Probablemente en la cartelera actual será difícil encontrar otra película que en un período de poco más de dos horas provoque tantas reacciones encontradas como las que me produjo ayer la nueva versión de “Robin Hood” que Ridley Scott y su profeta, Russel Crowe, acaban de estrenar. Indiferencia-interés-cabreo-sorpresa-mofa-indiferencia. Ese es el carrusel emocional que Ridley Hood y sus secuaces me han provocado en una película que se suicida a mitad de la historia pasando de la anódina película de aventuras con puntos curiosos al absurdo más ridículo.
Había empezado a escribir el resumen de la película pero me he negado a continuar porque me veo incapaz de reducir la retorcida trama en pocas líneas sin que estropee media película al que esté decidido ir a verla y alargue la entrada en exceso. Con todo, decir que la idea primera parecía ser realizar una especie de precuela a la versión “canónica” de las aventuras de Robin Hood que enlace al final de la película con las aventuras popularizadas por la literatura y el cine anterior. Y, en ese sentido, hay que reconocer que durante aproximadamente la primera mitad de la película la historia consigue su objetivo de despertar el interés del espectador sobre un mito sobrexplotado como pocos a través de una enrevesada historia de suplantación de identidades que despierta la curiosidad por un Scott que lleva con buen pulso la trama hasta ese momento.
Sin embargo, ese atisbo de interés desaparece conforme en el guión se empiezan a producir giros argumentales a cuál más absurdo y cuya única intención es mezclar en un totum revolotum demencial las distintas versiones existentesal mito medieval de Robin Hood –por no obviar, no se cortan en buscarle hasta una ascendencia masónica- con hechos históricos como la aprobación de la Carta Magna que culminan en la ridícula y rocambolesca batalla final. Creo que el guionista todavía debe andar riéndose mientras disfruta de sus suculentos emolumentos por la cantidad de esperpentos que es capaz de incorporar sin que ningún productor –¡ o el mismo director! – hayan sido capaces de ponerle freno. Y es que el guión es malo de solemnidad, lleno de incoherencias y justificaciones cogidas por los pelos que a mí personalmente me hicieron pensar que más que una película de aventuras históricas estaba ante un atentado a la inteligencia de los espectadores.
Claro está, que tanta insensatez a nivel argumental no hay director que la levante por muy Ridley Scott que se sea, mas si cabe, como es el caso del mayor de los Scott, se lleva viviendo demasiados años del prestigio adquirido y su cine anda lejos de sus mejores tiempos. En esta ocasión, Scott se limita a hacer lo que puede en lo que no es más que un pastiche impersonal y autoreferencial en el que no se corta a en buscar inspiración en blockbusters taquilleros de los últimos años (metan en la turmix “Gladiator”, “Las puertas del cielo”, la trilogía de “El Señor de los Anillos”, “Bravehearth” y “Salvar al Soldado Ryan” y ya tendréis el noventa por ciento de la película) logrando algunas secuencias realmente chulas -¡qué menos!- en medio del confuso transcurrir general.
Había empezado a escribir el resumen de la película pero me he negado a continuar porque me veo incapaz de reducir la retorcida trama en pocas líneas sin que estropee media película al que esté decidido ir a verla y alargue la entrada en exceso. Con todo, decir que la idea primera parecía ser realizar una especie de precuela a la versión “canónica” de las aventuras de Robin Hood que enlace al final de la película con las aventuras popularizadas por la literatura y el cine anterior. Y, en ese sentido, hay que reconocer que durante aproximadamente la primera mitad de la película la historia consigue su objetivo de despertar el interés del espectador sobre un mito sobrexplotado como pocos a través de una enrevesada historia de suplantación de identidades que despierta la curiosidad por un Scott que lleva con buen pulso la trama hasta ese momento.
Sin embargo, ese atisbo de interés desaparece conforme en el guión se empiezan a producir giros argumentales a cuál más absurdo y cuya única intención es mezclar en un totum revolotum demencial las distintas versiones existentesal mito medieval de Robin Hood –por no obviar, no se cortan en buscarle hasta una ascendencia masónica- con hechos históricos como la aprobación de la Carta Magna que culminan en la ridícula y rocambolesca batalla final. Creo que el guionista todavía debe andar riéndose mientras disfruta de sus suculentos emolumentos por la cantidad de esperpentos que es capaz de incorporar sin que ningún productor –¡ o el mismo director! – hayan sido capaces de ponerle freno. Y es que el guión es malo de solemnidad, lleno de incoherencias y justificaciones cogidas por los pelos que a mí personalmente me hicieron pensar que más que una película de aventuras históricas estaba ante un atentado a la inteligencia de los espectadores.
Claro está, que tanta insensatez a nivel argumental no hay director que la levante por muy Ridley Scott que se sea, mas si cabe, como es el caso del mayor de los Scott, se lleva viviendo demasiados años del prestigio adquirido y su cine anda lejos de sus mejores tiempos. En esta ocasión, Scott se limita a hacer lo que puede en lo que no es más que un pastiche impersonal y autoreferencial en el que no se corta a en buscar inspiración en blockbusters taquilleros de los últimos años (metan en la turmix “Gladiator”, “Las puertas del cielo”, la trilogía de “El Señor de los Anillos”, “Bravehearth” y “Salvar al Soldado Ryan” y ya tendréis el noventa por ciento de la película) logrando algunas secuencias realmente chulas -¡qué menos!- en medio del confuso transcurrir general.
¿Qué se salva entre tanto desatino del desastre que es este "Robin Hood"? Un grupo de actores que hacen gala de profesionalidad y vergüenza torera ajustándose a sus roles en un reparto bien elegido en el que destacan las actrices encabezadas por una excelente Cate Blanchett -que hasta el tontorrón final ofrece una de las más creíbles Mariam que he visto- y una Eileen Atkins que da enjundia a cada una de sus intervenciones. Entre los actores, tenemos al protagonista, Russel Crowe, que no hace más que repetir el registro de “Gladiator” que tanto parece encandilar a Scott, perdido en las increíbles revisiones que va sufriendo su personaje, a los solventes Mark Strong y William Hurt, al entrañable Max Von Sydow encasillado en papeles de procer caduco y al prometedor Oscar Isaac que confirma la buena impresión que causó en “Agora” o “Red de Mentiras” y realiza el mejor papel masculino ofreciendo una versión de Juan Sin Tierra rica y llena de matices que es de lo mejor de la película.
En definitiva, si queréis reíros un rato con una de las peores películas de lo que llevamos de año id a ver esta versión de “Robin Hood” que echa a perder el talento del excelente grupo de actores con el que cuenta encabezados por un director que se limita a cumplir. Pero quién quiera ver una buena película protagonizada por el arquero de Sherwood que se haga con los DVDs de la clásica de Erroll Flynn y la maravillosa “Robin y Mariam”. Que no se diga que no he avisado.
Otras películas de Ridley Scott en El lector impaciente:
“American Gangster”.
“Red de Mentiras”.
En definitiva, si queréis reíros un rato con una de las peores películas de lo que llevamos de año id a ver esta versión de “Robin Hood” que echa a perder el talento del excelente grupo de actores con el que cuenta encabezados por un director que se limita a cumplir. Pero quién quiera ver una buena película protagonizada por el arquero de Sherwood que se haga con los DVDs de la clásica de Erroll Flynn y la maravillosa “Robin y Mariam”. Que no se diga que no he avisado.
Otras películas de Ridley Scott en El lector impaciente:
“American Gangster”.
“Red de Mentiras”.