por infringir
alguna ley, pero Johnny Ryan no se preocupa en dar más detalles al respecto y
solo se centra en regodearse en las peleas a cuál más escatológica y cafre que
su protagonista – que moralmente no se diferencia en nada de sus contrincantes-
entabla.
Con este argumento tan poco
elaborado y más propio de los storyboards de algún videojuego de luchas o de un
anime japonés, Ryan monta un cómic tan entretenido como lineal. Es ese espíritu
gamberro e infantil quizás lo que más enganche al lector advertido de lo que tiene
entre manos, pero a buen seguro al mismo tiempo alejará a los curiosos más
conservadores que pensarán con cierta razón que están ante una tomadura de pelo
si simplemente confiaron en la calidad del formato.
Para disfrutar de
“Pudridero” hay que dejar de lado los prejuicios y aceptar con mente abierta la
enigmática broma propuesta por Ryan para buscarle un sentido más allá del
evidente y hacer de las propias reinterpretaciones (y por tanto
justificaciones) de la historia uno de sus mayores alicientes. En ese sentido,
“Pudridero” es tan simple que hace a todo y todo le vale, casi cualquier
interpretación o crítica es aceptable y asumible permitiendo a cualquier
lector, más allá de su conocimiento previo, montarse la película que quiera en
torno a una historia que intrínsecamente no va a más allá de intentar
entretener desde un planteamiento de Ciencia Ficción extrema. Incluso quién quiera podrá
entenderla como una reacción (o un homenaje) a los cómics mainstream – del
manga más comercial al género de superhéroes- que repiten inalterables las mismas fórmulas,
sin caer en el artificio de un dibujo preciosista que busque agradar al lector.
Ello podría explicar la
discutible calidad del dibujo, propio de un nivel de primaria avanzada, y la
intencionalidad de Ryan de aunar a lo rudimentario del contenido una forma
similar. Es probable, pero no hay que olvidar, si conocemos su producción
anterior, que Ryan no es un dibujante de técnica exquisita (véase su contribución a "Relatos Extraños" o "Juventud Cabreada") y que, probablemente,
no dé para mucho más, habiendo encontrado en los contenidos alternativos y
provocadores su nicho de mercado.
Si por algo destaca
“Pudridero” es por su narración adictiva a partir de una composición de cuatro
viñetas por página que se mantiene
durante la mayor parte de la obra y la dota de un efecto similar al scroll de
las máquinas de videojuegos ochenteras. Como esas máquinas tipo “Guriano” o
“Trojan”, en “Pudridero” el lector va pasando las páginas preso de la malsana
curiosidad voyeurista de saber qué nueva guarrada se le ha ocurrido al autor en
la siguiente página y a que nuevo bicho se enfrentará Carantigua. Ryan saca el
máximo partido de este recurso y a partir del mismo construye una historia en
la que el escaso y rudimentario diálogo entre los personajes tiene más una
función enfatizadota y onomatopéyica que
informativa, situándose en la línea de autores como Jason o Woodring sustituyendo
los elementos antropomorfos por la estética gore y sadomaso de sus monstruitos
y con la diferencia que la historia planteada no tiene hasta el momento fin,
inmerso Carantigua en un combate tras otro, como si de un mal anime se tratara,
hasta que Ryan se aburra.
En fin, “Pudridero” hasta el
momento no es más ni menos que esto y seguramente Ryan a diferencia de los
Burns, Hernandez o Clowes no es un autor que de momento haya demostrado una
calidad autoral que justifique su salida del circuito de los fanzines y lo alternativo
en los que realmente su obra encuentra su acomodo natural. Sin embargo, merced
a la confusión de los tiempos ha hecho de su obra en general y de su
“Pudridero” en particular objeto de culto, obteniendo un soporte superior a su
contenido e influyendo en autores y obras que sí han demostrado una mayor
calidad (“Las aventuras de un oficinista japonés” de José Domingo, por ejemplo). Que
cada cuál decida por si mismo y con base sobre la que opinar si realmente le
merece la pena dejarse caer en este “Pudridero”.