Planeta acaba de publicar en un apañado tomito esta historia con la que Didio, a la sazón editor en jefe de DC finiquitó de un plumazo los dos títulos más representativos del Hombre Murciélago durante décadas, “Batman” y “Detective Comics”. Como Didio no es precisamente un entusiasta en eso de la innovación y la originalidad decidió que, para tal ocasión, era necesaria una historia sobresaliente, que supusiera un hito en la historia de Batman sin arriesgar demasiado, fijándose en la fórmula que tan bien funcionara con Superman hace décadas con la fantástica “¿Qué fue del Hombre del Mañana”?. El ilusionado Didio tenía que emcargar la historia a un equipo de campanillas y como el amigo Moore ya es perro viejo que huye como apestado de determinadas chuflas y George Pérez y Curt Swan no debían estar por la labor, Didio puso los ojos en el guionista de campanillas que más se aproximaba al modelo Moore, Neil Gaiman, quién aceptó encantado porque desde chiquitito se pirraba con las historias de Batman, y completó el equipo con un dibujante de relumbrón como Andy Kubert que, además, ya venía encargándose de la colección regular del personaje junto a Morrison. El resultado de tanta inspiración es “¿Qué le sucedió al Cruzado Enmascarado”, una historia irregular, confusa y ambiciosa que a mí no me ha convencido. Les cuento.
Batman ha muerto y los distintos personajes, aliados y villanos, más representativos de su universo acuden a su funeral a velarle y dar testimonio de su muerte. Cada uno de ellos tiene una versión diferente sobre cómo se produjo la muerte de Batman, y el recuerdo que guardan de él. Sin embargo, Batman se mantiene consciente en un limbo indeterminado desde el que es testigo junto a una misteriosa dama a esos sucesos intentando reunir las pistas que expliquen qué es lo que está ocurriendo realmente en el que puede ser el último caso en su exitosa carrera de Detective. ¿Habrá muerto realmente Batman?¿Resolverá el misterio?¿Están todos locos? Tendrán que leerse el tebeo para enterarse.
Gaiman demuestra sus ganas de ofrecer una propuesta original e inteligente con esta historia en la que deja patente que, lejos de su particular universo que le ha dado fama, no se mueve con soltura en el género superheroico, sustentándose la historia en buena medida en el talento gráfico de un Andy Kubert espectacular, capaz de imitar el estilo de algunos de los mejores dibujantes que han pasado por las colecciones de Batman ofreciendo un caótico repaso gráfico acerca de un icono que ha ido transformándose para adaptarse a los gustos del público a lo largo de sus setenta años de historia.
La cosa podría haberse quedado ahí pero como desde la editorial han impuesto a Gaiman y Kubert la odiosa comparación con “¿Qué fue del hombre del mañana?” no voy a escurrir el bulto y les adelanto que esta historia dista mucho de estar a la altura de excelencia del tebeo de aquella. Si la historia de Superman ha marcado un punto de inflexión en la historia de Superman que marcar el paso del Superman precrisis al poscrisis, la historia de Gaiman se erige como un enorme ejercicio de estilo ajeno a la continuidad del Hombre Murciélago y a las convenciones propias del género, un punto y aparte onírico (plano este en el que Gaiman nos ha dado sus mejores obras) que permite dar rienda suelta a Gaiman para mosrar su fascinación por el personaje aun cuando para ello se deja llevar y construya una historia narrativamente confusa en la que despista constantemente al lector con el caótico desorden impuesto por el guionista, enganchando al lector en momentos puntuales, como los testimonios de Alfred y Selina, pero dejando bastante frío al lector respecto al conjunto de la obra al carecer de cualquier clímax dramático obviando la necesaria complicidad del lector en una historia que pretende homenajear a todo un icono de la cultura popular.
Es en el aspecto gráfico, he disfrutado enormemente del dibujo de Andy Kubert, intentado desentrañar los distintos homenajes a los personajes principales y momenos importantes en la evolución del personaje que el dibujante esconde en prácticamente cada rincón de cada página pero precisamente ese despliegue de erudición batmániaca produce cierta extrañeza al lector al asistir sin transición a variaciones sin aparente conexión de los distintos personajes que van apareciendo en la historia.
En cuanto a la edición de Planeta resulta bastante correcta e incorpora todas las portadas de los comic books a tomaño original y bocetos realizados por Kubert acerca del estudio de los personajes, una introducción de Gaiman en la que explica cómo llegó a hacerse cargo del proyecto y un excelente artículo de David Hernando en el que trata de explicar al desorientado lector la maravilla que acaba de leer. Doctores tiene la Iglesia…
Batman ha muerto y los distintos personajes, aliados y villanos, más representativos de su universo acuden a su funeral a velarle y dar testimonio de su muerte. Cada uno de ellos tiene una versión diferente sobre cómo se produjo la muerte de Batman, y el recuerdo que guardan de él. Sin embargo, Batman se mantiene consciente en un limbo indeterminado desde el que es testigo junto a una misteriosa dama a esos sucesos intentando reunir las pistas que expliquen qué es lo que está ocurriendo realmente en el que puede ser el último caso en su exitosa carrera de Detective. ¿Habrá muerto realmente Batman?¿Resolverá el misterio?¿Están todos locos? Tendrán que leerse el tebeo para enterarse.
Gaiman demuestra sus ganas de ofrecer una propuesta original e inteligente con esta historia en la que deja patente que, lejos de su particular universo que le ha dado fama, no se mueve con soltura en el género superheroico, sustentándose la historia en buena medida en el talento gráfico de un Andy Kubert espectacular, capaz de imitar el estilo de algunos de los mejores dibujantes que han pasado por las colecciones de Batman ofreciendo un caótico repaso gráfico acerca de un icono que ha ido transformándose para adaptarse a los gustos del público a lo largo de sus setenta años de historia.
La cosa podría haberse quedado ahí pero como desde la editorial han impuesto a Gaiman y Kubert la odiosa comparación con “¿Qué fue del hombre del mañana?” no voy a escurrir el bulto y les adelanto que esta historia dista mucho de estar a la altura de excelencia del tebeo de aquella. Si la historia de Superman ha marcado un punto de inflexión en la historia de Superman que marcar el paso del Superman precrisis al poscrisis, la historia de Gaiman se erige como un enorme ejercicio de estilo ajeno a la continuidad del Hombre Murciélago y a las convenciones propias del género, un punto y aparte onírico (plano este en el que Gaiman nos ha dado sus mejores obras) que permite dar rienda suelta a Gaiman para mosrar su fascinación por el personaje aun cuando para ello se deja llevar y construya una historia narrativamente confusa en la que despista constantemente al lector con el caótico desorden impuesto por el guionista, enganchando al lector en momentos puntuales, como los testimonios de Alfred y Selina, pero dejando bastante frío al lector respecto al conjunto de la obra al carecer de cualquier clímax dramático obviando la necesaria complicidad del lector en una historia que pretende homenajear a todo un icono de la cultura popular.
Es en el aspecto gráfico, he disfrutado enormemente del dibujo de Andy Kubert, intentado desentrañar los distintos homenajes a los personajes principales y momenos importantes en la evolución del personaje que el dibujante esconde en prácticamente cada rincón de cada página pero precisamente ese despliegue de erudición batmániaca produce cierta extrañeza al lector al asistir sin transición a variaciones sin aparente conexión de los distintos personajes que van apareciendo en la historia.
En cuanto a la edición de Planeta resulta bastante correcta e incorpora todas las portadas de los comic books a tomaño original y bocetos realizados por Kubert acerca del estudio de los personajes, una introducción de Gaiman en la que explica cómo llegó a hacerse cargo del proyecto y un excelente artículo de David Hernando en el que trata de explicar al desorientado lector la maravilla que acaba de leer. Doctores tiene la Iglesia…