¿Cuántas veces has abierto una copia de La Espada Salvaje de Conan para encontrarte con algún bárbaro que está vilando a una flexible bailarina Kothiana en el heno, ignorando sus débiles y poco anímicas quejas, captando las señales que envía su delirante mirada de éxtasis, incluída en la cara por el dibujante para poder mostrar que en realidad no le importa mucho? De hecho, la gusta que la traten así. Seguro que sí. A cualquiera le divierte el ser asaltado sexualmente por un zoquete iletrado lleno de músculos que apesta a grasa de oso. Esa es la idea de pasar una buena noche que tiene la mayoría de personas.
El mensaje de este tipo de relatos es que las mujeres se divierten con la violación, y que aunque digan que “no”, en realidad quieren decir que “sí”. Cuando alguien lee en los periódicos alguna de las asombrosas sentencias dictadas por los jueces que presiden los casos de violación, uno se pregunta si no les dieron para leer copias de “Conan, el Violador” durante sus años universitarios. El otro mensaje que está contenido en este material, es el de que los verdaderos hombres son hábiles bebiendo, convirtiendo a la gente en comida para perros con sus espadas, y atrayendo a las mozas de las tabernas.
Parece raro que el creador de Conan, Robert E. Howard, fuese en realidad alguien tan triste y solitario que nunca logró romper el intenso vínculo emocional que le unía a su madre. Cuando ella murió, condujo su coche hasta algún terreno baldío y se reventó los sesos. Conan y todos sus otros héroes eran desvergonzadas fantasías escapistas que representaban lo que realmente le hubiese gustado ser.
Es una lástima que no llegase invertir sus indudables energías en algo un poco más positivo y saludable. Y es mucho más lastimoso que condenase a las siguientes generaciones de fans a repetir una y otra vez sus sueños inseguros y sin esperanza de sexo brutal, esclavismo y violencia descerebrada.
(El amigo Frog2000 acaba de publicar la segunda parte -de tres- de su traducción del ensayo “Sexismo en los Cómics” que Alan Moore publicara en The Daredevils en 1982. Seguro que su cruda opinión sobre Robert E. Howard y por extensión el género de Espada y Brujería a más de uno va a incomodar. Pero, además, un desatado Moore dice mucho más en un ensayo que no tiene desperdicio y que debéis leer aquí y aquí).
El mensaje de este tipo de relatos es que las mujeres se divierten con la violación, y que aunque digan que “no”, en realidad quieren decir que “sí”. Cuando alguien lee en los periódicos alguna de las asombrosas sentencias dictadas por los jueces que presiden los casos de violación, uno se pregunta si no les dieron para leer copias de “Conan, el Violador” durante sus años universitarios. El otro mensaje que está contenido en este material, es el de que los verdaderos hombres son hábiles bebiendo, convirtiendo a la gente en comida para perros con sus espadas, y atrayendo a las mozas de las tabernas.
Parece raro que el creador de Conan, Robert E. Howard, fuese en realidad alguien tan triste y solitario que nunca logró romper el intenso vínculo emocional que le unía a su madre. Cuando ella murió, condujo su coche hasta algún terreno baldío y se reventó los sesos. Conan y todos sus otros héroes eran desvergonzadas fantasías escapistas que representaban lo que realmente le hubiese gustado ser.
Es una lástima que no llegase invertir sus indudables energías en algo un poco más positivo y saludable. Y es mucho más lastimoso que condenase a las siguientes generaciones de fans a repetir una y otra vez sus sueños inseguros y sin esperanza de sexo brutal, esclavismo y violencia descerebrada.
(El amigo Frog2000 acaba de publicar la segunda parte -de tres- de su traducción del ensayo “Sexismo en los Cómics” que Alan Moore publicara en The Daredevils en 1982. Seguro que su cruda opinión sobre Robert E. Howard y por extensión el género de Espada y Brujería a más de uno va a incomodar. Pero, además, un desatado Moore dice mucho más en un ensayo que no tiene desperdicio y que debéis leer aquí y aquí).