Esto
se veía venir y casi creo que ha tardado mucho en explotar. Y es que cuando las
editoriales de cómics empezaron a introducirse en las grandes superficies
comerciales, y estas empezaron a ver que en los en otras épocas despreciables
tebeos convertidos por arte de magia en novela gráfica y apadrinadas en muchas ocasiones
por adaptaciones cinematográficas había negocio, la cosa se iba a ponerse muy
dura para las librerías especializadas, más todavía en el contexto de crisis y
depresión generalizada en el que vivimos y en el que cada vez hay menos
beneficio que repartir.
La
cosa ha estallado finalmente con este ECCGate, que se explica por aquí, pero
que creo que afecta igual al resto cómics de otras editoriales. En mi opinión, las iras
enfocadas hacia las editoriales están mal apuntadas ya que los que se pasan lo
de la fecha de entrega y las posibles penalizaciones de la editorial por el
forro son unas grandes superficies que hacen y deshacen cómo quieren con total
impunidad desde su posición dominante. Prácticas que no son exclusivas solo de
los tebeos y si no, que se lo pregunten a las librerías especializadas en
libros de texto que vieron también su negocio afectado cuando las grandes
entraron en liza.
Presuntamente
estamos ante un caso de competencia desleal en toda regla, pero el sitio para dictaminarlo
y para denunciarlo no son las redes sociales ni Internet sino en los Juzgados o
las bambalinas de las negociaciones de los despachos. Sin embargo, a las impotentes y atribuladas pequeñas
librerías especializadas nunca se les ha dado bien organizarse para hacer valer
sus derechos y hasta que no tengan una asociación que funcione y las defienda –a
pesar que ya se están dando pasos para ello- no les queda más que clamar sobre
los desmanes de las grandes en el desierto virtual y esperar despertar la
simpatía de los aficionados para que mantengan sus fidelidades y no compren en las grandes superficies.
En
este sentido, es difícil no entender las quejas y reclamaciones de las pequeñas
librerías para las que fidelizar a los clientes es fundamental y con jugadas
como esta se lo ponen aun más difícil pues poco hay menos fiel que un fan
addict -¿todavía quedan?- ansioso por hacerse con su periódica dosis de soma
viñetil. Pero creo que las pequeñas, aparte de reclamar a las editoriales el
cambio de tornas para conseguir el trato privilegiado que sostienen tienen las
grandes superficies – que, más bien, creo se debe si existe al poderío de estas
ante las mismas editoriales para hacer lo que quieran-, deberían preocuparse
por llevar a cabo las medidas que están en su mano para atraer a la gente y
preguntarse porque han perdido su fidelidad. Medidas como mejorar la atención
al cliente, ofrecer un trato personalizado y ofertas y descuentos en la medida
de sus posibilidades. Me consta que en muchas lo hacen, pero otras muchas no y los
clientes insatisfechos generalmente no vuelven.
En
fin, no deja de ser una batalla desigual y es difícil no sentir simpatía por
las pequeñas librerías que tienen en el negocio su forma de vida frente a la
apabullante despersonalización de las grandes superficies. Sin embargo, los negocios son así de crueles y al aficionado y a la editorial lo que le favorece
es la amplitud cada vez mayor de puntos de ventas pero, eso sí, que las reglas
sean justas para todos.